miércoles, 30 de abril de 2008

EL INOCENTE NAVARRO Y OTRAS PARADOJAS

Todo el mundo es inocente mientras no se demuestre lo contrario excepto Gurpegui.

El jugador navarro del club deportivo Athletic de Bilbao patrocinado por la Diputación de Bizkaia es inocente de doparse aunque se ha demostrado un par de veces lo contrario tanto ante la justicia deportiva como ante la justicia ordinaria.

Durante los primeros cuatro años del caso me pareció asombroso no oír alguna voz sensata de su entorno que en vez de esforzarse en denigrar la lucha contra las malas prácticas deportivas se esforzase en apoyar al jugador como persona de verdad y en reforzar los valores éticos del deporte –si en el fútbol queda algo de deporte-, pero sólo en las ondas perdidas de la noche radiofónica hubo algún comentario al respecto, rápidamente acallado por el estruendo de quienes no aceptan que el caso demostraba que había que incrementar los controles en cantidad y calidad.

El show mediático que se ha ido montando en torno al regreso de un futbolista después de dos años de sanción por su comportamiento antideportivo está mandando un mensaje sobre los valores éticos de su Club e inevitablemente sobre los de la Institución Foral que con dinero público viene a ser su patrocinador principal.

La lucha contra el doping en el deporte es fundamentalmente ejemplar y educativa por ello este largo culebrón con sus protagonistas tristemente tan próximos es un ejemplo de lo contrario, la conclusión del mismo es que todo vale para competir y ganar siempre que no te pillen en la trampa y si te pillan todo vale para que los tramposos queden como víctimas.

No sé si a los deportistas que mean extrañas sustancias inevitablemente habrá que declararles ineptos para el deporte por tal razón ya que en pura lógica van a volver a dar positivo una y otra vez –supongo que el futbolista en cuestión tendrá ya un rosario de positivos para estas horas pero no lo he visto publicado-, o crear competiciones reservadas para ellos pero los responsables deportivos algo tendrán que hacer -claro que hoy por hoy en el fútbol es muy difícil encontrar un responsable-.

Y aquí entran para mí los patrocinadores, los valores de un patrocinador no pueden asociarse a la trampa, al engaño, al fraude... El deportista que pide el dinero del patrocinador adquiere una representatividad de esa empresa o institución. El patrocinador deja en sus manos demasiadas cosas para no reaccionar en los casos en que su imagen es manchada por la actuación de su representante.

En otros deportes, como la natación, ha habido actuaciones de deportistas sancionados ejemplares y que han dado la vuelta a los perjuicios que la infracción les había causado. Por otra parte en el ciclismo se han visto conductas de patrocinadores anteponiendo su responsabilidad social a los intereses publicitarios inmediatos.

La responsabilidad social corporativa hace referencia al conjunto de obligaciones y compromisos, legales y éticos que se derivan de los impactos que la actividad de las organizaciones producen en el ámbito social, laboral, medioambiental y de los derechos humanos.

Por ello, desde deportes como el rugby cuando se apela al apoyo económico de instituciones y de empresas, se acude a su responsabilidad social corporativa, a esos valores que el rugby simboliza en la colectividad y que los líderes empresariales y sociales dicen compartir.

Las marcas, los establecimientos o negocios locales y las instituciones que unen su imagen a la del rugby de cualquier nivel tienen que hacerlo porque asumen los valores de equipo, solidaridad, respeto al adversario, juego limpio... característicos de este deporte además de devolver a la sociedad en que se enclavan parte de lo que reciben de ella y de obtener rendimiento publicitario para su inversión.

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