domingo, 25 de marzo de 2012

MIRAR AL ARBITRO

Aviron Bayonnais rugby union team in 1914.


El Aviron Bayonnais y el Olympique de Biarritz tienen ahora una final todas las semanas. Avanzan sobre la plancha mal sujeta a la borda del barco y abajo les espera un mar lleno de tiburones. Así es difícil jugar al rugby –más cuando en toda la temporada hasta ahora ambos han prescindido de jugarlo casi siempre-, y es de masoquistas ir a ver sus partidos pero uno se castiga entre sus seguidores con cierta frecuencia.
Los rojiblancos del lujoso balneario costero más o menos hicieron sus deberes en Lyon y se trajeron una victoria sin bonus, así que los remeros blanquiazules estaban obligados a ganar a los de Brive La Gaillarde que también están en la plancha floja y resbalosa. Y al final ganaron.
Hay partidos de rugby que hacen afición, afición a otros espectáculos. El del sábado fue una guerra sucia de agrupamientos en los que los puños y los tacos de las botas eran granadas y bayonetas, el balón rehén de los contendientes cada vez que salía de las montoneras procuraba escaparse hacia adelante de las manos que lo asían y los medios de melé en vez de jugar miraban al árbitro reclamando las faltas del contrario –el galés Mike Phillips parecía más un actor de la Royal Shakespeare Company que el cerebro de la selección ganadora del VI Naciones-.
Los auxiliares entraban continuamente a reparar las secuelas que creo que todos y cada uno de los protagonistas deben de tener, el árbitro pitaba un tercio de los golpes de castigo que se producían pero enseñó por lo menos cuatro tarjetas amarillas y una roja –al pateador y ala del Brive Carminatti-, y, a pesar de la inferioridad numérica del visitante, el partido parecía que iba a acabar mal para nuestros hermanos del norte que iban un poco por delante pero un error del zaguero Spedding permitió a Mazars hacer un ensayo que resultó decisivo. Y a Brive se fue un bonus defensivo tan sólo pero que puede ser muy bueno más adelante.
Aviron tiene un problema físico en la primera línea de la delantera y unos tres cuartos sin espíritu, así que los tiburones les miran con ojitos de gula.
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