sábado, 23 de enero de 2010

MAD MAX

Pasando por Chueca hace un tiempo, mi acompañante se sorprendió por la abundancia de calendarios de rugby en escaparates. Le aclaré que se trataba del calendario del Stade Francais que anualmente se vende por centenares de miles no sólo entre gays. Es una idea de marketing de las más exitosas de su presidente Max Guazzini que ha convertido el rugby de club en un espectáculo de masas en París.

El actualmente italiano Guazzini es un abogado que se enriqueció con el crecimiento de la radio NRJ, a la que entró de la mano de la cantante Dalida, aprovechando la liberalización –ciertamente confusa y con escándalos-, de las ondas francesas, y que cogió al equipo parisino en segunda división en la transición del rugby hacia el profesionalismo y lo ha convertido en una potencia deportiva y del show business.

Pero ahora se enfrenta a un problema desagradable para todo dirigente deportivo, dos de sus jugadores titulares han recibido serias sanciones por comportamiento antideportivo de 24 semanas Dupuy y de 70 semanas por reincidencia Attoub. El gesto castigado de ambos esta vez fue meter los dedos en los ojos de un jugador contrario, "la fourchette", tenedor o piquete. La instrucción de ambos procesos se ha basado en la igualdad de armas y bilateralidad entre acusación de oficio y defensa, el juez deportivo se ha tomado su tiempo desde el 12 de diciembre en que pasaron los hechos para dictar, previa audiencia y práctica de pruebas, su condena. La primera reacción de Guazzini no ha sido afortunada, abrir la boca para denunciar que las sanciones son consecuencia de una campaña antifrancesa en el rugby internacional no es precisamente lo mejor que se puede hacer en estos casos.

Culpabilizar al otro es muy humano y esto, unido a la solidaridad como elemento esencial del grupo, le ha llevado por segunda vez esta temporada a Max a un comportamiento calificable de futbolero. Es elemental que debe apoyar a sus jugadores como dirigente de la organización pero nadie puede mirar a otro lado en este tipo de conductas contra el propio club. El proyecto colectivo muchas veces requiere que se aparte a quienes con sus probados actos lo perjudican.

Max Guazzini se responsabilizó del nombramiento y del cese, por el mal juego y malos resultados, del equipo técnico con el que los parisinos empezaron la temporada pero acudir ahora al fantasma del enemigo exterior suena demasiado a artimaña de líder en el crepúsculo de su carrera. Y si alguna vez dije que nuestro rugby debía de pensar en importar dirigentes del otro lado en vez de jugadores y técnicos, hoy he borrado a alguien de la lista de importables, aunque algunas de sus aportaciones vayan a marcar el desarrollo de nuestro deporte en el mercado capitalista del ocio.

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