lunes, 7 de julio de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 1

Imagen generada por IA


Mientras en un mercado de una ciudad china de cuyo nombre no quiero acordarme pero que es fácil de encontrar en Internet, alguien decidió comprar el bicho necesario para hacerse una sopa de murciélago, ignorando que el animalico era portador de un virus, en Hernani, el viento sur había propiciado un día caluroso y soleado.

Hay días en que Hernani está hosco, está hosco desde la mañana temprano. Aunque no sé por qué digo hosco en realidad, si puedo decir desagradable o cerrado o con ganas de soltarte una hostia por pasar por ahí.

La estación de tren de Hernani no está en el centro del pueblo, está en el barrio de La Florida, el centro del pueblo cuenta con un apeadero y, por lo general, la mayor parte de los viajeros de los trenes de cercanías utilizan el apeadero, así que se puede decir que la estación, primera parada viniendo de San Sebastián, es el apeadero de Hernani en realidad.

El núcleo de Hernani está en una colina, hay que coger un ascensor o subir unas interminables escaleras y rampas desde el apeadero hasta esa parte vieja de la villa. Más abajo, el barrio de La Florida era un caos de fábricas y talleres con casas populares desde los años 40 hasta finales de los 70. La crisis de los 70 y la especulación inmobiliaria fueron cerrando fábricas y creando urbanizaciones a lo largo de ejes urbanos que le dieron el aspecto de un ensanche de San Sebastián a esta parte llana de Hernani, antiguas marismas, que incluso cuenta con un pequeño estadio de atletismo como una especie de plaza central de la barriada, a la que se asoman viviendas soleadas, chalets adosados, caseríos desde las colinas que cierran el horizonte, viviendas de protección social…

Aitor tiene que recorrer andando, desde la estación hasta el inicio de la Cuesta de la Muerte, el par de kilómetros que separan la estación del piso de Miren, dos kilómetros bajo la lluvia, los días de lluvia, dos kilómetros al sol los días de viento sur. Miren vive en una de las salidas de Hernani hacia Donostia, a su casa se llega bajando de Hernani – los habitantes del barrio hablan de que suben a Hernani cuando se acercan al centro del pueblo -, pero luego hay que volver a ascender para salir del término municipal hacia la capital o hacia la antigua carretera nacional I.

-  Hay mañanas en que pongo un pie en la calle o en la plaza y  ya está, ya noto que el pueblo está hosco, especialmente hosco para ser Hernani, porque sé que para muchas gentes de fuera de Hernani les cuesta diferenciar esos días de los demás, de los días “normales” pero sé que esas gentes son de las que dicen “¿A Hernani? Ni para heredar” y luego te los encuentras en “sanjuanes” como si tal cosa  -por cierto ya están los “sanjuanes” a la vuelta de la esquina-. Pero ahora que vivo en Hernani, es que lo veo, hay mañanas en que el pueblo está hosco, muy hosco.

Aitor ha explicado a un procurador de los tribunales en una cafetería de Atocha, cercana al Palacio de Justicia, cómo es su vida de donostiarra en Hernani. Aitor es abogado, abogado con más de veinticinco años de ejercicio de la profesión en Donostia.

 Los días de viento sur no son mejores que los días de lluvia para hacer los dos kilómetros entre la estación y el portal de la vivienda de Miren a casi las 2 de la tarde, el sol busca cómo aplastarte contra el suelo y los arquitectos rifaron los soportales entre los edificios, así que las fachadas de ladrillo cara vista reflejan los rayos del sol sobre el cogote de Aitor que corre más que camina desde que se bajó del tren.

¿Por qué está hosco Hernani? No es un día de finales de noviembre o de inicio de diciembre de 2010, un día en que fuentes de ésas, que se dicen generalmente bien informadas, habían afirmado rotundamente que “estamos en el comienzo del principio del inicio del prólogo de la salida del introito del arranque de la partida del origen del primer paso del proceso del camino del fin de ETA, pero que no se puede asegurar, así que prometen seguir informando”. Aquel día para la esperanza de mucha gente en Euskadi. Sin embargo, quizá porque, como todos los días, la humedad industrial del río Urumea se pega a los pirulos de la recogida de basuras “puerta a puerta” que vino para quedarse y se ha quedado y ya está y sigue funcionando o quizá porque es un día en que ya ni se percibe el olor a orinas permanentes petrificadas en lajas y paredes sobre los detergentes esfuerzos municipales o quizá porque los fantasmas del síndrome de Hernani que se petrificaron también en todos los años de plomo siguen ahí, en los restos de pintadas y pancartas de interés arqueológico, que los fotógrafos y camarógrafos siguen documentando en todas las televisiones y publicaciones. Pero Hernani sería Santander, sin esa protesta gráfica petrificada de quienes dictaron su agenda diaria durante tanto tiempo, Santander o así, por eso tiene que quedar ese resto de nostalgia del telón de acero gris, ese telón que separaba Hernani de la “normalidad” y de la caricatura.


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