Jon Galtzagorri pasa caminando por las calles desanimadas de la ciudad camino de la panadería y de los periódicos cotidianos en papel. Está ensimismado en sus pensamientos y le tienen que tocar el claxon desde un autobús de línea en el semáforo para que atraviese cuando llega la luz verde a los peatones. Si pudiera leerle sus pensamientos, que como soy su autor, puedo escribirlos antes de leerlos, me parece que sé lo que piensa, con su sonrisa triste, el pan y la prensa bajo el brazo, el aire de la Zurriola le sorprende frío en el cruce de calles entre Zabaleta y Bermingham.
- Un bolero de Armando Manzanero « Llévatela » es una de mis canciones favoritas desde hace muchos años. Creo que la primera vez la escuché a Moncho en una televisión y la letra se sincronizaba perfectamente con mi situación sentimental del momento, yo debía de tener casi 50 años. Mi situación atribulada duró lo que tarda en subir la marea en la playa de la Zurriola en una luna con bajo coeficiente pero la canción con su música pegadiza y su letra descriptiva, un poco machista inevitablemente, se ha quedado adherida a mis células grises… Azares de la vida, al acabar una novela recomendable « El anarquista que se llamaba como yo » que me regaló un amigo navarro me ha dado por rebuscar información sobre los convulsos años de la dictadura de Alfonso XIII, no sé cómo me ha surgido un nombre que me ha recordado a aquella especie de relación sentimental de mi encuentro con el bolero y no he resistido la tentación de chismorrear en la red sobre ella y su vida actual, parece que está viva aunque se parece poco a su madre a su edad – siempre pensé que iba a ser una mujer madura hermosa pero es quizás una víctima de la nefasta cirugía rejuvenecedora -, y no sé si parece a sí misma cuando tenía 42 años, tanto por fuera como por dentro. Vive… no sé.
Una ambulancia circula por el Paseo de Colón y hace sonar su sirena brevemente, interrumpiendo los pensamientos de Galtzagorri.
- Es duro leer las esquelas, muy duro a veces, pero leer y ver la vida zombi de un amor que pudo ser pero no fue, resulta doloroso. Así que... llévatela.
- ¿Qué dices ? – pregunta « cara despejada » desde el otro lado del mostrador, poniendo un café expreso al alcance de Galtzagorri - ¿Me llevo la taza ? ¿Quieres otra cosa, hoy ?
Jon Galtzagorri ni siquiera ha advertido de que ha entrado en el bar de costumbre, como todas las mañanas. No había gaviotas buscando tesoros en la puerta de entrada.
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