viernes, 26 de agosto de 2011

AMOR IMPOSIBLE

José MourinhoImage via Wikipedia

La empecé a amar enseguida. Un ridículo flechazo. Aguantó mi mirada de permanente pescador y, una sirena, ella fue quien me pescó a mí. Antes de que se acabara la pieza de Tony Bennet en el ambiente sonoro de la whiskería ya la tenía tan cerca que nuestros olores eran uno. Dos gintonics después,  una visita alternativa al tocador y el amanecer, a la hora que fuera, juntos devenía inevitable, una conjunción astral prevista por los astrónomos más reputados. La sincronización de sus caderas con mis deseos cuando emergíamos del local me llegaba a asustar en el estómago. En el camino al taxi nos besamos lo suficiente para comprobar que el horno estaba para todos los bollos, así que le acompañé para que se proveyera de tabaco en el único bar que vimos abierto –ése que está camino de un puerto o de un muelle o de un colchón-, mientras ella se hacía con un par de paquetes –yo sigo sin fumar a pesar de todo-, mi ojillo derecho se desvió a la tele encendida en el inexorable realmadridismo permanente de este estado español, antes España, que nos rodea y en un entrenador portugués de mirada gilipollas. Catástrofe. Ella también miraba y sonreía, sonrisa arrobada. Una simple pregunta mía derribó el erecto castillo a los bárbaros abismos de la desolación una vez más. Le gustaba el Madrid.  Así que la dejé en el taxi y le prometí con toda falsedad que le llamaría. No me tiré al puerto porque no sé nadar pero era lo único que me podía tirar con ganas esa noche.


Enhanced by Zemanta

No hay comentarios: