miércoles, 18 de septiembre de 2019

LOS SANFERMINES DEL 36


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El piso del Sr. Moreno y Oriol está cerca de la Plaza Elíptica, en pleno centro de Bilbao, está en una casa de escalera de madera que se conserva, a pesar de que se le ha encajado un ascensor del tipo ataúd electrónico, hace años olía a madera y a la cera con la que la portera la mantenía brillante, ahora huele a grasa de máquina y a frecuentes cortocircuitos. D. Antonio Moreno y Oriol no tendrá 30 años de edad pero con su pelo engominado, su bigote recortado, sus trajes de solapas anchas y su forma de hablar, cualquiera le echaría 100 años bien conservados. D. Antonio Moreno y Oriol recibió a Manu Majors y a Jon Galtzagorri en su casa, con las persianas bajadas para evitar la luz y el calor del mediodía que reinaba en la calle. Majors había conocido a su padre, fallecido hacía un tiempo y que era apenas un par de años mayor que Majors, así que al verle, cuando les abrió la puerta en persona, tuvo un pequeño sobresalto por la imagen imposible de una persona muerta tan viva.
- Así que el amigo Majors se está ocupando de los asuntos hereditarios de la familia de Iñigo Arriluze que Dios no creo que tenga en su gloria – dijo, santiguándose, mientras les hacía pasar a una mesita con sillones junto a un mirador, inútil en ese momento -, y queremos saber si tengo alguna reclamación, dado que le han informado de un encuentro, un encontronazo, que tuve con el fallecido que espero que no descanse en paz – se vuelve a santiguar - ¿No? Y para eso me honra con su presencia en mi morada, acompañado de oro prestigioso abogado de la muy noble y muy leal ciudad de San Sebastián… ¿Cierto?
En la conversación telefónica previa, Majors no había querido dar muchos detalles para evitar contradicciones pero no pudo convencerle para que viniera al despacho, así que tuvo que aceptar su invitación y más o menos repitió la justificación formal de aquella diligencia de investigación que estaba realizando, mientras bebía sorbos de uno de los cafés más malos que se pueden encontrar en Bilbao.
- Como Ud. sabrá, o como tú sabrás ¿Le puedo tutear? Creo que mi difunto padre, cuya fe le habrá llevado al lado del señor – vuelta a santiguarse -, le apreciaba mucho a Ud. y a su familia, tan de Abando de toda la vida. Muchas gracias, pues como te decía, debes saber que el anterior Iñigo Arriluze hizo la Santa Cruzada en el Tercio de San Miguel, ya que el Alzamiento le sorprendió en Pamplona, a donde se había desplazado con otros jóvenes para celebrar los sanfermines de 1936, fiestas populares que por aquel tiempo duraban algo más que ahora y eran verdaderamente populares y no como son ahora, excusa para que los sodomitas y las gomorritas se solacen en la lujuria y en la embriaguez. Aquellos jóvenes sabían divertirse sanamente y habían establecido su sede para las fiestas en una casa de lenocinio, como se hacía entonces, se descargaban las ansias juveniles con profesionales y no con aficionadas llenas de enfermedades sin ninguna tradición en nuestra sociedad. Y al terminar los jolgorios, el buen Iñigo se encontró con que el jaleo había comenzado en la vieja Iruña, capital católica del reino de los vasconavarros, y se apuntó al Tercio o lo apuntaron, que da lo mismo, porque la opción aquel día, supongo, no era difícil o con unos, que iban a triunfar, o muerto y a la zanja. Después de la guerra, a pesar de su ascenso social, siempre conservó sus vínculos con la Tradición, no faltando jamás a la cita anual de Montejurra y a todas las reuniones de “txapelgorris” que se hacían en el Señorío de Vizcaya, así que el Círculo le fue haciendo depositario de pendones, trofeos y reliquias que él conservaba en la casa solar de su familia en Arrigorriaga, en la capilla de la Santa Virgen de Padura, en un arcón que mi padre y mis tíos le habían regalado para esa sagrada misión, arcón que se abría anualmente para su exhibición en el acto de Montejurra y que se cerraba unas semanas después con mucha ceremonia, una misa oficiada por el capellán del Círculo y una comida de camaradería. Las circunstancias han ido haciendo que quedemos pocos que amemos estas costumbres y no sé precisarlo pero ya hacía unos años, con la muerte del padre supongo, o quizá con la pérdida de un pretendiente legítimo al trono del Reino de España, el caso es que los carlistas habíamos dejado de pasar por la casa de Arriluze en Arrigorriaga pero no habíamos olvidado que aquello que nos pertenecía estaba allí y hace unos meses, a principios de este año, le llamé a ese individuo medio francés, perdón, pido perdón, no quiero ofender la memoria del desaparecido en tan trágicas circunstancias aunque se lo mereciera. Me costó que me atendiera y cuando, por fin lo hizo, ironizó con el baúl carcomido y los trapos apolillados y que había tenido que remitirlos a unos restauradores para que los recuperasen, lo que le había costado una fortuna, y que había hecho donación de todo a la Fundación Sabino Arana ¿Te imaginas qué ofensa? ¿Qué insulto? Nuestras reliquias en manos de los separatistas ¡Claro que mi reacción fue violenta! ¡Claro que reclamo que se nos devuelva lo nuestro! - Antonio Moreno y Oriol se había levantado con excitación -, Y ese masón de mierda se ha muerto sin hacer nada para que nos lo devuelvan ¡Que arda en el infierno con Lucifer y toda su logia de diablos!
Manu Majors y Jon Galtzagorri abandonaron la casa poco después, una vez que Moreno recuperó la compostura, con los ojos acostumbrados a la penumbra pudieron percibir la decoración, un pequeño museo de las guerras civiles vascas, que oscurecía todavía más la vivienda.
- De oca a oca y tiro porque me toca – dijo Galtzagorri -, de los carlistas a los francmasones ¿Sabías que Arriluze era masón?
- No sé si lo sabía, nunca he prestado atención a esas cosas pero me da que este tipo no tiene nada que ver con su muerte. Mañana pasamos por el despacho de Arriluze para ver si hay algo interesante y supongo que tendremos que darnos una vuelta por Mallorca después de los sanfermines de 2019 ¿Qué te parece?



viernes, 13 de septiembre de 2019

CUBA LIBRE

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- Para mi el cubata de costumbre – dijo el clérigo de color, de color oscuro, al camarero -, pero el ron de ración de marinero y no de maricón, por favor.
El sacerdote guineano Benito Jones Diallo y el teniente de la Guardia Civil Fernando Ustarroz bebían ron con coca-cola los domingos a la tarde, el cura no pasaba de tres consumiciones normalmente y el militar nunca finalizaba la única que pedía y, sin embargo, era el cura el que más hablaba mientras que Ustarroz se perdía en sus pensamientos.
El mozo del Cappuccino les conocía por la visita repetida, raro el domingo en que no se dejasen caer sobre las 7 de la tarde, y como ya no quedan clientes que beban “cubalibres”, le parecían tan antiguallas como él, que esperaba un acelerón del calendario para jubilarse de una vez.
El cura describía su semana ocupada a atender las necesidades espirituales de centenarias feligresas de desaparecidas parroquias del interior de la isla, las múltiples misas y oficios que se acumulaban el fin de semana y la falta de medios que el obispado, más ocupado en las relaciones públicas y privadas del mundo material que en llevar por el duro camino de la salvación al cada vez más escaso rebaño de ovejas blancas que aun triscaba hostias – así lo contaba el párroco ambulante sin pestañear -, por los páramos del interior, e, ironías del destino, cada vez más ovejas negras o indias se tenían que emplear en atender la grey mallorquina.
