viernes, 2 de enero de 2015

VIVIR, MORIR LA MONTAÑA

montaña
montaña (Photo credit: Wikipedia)
-          Ese momento de llegada al refugio después de haber vivido la montaña es mejor incluso que la cumbre alcanzada –dice Jon Galtzagorri con el estómago encogido-, la cerveza reparadora, las historietas de la jornada, la convivencia con los compañeros de excursión…
-          Es el tercer tiempo del alpinismo, las tensiones de la escalada, la concentración en cada paso, la tensión que requiere subir y bajar sano y salvo –prosigue el Marqués de Altamira que observa los húmedos ojos del viejo talonador cuya oreja derecha se quedó un poco alcachofa hace tiempo-, la confianza en el compañero que sostiene la cuerda o da una palabra de ánimo estallan como burbujas de alegría mientras se prepara la pasta de la cena en la cocina.
-          Pero a veces se produce un sacrificio humano, la naturaleza nos recuerda nuestra fragilidad y nos lleva tontamente al otro lado de la delgada línea que separa la vida de la muerte –Galtzagorri se acaricia la oreja chunga como intentando reformarla pero siempre que está preocupado lo hace-, donde inevitablemente acabaremos todos. Quien no se ha puesto a prueba en una ascensión inútil hacia el interior de sí mismo no lo puede entender pero el deportista de verdad es siempre como un alpinista: pone todos los medios para vencerse a sí mismo.
-          Queremos la vida, la vida plena, cogida a puñados, vivida a dentelladas y el destino te la niega, un mal placaje y te quedas en el campo o parapléjico quizá, o te quedas en la montaña que perseguías –sigue el de Altamira-, pero eso te puede pasar al bajar del autobús también, así que sobran las palabras.


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