jueves, 23 de agosto de 2018

NADIE DIJO QUE FUERA FÁCIL

El bar restaurante tiene un cierto aire de “saloon”, quizá porque se encuentra en una localidad costera del “far west” de Bilbao. El patrón, detrás de la barra, no parece tener en irse a casa en la madrugada y se va mezclando en la conversación literaria que tienen unas damas y unos caballeros, de más de seis pies de altura como los protagonistas de las viejas novelas de Marcial Lafuente Estefanía. El nombre del establecimiento está entre los patrocinadores del torneo de rugby que ha tenido lugar en la playa del lugar.
- Vosotros, los de rugby, sois un poco raritos - dice el cántabro, sirviendo la ronda de la espuela -, aquí todos juntos, después de haberos sacudido de lo lindo, discutiendo acaloradamente sobre ficción y no ficción en las novelas de Atxaga, de Arámburu, de Raúl Guerra…  es para pellizcarse y despertarse, no lo he visto jamás entre la gente del fútbol.
- Lo que pasa es que al fútbol se juega con los pies -contesta Galtzagorri, señalando la foto dedicada de Ronaldo bizarramente dispuesta junto a la de la plantilla del Athlétic de Bilbao -, y al rugby se juega con la cabeza.
La “boutade” de Galtzagorri ha sido oída por el resto del grupo, que interrumpe la tertulia dividida.
- A éste no le hagas caso que jugaba de talonador - dice el Marqués de Altamira apoyando la mano en la coronilla benedictina de su amigo -,  y ha empleado tanto la cabeza que no le queda una neurona en su sitio. El rugby cada vez se parece más al fútbol pero aún conserva, incluso el rugby profesional, ciertos principios esenciales y cierto elitismo…
- Una especie de bisontes con valores -dice Emma Ileurdiñ que también tiene un ojo morado -, que se embisten entre ellos pero que se creen unos nobles caballeros de una tabla redonda y que pueden mirar por encima del hombro a los pateadores de cuero plastificado.
Galtzagorri está haciendo muecas de incomprensión y solo dice:
- Hace falta cabeza, mucha cabeza


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