lunes, 31 de agosto de 2009

UN TOGADO EN BRETAÑA


Chabrol ha rodado algunos de sus mejores y más inquietantes films en Bretaña –La región tiene un excelente organismo que facilita los rodajes, incluso con ayudas financieras, lo que explica bastante la abundancia de directores que sitúan el guión por allí-. No sé cuántas de sus cincuenta películas se sitúan en esas carreteras estrechas, pueblos fantasmales, acantilados al viento, playas que se alargan y menguan a velocidad de marea vertiginosa, iglesias dibujadas por arquitecto adicto al “pommeau”, casitas aisladas, mansiones, castillos, ruinas y macizos de hortensias ordenando el brezo de los páramos.
Los diálogos desequilibrados de la mujer burguesa que no calla y exhibe sus desocupaciones que la agobian tanto ante el cónyuge resignado a tener que cometer un crimen como forma de expiación de su insoportable vida que las vacaciones no cesan de subrayar... parecen escritos para estos bretones escenarios. Tengo que repasar la obra del viejo Claude con tiempo.
Ir a Bretaña era volver un poco a los orígenes -no sólo por ir al castillo de La Latte donde Kirk Douglas y Tony Curtis culminan Los Vikingos de Fleischer entre zureos de tórtolas y planeos de gaviotas que allí siguen esperando que el tuerto normando Einar resucite-, para pasear por Nantes y encontrarse con la tienda de Gilles Massé por ejemplo en su parte vieja o ver lo que queda del río Loira a su paso por Rezé. Y como todas las vueltas a las raíces, ésta también incompleta, demasiados acúfenos e itinerarios forzosos. Otra vez será.


Notas fílmicas
El funeral vikingo se puede rodar en una charca con dos maquetas. Me quedo con el de “Beau Geste”.
Yo creía que escritores eran quienes hablaban más fácilmente con una hoja en blanco que con su cónyuge. Supongo que los directores de cine tienen un síndrome similar.

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