jueves, 13 de diciembre de 2018

CHALECOS AMARILLOS



Según se sale del pequeño país, donde comienza la inabarcable Francia agrícola, ésa en que las carreteras son el camino mas corto entre dos rotondas y donde las ancianas centenarias mueren al volante, en una de estas rotondas se ha montado una especie de campamento de nómadas pero que es habitado por personas de diferentes edades provistas de chalecos amarillos, de esos que hay que ponerse en caso de que el coche se quede detenido por ahí, hay algunas mujeres pero prevalecen los hombres. Pancartas improvisadas con reivindicaciones genéricas se van ahumando con las barbacoas, saludan a los que tocan la bocina al pasar, interrumpen la circulacion de algunos camiones de distribución de cadenas de supermercados y forman pequeños atascos. Los gendarmes se paran a saludar y, sin mucho esfuerzo, hacen que el trafico reemprenda su marcha… Hiruntchiverry, con su chaleco fluorescente, ha dejado la moto en el aparcamiento improvisado en un campo de colza que permanece no cultivado a unos metros del cruce de carreteras. Se provee de una ración de pizza que reparte gratuitamente – se paga la voluntad -, un comerciante que ha llegado con su rotulada furgoneta y se incorpora al núcleo asambleario mientras come.
- Los tecnocratas de los despachos de París solo piensan en que su beneficio es el resultado numérico – habla una abuela muy pequeña que fuma rubios mentolados al mismo tiempo -, de restar los números de los costes a los números de los ingresos y se olvidan de que los números somos personas, personas que cultivamos verduras, criamos patos y que vivimos en el horizonte del paisaje, allá lejos de su vista.
- Personas que necesitamos el coche para ir a comprar el pan y el Sud Ouest, para ir a correos a recoger los paquetes de la ropa que compramos por correspondencia – sigue un bigotudo colorado no mucho mas grande y que fuma negro – ahora que correos no reparte a las casas, o para ir al médico a por el certificado de defunción o para comprar lo que sea en un centro comercial…
- Y el coche es esencial – dice un tipo delgado con cara de cura enfermizo -, para ir a España por putas y tabaco.
La asamblea se ríe y le trata de todas las variantes de gilipollas que se declinan en francés y en « patois ». Luego siguen hablando de la gasolina y de lo que les afecta en sus ingresos de subsistencia.
Anochece cuando la reunión se va disolviendo. Hiruntchiverry regresa a casa por la autopista, aprovechando que el peaje sigue ocupado por otro grupo de chalecos amarillos.

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