viernes, 28 de octubre de 2016

DE TONGA A GROS


La cara de Iñigo retrata su vida, aunque le hayamos calificado muchas veces de “Cónsul Honorario de Donostia en Tonga”, su cara no es la de un miembro de ese ilustre cuerpo de ciudadanos que representan sus origen en sitios a donde no llega el Cuerpo Diplomático. Los vientos del Pacífico, los duros frutos del tiempo que ha tenido que comer para sobrevivir después de tantos naufragios, han pasado factura a aquel incansable “flanker” que partió un día en velero hacia una Australia a la que nunca llegó pues un islote de Tonga detuvo el rumbo de la embarcación inesperadamente -como esas columnas de párking que no avisan de sus maniobras para regocijo de los carroceros-.
El rugby e Internet nos han mantenido en contacto hasta que regresó y ahora ejerce a la inversa de “Cónsul Honorario de Tonga en Donostia”, siempre con algo que contar, en una mezcla de sueños y de leyendas, pintando paisajes de vegetación de color verde imposible sobre playas de coral que van desapareciendo en el mar azul que las acabará por engullir mientras sus habitantes juegan al rugby desde que se desprenden del cordón umbilical.
El rugby en Tonga es el mejor medio de buscar la vida más allá del horizonte, el profesionalismo ha hecho que este juego se haya convertido en la solución a la falta de futuro en las islas. Los ojeadores de los clubes no están de vacaciones por allí, así que ahora lo que hay en ese reino feudal es la siempre dolorosa emigración de los mejores jóvenes con todas las consecuencias que se derivan de ello, la buena del dinero para unos, las malas para las familias y para los “juguetes rotos” en que acaban convirtiéndose otros.
Las “Aguilas del Mar” nos van a visitar en Anoeta dentro de unos días e Iñigo flota entre Monpas y el Peine de los Vientos, recordando a su hijo, al que llevó niño en su singladura, y a sus nietos, ya tonganos, que son ahora los herederos de aquel consulado honorario de Donostia en medio de la mar pacífica y también emocionado, con la incomodidad inevitable de quien no pertenece ya enteramente a ningún sitio, por vivir un poco de Tonga de nuevo.



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