miércoles, 5 de junio de 2024

AMOR DE HOTEL, AMOR DE HOGAR



- Mira, Aitor.

Paulina empezaba siempre sus divagaciones con esas palabras « Mira, Aitor ». Después de hacer el amor por primera vez de la mañana, de la tarde o del día que iban a pasar juntos, mientras descansaban relajadamente desnudos en la cama de la habitación, Paulina formulaba el introito de su monólogo « Mira, Aitor », Aitor no miraba, escuchaba y, a veces, se dormía un poco, si esto pasaba, Paulina le despertaba inmediatamente con una patada, un codazo o una bofetada, dependiendo de la posición en que ella se encontrase. Si la habitación era de un hotel, reservada por Aitor siempre, ella no fumaba pero si la habitación era de una casa rural, reservada por Paulina, ella encendía uno de esos cigarrillos largos y delgados que dejaba consumirse en la mano, dando unas pocas caladas entre las frases de su disertación. Hoy estaban en una de esas habitaciones de caserío vasco que Paulina tenía en su lista de « zulos », aunque en la entrada del camino contaba con la señalización oficial de « Casa Rural » era una excepción, normalmente Paulina gustaba de comportarse como un explorador indígena y llevarle a Aitor por las pistas y caminos imposibles del profundo sur guipuzcoano o vizcaíno, alguna vez tardaban tanto en localizar el abrigo que hicieron el amor bajo la lluvia sobre una de esas mesas fijadas en áreas de recreo habilitadas por los pequeños ayuntamientos vascos para que los caminantes, peregrinos o turistas puedan disfrutar del paisaje, Paulina y Aitor se empaparon y llegaron al caserío, que no estaba tan lejos, para secarse y continuar su encuentro sexual. Pero hoy, la habitación confortable y luminosa, las ventanas abiertas en un día otoñal de viento sur, de un caserío fotogénico les había acogido apenas un cuarto de hora antes y ya habían finalizado el primer round, « primer polvo para entrar en materia » otra de las frases que Paulina empleaba con frecuencia. Como otras veces, ella solo se había desnudado de cintura para abajo, una breve falda y un tanga invisible, sin descalzarse, taconazos de aguja, y Aitor apenas se había bajado los pantalones con los calzoncillos hasta las rodillas y sentado en la silla, mientras se besaban y acariciaban, ella encima de él mientras hacía los movimientos de pistón precisos se podía ver en el espejo del gran armario ropero, Paulina se veía guapa en la imagen reflejada, en la expresión de sus ojos que buscaban el orgasmo en su interior, Aitor seguía su ritmo a la vez que la desnudaba del todo, arrojando la ropa por el suelo y desnudándose él del todo. Había sido un orgasmo notable pero no llegaba a sobresaliente en la escala de ella, en la de él, como todos, se puso un 10 sobre 10, luego Paulina sacó el paquete de tabaco y el mechero del bolso y se habían tumbado sin cubrirse, sudaban pero la temperatura ambiente no parecía propicia a resfriarse.

- Mira, Aitor, hay dos tipos de amor en la pareja, el amor de hogar y el amor de hotel. El amor de hogar es el que yo tengo con mi marido y tú tienes con la tuya, con Miren, que no es tu esposa pero como si lo fuera, ese amor de las pequeñas cosas entre semana, las comidas juntos, las salidas por el pueblo juntos, las broncas de pareja, los niños y sus deberes juntos, el sábado si el marido no se ha emborrachado mucho pues el polvete al regresar a casa que no está mal y, si no, el de la mañana del domingo que suele ser como más flojo, en todo caso antes, durante y después, una debe hacerse los deberes para no perder las ganas de repetir, ese es un amor limpio, honesto, burgués y que da muchas satisfacciones, además de algún disgusto y mucho aburrimiento. El amor de hotel, es el clandestino, en el que verdaderamente solo cuenta el sexo, encontrarse con el otro para follar, un « aquí te pillo, aquí te mato », un amor físico, un amor químico si es necesario, un amor que nunca se sabe si se podrá repetir – estamos teniendo suerte porque ya llevamos más de un año jugando esta liga -, un amor en el que vale todo, un amor hecho de todas las posiciones, de “sesentaynueves”, de “noventaynueves”, de sodomías, de “kamasutras”, de “mesasutras”, de “cochesutras”… pero en el que no hay, no debe haber, otra cosa que sexo. Are you ready ?

Al acabar su descripción de la vida matrimonial Paulina había dejado la colilla apagada en un cenicero que había sobre la mesilla y, mientras se refería al adulterio sistemático que ella practicaba desde bastante antes de encontrar a Aitor, se había dedicado a deslizar los dedos de su mano derecha sobre el glande púrpura del abogado donostiarra que era evidente que se podía considerar preparado.

- ¿Sodomía ? ¿Has dicho sodomía ? ¡Qué idea ! Para eso hace falta prepararse, flaca.

- Una sale de casa con los deberes ya hechos y en el bolso tengo unas taladrinas estupendas para el orificio y lo que haga falta.

Por las ventanas se oía el cacareo de las gallinas, algún cencerro de ganado, una motosierra desagradable en la lejanía, el motor de un avión que buscaba hacia el mar la buena orientación para tomar tierra en Hondarribia o en Loiu, cualquier opción era posible.

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