Laval es final de etapa del Tour el sábado 12 de julio. Laval es Francia y Francia existe para hacer bonito en las retransmisiones ciclistas mientras dormimos la siesta, como ya hemos dicho.
Llevo tres años viviendo en Laval, mi exilio « lavallois » se acaba el mes que viene y regreso al pequeño país, a la eurociudad « donostibiarrota », el gran balneario de la Costa Vasca pero me apetece escribir hoy de Laval aprovechando que el Tour la ha puesto en el mapa.
Para situarnos, si se abre el álbum de Asterix por la página en que se sitúa la aldea gala irredenta, Laval está a la altura del campamento romano Babaorum y hoy en día está en un punto central entre Le Mans, Rennes y Angers, un poco al sudoeste de París y a 1 hora y cuarto en TGV de la estación de Montparnasse y a poco más de 100 kilómetros de la costa bretona o sea que tiene escapatorias atractivas.
Laval en sí se visita andando en un paseo mañanero y poco más. Hay cosas para hacer turismo y con voluntad se puede llenar incluso la tarde y parte de la noche, me explico a continuación.
El MANAS, museo de arte naïf, en el viejo castillo, en la colina. Es un museo cruel, al que voy mucho, es gratis. Reúne los cuadros que, si te regalan uno, te dan un disgusto porque tienes que romper tu amistad con el que te ha hecho el obsequio. La fealdad expuesta en casa ajena, muy buen exhibida en este museo, tiene su atractivo y además cambian a menudo porque tienen abundante fondo lógicamente y las exposiciones temporales son muy buenas dentro de ese tipo horrendo de arte. Ahora tienen un cuadro de Rousseau en préstamo, la encantadora de serpientes, pero normalmente solo tienen uno pequeño, bastante birria, de este pintor nacido en Laval, a escasos metros del museo. Nadie de los que he llevado ha salido decepcionado, merece ser la primera visita. Además el castillo viejo, su jardín, la terraza con la vista sobre la ciudad y el río y el castillo nuevo forman un conjunto de indudable encanto y con rincones que hay que fotografiar o pintar.
El jardín de la Perrine no está lejos del Manas y es un gran parque con una bonita rosaleda, darse una vuelta por él estos días, abstenerse alérgicos, es agradable. Para llegar a la Perrine se pasa por la parte vieja de Laval un poco y a la vuelta se pueden visitar sus calles con sus casas medievales donde han cerrado hasta los bares aunque en la parte baja hay una zona de pubs y discotecas que se mantiene viva incluso por la noche los viernes y sábados, Laval es una ciudad universitaria y los estudiantes necesitan beber de las fuentes del saber que, como todo el mundo sabe, se destila produciendo alcohol en todas sus variedades. Inevitablemente se ven restos de lienzos de las murallas, puertas y torres que conformaban el primitivo casco alrededor de la colina donde se encuentran el castillo y el jardín.
El río Mayenne invita a navegar tranquilamente por él, se alquilan embarcaciones de todo tipo en pleno centro, cerca del viaducto del tren, hay esclusas para bajar y subir en la excursión fluvial. La tentación de bañarse dura poco, el agua del río es veneno de pesticidas y abonos, así que hay que ducharse después del esfuerzo en el alojamiento. El paseo por el camino de sirga en cualquiera de las orillas y en cualquiera de las direcciones es también muy agradable, hay chiringuitos varios para reponer líquidos y el paisaje seduce al artista que todos llevamos dentro, algunos muy dentro.
Se pasa delante del ayuntamiento sin querer, acaban de arreglar la gran plaza y explanada de delante donde han instalado un mercado cubierto. En un rincón, junto al tiovivo permanente, está la estatua de Ambroise Paré, primer gran cirujano militar, nativo de Laval.
Se pueden visitar algunas iglesias, es un país muy católico, la de Avesnieres no está mal, la catedral es fea en mi opinión, pero tiene el detalle morboso de recordar que se guillotinaron a 14 curas allí al lado y que el tribunal revolucionario estaba compuesto de otros curas. En la gran plaza que se forma entre la catedral y el castillo nuevo hay mercado de productores locales el sábado, gran animación, y el martes, en esta plaza, en su parte baja hay una buena panadería, la Maison du Pain, que tiene una plaza en su fachada donde se recuerda a los guillotinados.
En otra colina, se encuentra el Pequeño Teatro de la rue Jean Maçé, no es monumental pero es el teatro en el que he vivido artísticamente estos años. Es un teatro patera, se puede consultar la programación en « Bouger en Mayenne », revista de promoción de las actividades culturales del departamento, pero si está anunciada « Ubu en Afrique », la pieza estrella de la compañía residente. llevamos tres años con ella, merece la pena verla, una versión africana del texto de Alfred Jarry, nacido en Laval, con dos docenas de actores inmigrantes, sin papeles muchos, representada en 17 idiomas…
Hay que coger el coche, a 17 kilómetros está el Museo Robert Tatin en Cossé Le Vivien. Museo al aire libre con las esculturas – y pinturas en unas salas -, de este personaje, pintor y escultor, indescriptible. No es precisamente un cerebral escultor vasco de los que conocemos. Su casa y su parque están llenos de alegría y de esperanza, espectacular. No hay que irse de Laval sin verlo.
Y, para mí, esto es Laval. Se me escaparán cosas inevitablemente pero no soy una guía.
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