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Hace un tiempo escribí uno de estos posts titulado « Odia el delito, no compadezcas al delincuente » (el artículo). El artículo provocó alguna reacción de alguno de mis escasos lectores, un jurista de prestigio y de sabiduría pero más centrado en la enseñanza que en el ejercicio me lo reprochó.
La vida me ha hecho conocer a muchos delincuentes, por mi dedicación la mayoría de los que he conocido eran « de cuello blanco » o « sin violencia », tanto clientes como contrarios, pero también he conocido muchos de los que utilizan la herramienta de la fuerza, de la superioridad buscada, para obtener el beneficio que buscan… lo que menos he conocido son gente que comete un delito sin ser delincuente, los del delito único. La inmensa mayoría de los que he tratado eran y son profesionales del delito, su modo de vida es delinquir, aprovechar las oportunidades que se dan, ya fueran delincuentes económicos o delincuentes sexuales, se puede decir que el resto de sus ocupaciones es un entremés para estar preparado para el delito.
Supongo que sicólogos, criminólogos y demás tendrán su explicación sobre esta visión mía subjetiva pero jamás he visto arrepentimiento en estos señores o señoras -porque también hay mujeres vocacionales del delito -, sobre todo, si como es lo habitual no son castigados o lo son en las raras ocasiones en que los mecanismos institucionales represivos funcionan, los preventivos no son institucionales o no existen o no funcionan.
Sirva esta larga introducción para comentar la delincuencia sexual en los ámbitos institucionales de protección a la infancia y a la juventud, todos los días leemos noticias de explotación sexual de menores tutelados por las administraciones. Estos delitos se han producido desde la primera vez que en el siglo XIX a un pederasta se le ocurrió crear un orfanato para recoger a los niños de la calle, quizá no fue pederasta el primero pero el segundo sí que lo fue seguro ¿Dónde conseguir víctimas mejor que reuniéndolas bajo la coartada del bien público ? Llevamos cientos de año sabiéndolo pero saberlo no ha servido ni sirve de nada porque el pederasta vocacional es un buen profesional de lo suyo y siempre burla y burlará las medidas de prevención que se coloquen porque bien es quien se encarga de esos controles bien está situado en una posición permanente de llegar a las víctimas y la burocracia es incapaz de esa permanencia todo el tiempo – un vocacional solo necesita unos minutos de descuido para poner el pie que impide cerrarse la puerta, mucho más si la puerta está en una red social -.
Ya que sois inútiles, queridos especialistas en la protección de la infancia y de la juventud, no seáis proveedores de carne fresca de caperucitas rojas para lobos feroces, al menos, no lo seáis los que no seáis lobos.
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