miércoles, 13 de agosto de 2008

LAS LEONAS HERIDAS (2000)

Mientras que en el rugby ibérico la confusión ocupa todo y Ortega y Gasset es un buen soporífero para estas vacaciones, recupero un texto del 6 de abril del 2000 sobre mis horas patrullaje nocturno a la caza de cariño:


El macho solitario, que apenas recuerda que fue un león, compelido por sus hormonas –los órganos que no se usan se atrofian y se caen-, busca pareja, segunda pareja en su historia o enésima oportunidad que se da. Puede que la busque en esos bares donde se juntan a abrevar todo tipo de especies nocturnas de la ciudad, puede que la busque sin buscar incluso o puede que sus amigos y buenas amigas le vayan presentando el variopinto catálogo de solitarias y náufragas que parecen estar en su misma situación o puede que casualmente en el trabajo o en el viaje anual de su especie entre en el territorio de la leona herida.

La leona herida es una hembra atractiva que reina feroz en su territorio bien marcado. Ha decorado su corazón con trofeos que le recuerdan –y es inevitable-, a quien fue su compañero durante más tiempo que le dejó casi siempre una pequeña camada de cachorros como único vínculo a su pasado. Sabe que los machos solitarios en pos de la segunda oportunidad darán vueltas en círculo a su alrededor incansables y parece disfrutar con ello, a veces enseñándoles un tenue destello de las dulzuras que aún, si quisiera, podría compartir con ellos, a veces enseñándoles sus colmillos y garras para alejarlos al borde más lejano de su territorio.

El macho solitario sabe quién manda e ingenuo, anhelando que la leona herida olvide sus cicatrices, sigue ese juego mientras observa las maniobras de los otros machos solitarios, a veces oyendo los maullidos del expulsado padre de la prole que éste sí, ignorando su definitiva derrota, estúpido intenta una y otra vez reclamar el cetro perdido.

La leona herida es un bello animal admirable que ella sola es la dueña de sí misma, de sus recuerdos y de sus heridas. Afortunado del macho solitario al que durante un tiempo, demasiado breve siempre, le tolera unos lametones sobre las cicatrices. Cuando vuelva a sus solitarios paseos no podrá evitarlo y las llevará sobre sí reproducidas de forma indeleble y se habrá convertido en menos león aunque sea más solitario.

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