jueves, 7 de mayo de 2009

MEAR EN LA DUCHA

La ducha era colectiva y común para los dos equipos en los viejos vestuarios del campo de rugby de Trevijano en Ordizia, como era frecuente en otros muchos campos y supongo que aun quedan algunos, así que, acabado el encuentro, los jugadores se libraban del sudor y el barro en inevitable proximidad.

Recuerdo –batallas de abuelete-, que una vez, estando yo de los primeros en una de esas duchas, quizá en Ordizia, entró un jugador que lo primero que hizo fue orinar abundantemente, apuntando certero en el desagüe y a modo de explicación me dijo: -Todos meamos en la ducha y yo no soporto a los que lo hacen con disimulo y te riegan la pantorrilla.

Hay cosas tan inevitables como mearse en la ducha. Una de ellas es ese resquemor que queda ante lo que se siente como una injusticia, resquemor que se debe superar y aprovecharlo para motivarse en el esfuerzo hacia mejores logros. Pero es difícil esto, es más vilmente satisfactorio aprovechar la algarabía de la ducha colectiva para ensuciar, aunque sea un poco, al contrario y... que éste no se agache a recoger el jabón.

Escatológico es este comentario pero estos días en Euskadi me parece que se está meando demasiado en la ducha del Parlamento Vasco o así.

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