domingo, 4 de septiembre de 2016

LIMPIEZA

El modelo de bar irlandés se repite en todo el mundo, las maderas oscuras, los espejos serigrafiados, los vidrios, los bibelots de tiempo pasado, las cervezas repetidas, las camareras con cara de estar agotadas… si la música no está demasiado alta, se puede hablar sin mucho esfuerzo. Como lo deben de estar haciendo dos hombres de traje y corbata junto a la barra, uno con media pinta de cervez rubia, el otro con una pinta de cerveza negra.
- Cuando se murió tan repentinamente tuvimos que limpiar su despacho. Tuvimos, porque lo hicimos otro colaborador de mi confianza, Mariano como te imaginas, y yo. Sabíamos que lo que íbamos a encontrar no era conveniente que lo vieran las empleadas y, aunque todos los socios sabíamos cómo era, la mayoría quería seguir aparentando que lo ignoraba.
Lorenzo miraba su reflejo en el bar de detrás de la barra mientras hablaba, se observaba el flequillo sobre la frente, de vez en cuando lo corregía, no miraba a los ojos de su interlocutor, con su color cetrino, sus ojeras, su voz cansada, iba recitando sus frases, como un mal actor, en tonos descendentes y, solo cuando el que le oía le hacía un gesto de incomprensión, después de un sorbo de cerveza, alzaba un tono la voz para volver a su relato e iniciar un nuevo descenso en escalera..
- Llenamos bolsas de basura con revistas, fotografías, vídeos… pornografía de todo tipo con todas las aberraciones que puedas imaginar, cremas, pomadas, pastillas de colores, consoladores, anillos, manoplas de látex, esposas, bragas, fustas, yo qué sé, un verdadero sótano del museo del erotismo más cutre repartido por cajones, armarios y archivadores.
El otro, que aparentaba escuchar, sonreía con sus ojos entrecerrados, todo lo que le estaba diciendo lo sabía perfectamente desde mucho antes pero tenía interés en saber a qué venía esa repentina ganas de confesarse con él, el ex-socio maldito que se había alejado unos años antes de aquel depravado, al que había conocido en una lejana infancia y con el que había fundado la sociedad.
- En el ordenador opté por sacar el disco duro y encargar que pusieran uno nuevo, así que también lo metí en una bolsa de basura. Luego nos fuimos a una “dechetterie” de un puto pueblo perdido en las Landas y nos deshicimos de todo ese caudal relicto.
Seguía mirando el flequillo en el espejo, unas veces subiendo el extremo del pelo, otras veces bajándolo hasta las cejas pero quien le oía estaba convencido que mentía, que seguramente había hecho una selección personal de recuerdos para él, que las aficiones eran compartidas, que lo arrojado en el basurero francés no era todo.
- Fue una limpieza absoluta. No dejamos nada que pudiera ser recogido por quien pasase después. Tenía ganas de que lo supieras, de que alguien más supiera que nada ha quedado de aquel pasado entre nosotros, que esas historias que se cuentan por ahí sobre lo que nos repartimos con las empleadas son fabulaciones...
- Nunca hagas caso a la rumorología -le contestó el sonriente bebedor de cerveza negra-,
en este pueblo la línea entre la realidad y la ficción se diluye fácilmente en alcohol, yo no sé nada, no he escrito nada en mi blog y no pienso escribir nada al respecto, querido Lorenzo.


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