- Y el buen niño Jesús antes fue llevado a Guinea por los españoles junto con la lengua y ahora vuelve a España de la mano de misioneros que son los hijos espirituales y, muchas veces carnales, de aquellos propagandistas ¿Ves para que servía el Domund de tu infancia?
- Benito no me toques las narices, que me parece muy bien que comas de un trabajo honrado y necesario como el tuyo, que alguien tiene que despedir a los muertos y consolar a los vivos, aunque sea un feo negrata adicto al cubata y perdona el pareado, pero tú crees tanto en que el zombi palestino aquel era hijo de Jehová como yo.
Pero Benito Jones Diallo no estaba interesado para nada en los comentarios blasfemos del navarro sino que seguía con sus disquisiciones sobre la falta de colaboración de las jerarquías con las tropas sacrificadas por los caminos polvorientos de la isla, cháchara solo interrumpida cuando alguna bella pecadora entraba en la cafetería o la abandonaba y se veía obligado por su profunda vocación a evaluar cuanta lujuria podía levantar la misma.
- Voy a tener que pedir un favor a alguien, quiero seguir un asunto hasta el final y tengo que lograr que me manden a Bilbao cuanto antes.
- ¿Cómo se llama ella?
- ¡Coño Benito! Que es por un tema profesional, que hay un caso abierto, del que no te puedo hablar porque al tercer cubata tu secreto confesional se va a la mierda, y este caso va a pasar a Madrid y de Madrid al frigorífico y las pistas se van a enfriar y no se va a resolver y…
- ¿Que cómo se llama ella? ¿Es vasca?
- De Bilbao, vale ¿Eh? Y se llama Begoña, como todas las de Bilbao, y en cuanto la vi, y estaba hecha una piltrafa, que me dije que era ella, la que yo esperaba, pero la he conocido cuando no era el momento ni el lugar.
- Yo tengo una tía lejana, Exuperancia, que tiene muy buenos contactos en la Dirección General de la Guardia Civil, supongo que le puedo comentar que quieres un traslado a Bilbao, supongo que ahora que no hay tiros por allí, habrá tortas por el destino, pero con intentarlo no se pierde nada.
El cura pidió una ración de aceitunas rellenas para hacer masa que amortiguase los efectos del segundo cuba-libre que también pidió, el de Fernando estaba prácticamente entero.
- ¿Si tú quisieras irte de la isla inadvertidamente, sin que el obispo se enterase de que harto de comer conejo isleño te quieres ir a Bilbao a ver a qué tal están las almejas a la vizcaína, cómo lo harías?
- Como tú, en un barco particular, en cualquier puerto te puedes alquilar una lancha rápida o un yate cojonudo que te acerque a Valencia por ejemplo, estás allí en 8 horas y luego de allí coges el avión o un coche o el tren o lo que sea. Y sabes que gente que te haga un favor siempre existe, depende del dinero que tengas.
Fernando Ustarroz estuvo repasando la carpeta del asunto por la noche en el apartamento, posiblemente la coca-cola le había desvelado, estaba seguro de que la pareja de esbirros que se había cargado al financiero bilbaíno se había ido por mar desde hacía días, no había salida alguna sospechosa por el aeropuerto, el abandono del vehículo en un polígono industrial cercano había sido una maniobra de despiste ciertamente eficaz pero maniobra. Las huellas digitales y los restos de adn encontrados en el piso no habían sido aprovechables, la limpieza que los sujetos habían realizado rematada por la propietaria había sido eficaz pero el Laboratorio de Análisis había conseguido un juego completo de huellas en el Marca, no eran huellas de nadie fichado en España ni en Alemania, aun faltaban respuestas de Interpol, pero estaba convencido de que tarde o temprano servirían para encontrar a los asesinos. Los dos gitanos seguían en la cárcel y no iban a salir por un tiempo, la policía de Osnabrück había enviado una solicitud de ayuda, una familia alemana había presentado una denuncia, sus dos hijas, una de ellas menor, habían sido violadas la última noche que pasaron en Mallorca, tras un cotejo del adn de las víctimas con el encontrado en los asientos del BMW, para asombro del policía alemán, la guardia civil pudo informar que habían arrestado a los autores del delito, así, como decía Fernando, a bote pronto.

