jueves, 24 de enero de 2019

CERRADO POR DEPRESIÓN

La borrasca está en su apogeo, el viento vacía las calles a las que chorros violentos de agua lavan, es un decir, de los últimos restos de las tamborradas. La pastelería de la esquina, con vistas a la desembocadura del río y a los tristes cubos de plexiglás que sin iluminación exageran su estética demoledora,  nos ofrece calorías irresistiblemente golosas para levantarnos la moral.
-  Como tantos otros deportes, el rugby no está inmunizado contra la depresión – dice el Barón de la Florida e hinca el diente a un ladrillo de almendra y chocolate, delante de un aromático té -, y la “depre” es una patología que es tabú en un deporte de combate.
- El rugby de alto nivel es un mundo de sueño con su parte de sombra despiadada – asiente Galtzagorri comulgando rodajas de naranja bañadas también en chocolate fundido -, y ningún campeón puede creerse al abrigo de la depresión durante su carrera y, menos, después.
- Vidas suicidas, a más o menos velocidad, durante su práctica – Hiruntchiverry corrobora mientras bate el récord mundial de ingestión de pastas de té en pista cubierta -, todos hemos conocido, el mal de vivir no es nada raro en un deporte en el que la fuerza mental es esencial.
- La necesidad de superar las estadísticas personales, el número creciente de encuentros de nivel, las lesiones, las exigencias de resultados, las herramientas informáticas de control de rendimiento, la presión del público, la necesidad de combustible para la prensa… - Galtzagorri sopla la taza humeante -, hay muchas causas de stress en el profesionalismo.
- Sobre todo, cuando todo te coge muy joven – Hiruntchiverry pide agua con hielo para las quemaduras de lengua que ha obtenido -, con una falta de preparación para ese mundo de fieras que es el espectáculo circense en que el rugby se ha ido convirtiendo.
- Y luego es peor – concluye el Barón de la Florida que se ha pedido una segunda ración de ladrillos sin saciarse -, cuando la edad o las lesiones te echan fuera de la pista iluminada y de la música de charanga y te encuentras solo delante del espejo. ¿Creéis que en Donostia, la depresión postnavideña empieza el 21 de enero?