- Londres, volver a Londres es siempre como encontrarse con aquella novia de la adolescencia con la que perdiste tu virginidad – dice Galtzagorri a Labarthe al encontrarse en la puerta del hotel de Hammersmith el jueves -, la sigues reconociendo y queriendo aunque los dos hayamos cambiado.
- No es la primera vez que venimos y nunca antes te había visto esos ojos románticos – se ríe Aristide Labarthe que junto con su mujer esperaba a la pareja donostiarra antes de registrarse -, quizá es porque te has liado en el metro para venir que dice tu mujer que la querías dejar abandonada en una estación del camino.
- Tiene la cabeza en historias de hace décadas y no entiende que los mapas de las líneas se han complicado, cree que los años no pasan – Coro recoge la llave y se dirige a la habitación para lanzar la bolsa y poder salir corriendo a « tiendear » con Patricia Labarthe -, y aquí pasan más rápido que en el país de la Zurriola.
- Londres y yo tenemos una historia inconclusa de amor, así que voy a ser un poco infiel a Donostia, aunque la infidelidad con viejos amantes, dice mi señora, no cuenta en la balanza… será bruja.
- Hablando de brujas, hemos visto en el aeropuerto de Burdeos a aquella novia famosa que tuviste, la que se hizo la cirugía estética y... ¡Cada vez se parece más a la bruja de Blancanieves ! Apenas la he reconocido por su voz de bajo.
La cena en el restaurante indio del barrio, restaurante tenido por pakistaníes como todos los restaurantes indios, les dejó dormir a los cuatro bastante bien. El viernes a la mañana, previo viaje en autobús rojo de dos pisos, lo dedicaron a ver precios en todas las trampas preparadas para la caza de turistas en el centro de la ciudad y a esquivar las hordas de visitantes que, como ellos, invaden Londres, otra ciudad víctima de su éxito a la que se le añade la nefasta privatización de los que un día fueron los buenos servicios públicos británicos y las secuelas del suicidio gilipollas que fue el Brexit.
El estadio del Tottenham es magnífico pero se encuentra allá lejos y nadie avisó que la seguridad obligaba a dejar las mochilas más pequeñas en una consigna de pago…
Los sudafricanos, como toros de Fuente Ymbro, cuerno más, cuerno menos, pasaron por encima de los buenos chicos de Gloucester, cuyos maillots recuerdan a los del Universitario Bilbao Rugby Club en un partido entretenido para ser una final, aunque sea de la Challenge.
Al día siguiente, sábado, otra mañana cultural por la City, Galtzagorri recordando sus visitas de trabajo a ocultos despachos sitos en callejones discretos a los que nunca llega la luz del sol ni de la moral. Luego, larga marcha por vía férrea al estadio, desprovistos de todo equipaje innecesario, para ver una final de las que reconcilian con el rugby, además como el Stade Toulousain tiene los colores de los anarquistas Belarri Motzak de Rentería que han marcado la historia del rugby guipuzcoano y que también son los colores de los equipos de rugby de las Facultades de Derecho pues los cuatro de la cuadrilla se encontraron como en casa.
Uno tiene simpatía, sin embargo, por Leinster, las cervezas en Edimburgo y en Bilbao con sus seguidores en noches victoriosas nos marcaron… pero la ciudad que cantó Claude Nougaro tan bien tiene un equipo formidable en todas las fases de este ajedrez colectivo que es nuestro deporte y fallar el drop de la victoria forma parte del deporte del balón oval. Así que el Stade Toulousain tuvo su merecida sexta estrella de la Champions Cup.
- El aperitivo dominical junto al Regent’s Canal al sol del mediodía parece que es en Gros : croquetas de jamón caras y pequeñas en un kiosco español – Casa Manolo -, cocinadas por un italiano que aprendió a hacerlas en Donibane Lohitzune…
- Hay que coger el tren para volver a París y estos dos tienen que ir al aeropuerto.
- Sí, cariño.
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