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lunes, 2 de septiembre de 2019

BILBAO, CENTRO DE UNA GALAXIA MUY CERCANA

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Jon Galtzagorri Alcorta llegó de Donostia a Zumaia puntualmente. Manu Majors Echezarreta y su mujer Lin Chi-Ling le esperaban en el Marina Berri, un restaurante del puerto deportivo desde hacía menos de un minuto, posiblemente habían llegado a la vez pero uno encontró sitio para aparcar antes que el otro. No era un domingo de esos en que el viento norte-noroeste llena de nubes el cielo hasta parecer que va a llover pero el día aguanta fresco, o fresquito como se dice por el pequeño país del norte, para regocijo de los autóctonos y temor de los visitantes que prefieren achicharrarse con el cielo azul preparado por el viento sur, el viento que vuelve un poco locos a los vascos, era un domingo en que predominaba el viento sur-sudeste y la luz brillante de las dos de la tarde se reflejaba en los manteles blancos con rayas azules hasta no dejar ver por tener que cerrar los ojos a pesar de las gafas de sol.
Tuvieron que sentarse además en la zona más luminosa del comedor, así que Majors fue a buscar unas gorras de golf al coche y los tres comieron con visera protectora, no eran los únicos, en una mesa había una cuadrilla de abuelos con boinas del tamaño de las bandejas del restaurante.
El abogado bilbaino hizo un cuadro nada preciso de la situación, de la noticia de la muerte de Iñigo “Harry” Arriluze que, aunque había sido jugador de hockey, también había jugado a rugby durante un curso universitario, de las sospechas policiales de que había sido un asesinato, idea que también era compartida por el hijo del difunto, del mismo nombre que su padre y que solo había jugado a hockey sobre hierba, de la noticia reciente sobre la detención de dos sospechosos y de su ingreso en prisión por el Juzgado de Instrucción y del encargo recibido de hacer una investigación más allá de la que pudiera hacer la guardia civil con la excusa de ejercer la acusación privada en las diligencias judiciales ya que, aunque en un primer momento la viuda había designado al despacho de abogados de Figueruelas y Asociados para hacerlo, la familia, convencida por Iñigo Jr., se había puesto de acuerdo en que se ejerciese por el abogado que llevaba los asuntos penales del fallecido.
En las mesas de alrededor nadie atendía la conversación y si alguien hubiera prestado oreja a lo que Majors contaba tampoco habría entendido nada porque se hablaba del tema como se habla de una película que uno de los comensales ha visto y que quiere recomendar a los otros sin descubrir el final. Con los cafés Galtzagorri sacó un folio y un lápiz de una especie de saco que había traído y que había dejado en el suelo, el saco tenía el escudo de la selección francesa de rugby ya deslavazado por los años. Mientras hacía preguntas a Majors sobre todos los componentes de la lista de personajes de la intriga que iba describiendo, Galtzagorri iba dibujando una especie de mapa galáctico en el que en la posición del sol estaba Harry y en torno a él giraban los nombres de su esposa, hijos, parientes varios como nuera, consuegros y primos, socios, empleados, colaboradores… que Majors recordaba y otros que quedaban imprecisos o con interrogantes para responder.
