jueves, 11 de diciembre de 2008

UN JACOBINO EN LA CORTE DE SABINO

English: Maximilien de Robespierre (1758-1794)...
English: Maximilien de Robespierre (1758-1794), pastel (Photo credit: Wikipedia)
La temible ambigüedad de los términos jacobino o jacobinismo que la Revolución Francesa y el Imperio de Napoleón nos ha legado deja subsistir finalmente, al nivel de una memoria compartida entre el anatema y la admiración, el recuerdo de una energía colectiva, movilizada al servicio de la Revolución y su ideal democrático.

Las revoluciones posteriores muchas veces se han apropiado de sus referencias y el terrible resultado de las mismas en dictaduras que aún hoy en día subsisten –algunas convertidas en capitalismos de partido único-, han acabado por ocultar la tenue luz jacobina que aun nos llega.

Se ha dicho que hoy es necesario valor u obstinación para pretenderse aún jacobino, por lo que es muy común replegarse prudentemente sobre el jacobinismo histórico. A pesar de que uno se vea a menudo como un jacobino en esta corte de Sabino más que como un leninista liberal u otra definición paradójica, este ciudadano -que cree contarse entre el reducido club de patriotas de una Europa que supere las patrias de los terruños que se perciben desde el campanario de la parroquia por muy bonita y ancestral que sea-, no puede dejar de lado el calificativo que nos lanza como una piedra –tantas veces letal-, el tonto del pueblo en que le nació su madre. Así que identificado como sucesor de aquel patrimonio ideológico me califico de jacobino.

Y con todo. Aunque solo permanecería de aquella herencia la memoria de una voluntad colectiva de cambiar el mundo y de unir para ello las voluntades individuales en un gigantesco esfuerzo de generosidad, proselitismo y acción concertada, el jacobinismo, desnudo de todas las esperanzas que no podía y no pudo cumplir, deja aún el recuerdo de una experiencia exaltante ¿Quién no se ha imaginado en aquel convento parisino sentado al lado de Robespierre?

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