lunes, 20 de diciembre de 2010

DOPING EN WIKILEAKS

Esto de escribir es recordar lo que nunca pasó –espero que esta frase no sea mía-, y escribir esta columna semanal es una adicción, que tiene su premio Pulitzer en el comentario casual del taxista o de la última en la pescadería y que me permite rememorar lo que nunca me ha pasado.
Estos días se filtran gotas malolientes desde las cañerías de los bastidores también del deporte que forman su charco que todos acabamos pisando aunque no queramos.
La inocencia la perdimos hace tiempo en cuanto al uso de sustancias prohibidas en el rugby y continuamente una muerte allí, un positivo por ahí o una imagen aquí nos hacen revivir aquella primera vez.
Porque hubo una primera vez en que un entrenador, un compañero, un pariente... nos pasó el producto –aquello que nos iba a permitir recuperar o muscularnos más rápido-. Posiblemente no era ilegal además, porque la legalidad ha sido un marco cambiante con retraso sobre la realidad de una farmacia accesible. Así que lo que se tomaba hace unos años, ahora está prohibido e incluso lo puede detectar un analista contratado precisamente por su incapacidad para encontrar algo.
A nuestro nivel no hay un objetivo crematístico en el doping, nuestro rugby es tan pobre que no parece que pueda fomentar el consumo que se da en ya en los profesionales pero ese sacrificio que requiere la preparación metódica, mientras la cuadrilla se va de juerga, tienta a sustituirlo artificialmente por algo que permita saltar a la cancha sin mucho “clavo”. O la necesidad de tapar un hueco cuanto antes en la alineación o el propio espíritu de emulación llevan a veces al empleo de aceleradores del regreso o del músculo.
Sobra la condena hipócrita de quien es pillado, hay que sancionar y reinsertar porque el camino de la educación en valores es duro y no valen atajos artificiales en él. Por otra parte, por mucha poción mágica que se pongan Asterix o Viriato, los romanos acaban ganando.

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