- Me gusta hacer un diagrama de las relaciones entre las personas implicadas en cada asunto, diagramas de fluidos paranoicos les llamo, es más o menos lo que está de moda reproducir en las películas policíacas como fórmula de trabajo del protagonista investigador, se pone la foto del cadáver en el centro y las fotos de los sospechosos alrededor, luego se van eliminando sospechosos conforme el guion los va asesinando en el camino del guionista hacia el fin, el final insospechado. Yo lo hago en los asuntos civiles, laborales y también en los penales, combinado con una base de datos sobre cada una de las personas que tienen el más mínimo papel en la intriga, esto me permite establecer los flujos que van de uno a otro y hacerme una idea de lo que ha pasado, idea que puede estar equivocada o ser pura paranoia mía o, raras veces, ser la verdad. Yo empezaría por ir a ver al auditor que comparte despacho con el muerto, luego le pegaba un toque al carlista, en tercer lugar habrá que ver los implicados en los negocios de construcción qué pinta tienen, también convendría estudiar los negocios de los hijos que yo supongo que los seguiría tele-dirigiendo en cierta forma, toda la familia, sobre todo aquellos a los que haya hecho favores, no devolver un favor es un buen motivo para cargarte a un tío, y el resto habrá que ir improvisando. Como tendrás que ir a Mallorca para sentar que eres el abogado que se encarga, nos vamos juntos, tú hablas con la justicia y la guardia civil y yo me voy de putas – la cara de Lin reflejó cierto estupor -, es un decir, yo me voy a dar una vuelta por esos ambientes en los que se puede contratar a alguien por unos euros para que se carguen a quien señales, no parece lógico haber contratado esbirros en Bilbao y pagar las dietas de desplazamiento cuando es posible hacerlo “in situ”. Aquí tienes los teléfonos de confianza para el cliente y para ti. Y dadas las fechas, con todo este lío, otro año que no vamos a sanfermines.
Galtzagorri le pasó los teléfonos que sacó del mismo bolso y quedaron en que se verían en Bilbao para ir a visitar la oficina a la que Iñigo de Arriluze y Saint Lon les Mines, Harry para los amigos, no iba a volver nunca, en cuanto Majors quedase con Pedro Apoita Sopeña.
El lunes a primera hora, Majors llamó a Figueruelas y Asociados, quería pedir la venia para no dejar resquemores en un despacho de abogados tan cercano al poder, esto es, a Sabin Etxea. El propio José Martínez de Gurruchaga le atendió con una fría amabilidad que parecía más glacial que de costumbre, no puso inconveniente y ordenó, lo que así se hizo, que le facilitasen por correo electrónico copia de las actuaciones facilitadas por el despacho de Palma, así como los nombres y teléfonos de contacto del abogado o abogada que llevaba el tema y del procurador o procuradora que estaba personado en la causa, por si quería seguir utilizando sus servicios.
Al colgar el teléfono, Majors pensó que en el diagrama paranoico de flujos de Galtzagorri, o lo que fuera, faltaba un nombre quizá, pero lo borró de su pensamiento inmediatamente. Luego se puso en marcha, llamó a Apoita, llamó a Mallorca, llamó al jefe carlista Moreno  Oriol y se hizo una agenda ocupada de la semana. Habló con Iñigo Arriluze hijo para pedirle la relación de las empresas de construcción en que estaba su padre y éste le remitió a la base de datos del Registro Mercantil y a la documentación que pudiera tener su padre en Mallorca, porque dijo ignorar casi todo.
También tuvo que dedicar tiempo a trabajar en los asuntos de su agenda, a atender clientes, a cumplir plazos y a bordear el infarto cada vez que una resolución judicial le llegaba directamente a su ordenador de forma inesperada.
A media tarde recibió por correo electrónico un mensaje de Galtzagorri con un enlace a un montón de archivos en la nube y un archivo adjunto de poco peso, el mensaje decía que había colgado en la nube toda la información existente sobre personas y empresas vinculadas al tema de los Arriluze y que le remitía un diagrama actualizado. Majors abrió el archivo y el diagrama era ya como una serie de galaxias interrelacionadas por órbitas demenciales y, entre los innumerables planetas y estrellas, había un agujero negro con el nombre de José Martínez de Gurruchaga.