viernes, 11 de julio de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 2

 A las 13,55 horas, en la estación de tren del barrio de La Florida en Hernani, ha llegado un tren de cercanías, el que va de Irún hacia Brínkola, de un límite al nordeste de la provincia a un límite al sudoeste. Se han bajado tres viajeros, uno de ellos es Aitor, 45 o 50 años de edad, viste traje y corbata,  es un “chicarrón del norte” que decían las abuelas. Después de que el tren ha arrancado y se ha perdido hacia la parada inmediata en el apeadero, Aitor cruza las vías apresuradamente hacia la salida, directa a una avenida que gira a la derecha, rodeando la colina. Continúa por las aceras hacia unas viviendas modernas al fondo, más allá de la explanada del estadio, a veces corre incluso, pero siempre su paso es acelerado, no se desvía, solo entra en una panadería del camino y sale con un pan. Llega, por fin, a un portal de un edificio que no tiene 10 años de construcción, abre la puerta con unas llaves que saca del bolsillo y sube corriendo hasta el segundo piso por las escaleras. Abre la puerta de la vivienda y se dirige a la cocina que está inmediata a la entrada.

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Es una cocina alargada del pasillo hacia la luz de una ventana en la fachada, en el lado derecho están los fuegos, el frigorífico, el lavaplatos y el fregadero, al otro lado una mesa con dos sillas, un horno microondas en una estantería encima de la mesa, hay otras estanterías y armarios por las paredes. Los muebles y aparatos son buenos, de los que salen en las revistas especializadas en decoración. Hay luz, toda la luz que puede entrar en un día despejado.

Sobre la mesa de la cocina hay una fuente con la mitad de una tortilla de pimientos y tomates, hay una botella bordelesa de vino tinto mediada, el vino es un crianza rioja, también están puestos cubiertos completos para dos personas. Una mujer de la misma edad que Aitor está sentada en el lado de la ventana, con su plato usado enfrente, el vaso de vino en una mano y un cigarrillo en la otra. Es Miren. Miren no es guapa, tiene unos ojos que taladran pero, sin ellos, su rostro pasaría desapercibido en cualquier evento social. Acaba el cigarrillo y aplasta la colilla en el plato junto a un par de colillas más que se pringan con los restos de comida. Mira hacia la puerta sin decir nada, acaba el vino, deja el vaso y coge la botella para servirse más.

- Hola cariño. ¿No me has esperado para comer?

Aitor deja el bollo de pan y las llaves junto al plato, la chaqueta en el respaldo de la silla y se lava las manos en el fregadero, manteniéndose alejado de Miren un tanto artificialmente. Su voz ha sido suplicatoria, a pesar de la evidente inutilidad de su pregunta.

- ¡Haber llamado! He creído que no vendrías.

El reproche no ha cogido por sorpresa a Aitor que sigue limitando sus movimientos a la parte de la cocina más alejada de la ventana y de Miren hasta que ésta ha acabado su frase, ha bebido otro vaso de tinto y ha dejado el vaso vacío para rellenarlo de nuevo, entonces se acerca a ella y le da un beso en el pelo.

- He llamado y no has cogido. Se me ha escapado el cercanías anterior.

Hay un tono de inutilidad en la voz de Aitor, puede que ya esté resignado a una condena por un delito para el que no hay atenuantes y, mucho menos, eximentes.

- ¡No te he oído, estaba preparando la comida para “el señor” y no he oído el puto teléfono, podías haber insistido, para eso están los móviles, para avisar, y no digas que la cobertura en el tren es mala, manda un mensaje, hostias! ¡Tú y tu cabeza ocupada con el juicio de hoy o con las pruebas que tienes que presentar mañana, cojones! Las demás no importan nada.

Miren ha disparado sus palabras sin ninguna ironía, una mezcla de constatación y de decepción en un guiso de enfado.

- He insistido y te he dejado un mensaje en el contestador automático. Esperaba que miraras el teléfono si tardaba.

La última frase es una mentira evidente. Aitor no esperaba otra cosa que lo que está pasando, por eso ha corrido desde el tren, como para justificarse ante sí mismo que hacía todo lo posible por evitar lo inevitable. Aitor se sirve agua del grifo en su vaso sin sentarse. Sabía que Miren habría dejado el teléfono en el fondo del bolso y el bolso en el dormitorio al otro lado del piso cuando había ido al baño al regresar de la compra y que no lo habría buscado hasta que ya era tarde, el siguiente tren ya estaba llegando a la estación y Aitor iba a llegar sudoroso corriendo.

- Pues tenias que haber insistido más. Hay tortilla de piperrada pero ya estará fría.

Aitor se sirve la tortilla de la bandeja en su plato, abre el microondas y mete el plato sin cerrar la puerta, busca por encima de los muebles y por debajo, se agacha y debajo de la mesa coge la tapa de plástico para el microondas, la pone encima del plato, regula y pone en marcha el horno, con gestos rutinarios.

- Muchas gracias. Ya lo siento, cariño. Seguro que estará riquísima.

Busca con su mirada la de ella para que Miren capte la sinceridad de sus palabras. Aitor saca el plato del microondas con la ayuda de un trapo de cocina, deja la tapa protectora dentro, cierra la puerta del horno y empieza a comer con apetito.

- Toda la puta mañana limpiando la casa donde vive el señor, lavando la ropa del señor, el señor tiene que ir elegante a su trabajo, haciendo la comida para el señor… ¡A ver si me consigues un puto trabajo de verdad de una puta vez entre esos «amigos tan importantes» que tienes!

La voz de ella ha expresado una rabia apenas contenida, una rabia dirigida más al mundo que a Aitor, aunque es Aitor el que recibe la agresión sin inmutarse, como si asistiera a una comedia que no tiene nada que ver con él.

- Cariño, te conseguí un trabajo de oficina, bien pagado, con José y le dejaste plantado sin explicaciones a las dos semanas.

Aitor lo ha dicho con el mismo tono de afecto, quizá un poco demasiado paternal, la irritación de ella vuelve a subir un grado mientras el nivel del vino sigue bajando en la botella.

- Tenia que ir a aquel puto pueblo todos los días y aguantar las ordenes del gilipollas de su socio. Eso no era un trabajo, era hacer de niñera de dos subnormales.

Se nota que no es la primera vez que ella ha dado esta explicación a Aitor que, después de acabar de comer, deja plato y cubiertos en el fregaplatos.

- Tendrías que mover un poco más el culo, tú. Tu también conoces gente por aquí, por Hernani, eres muy popular…

Ella corta el tímido reproche y acaba de vaciar la botella en el vaso.

- Aquí solo me coge mi hermana de niñera para sus hijos. Y no me digas lo de popular, que ya sé lo que quieres insinuar.

- No quiero insinuar nada. Tienes amigas y amigos que te aprecian, puedes decirles que quieres trabajar de lo que sea.

Hay un silencio mientras Aitor ha permanecido con la puerta del frigorífico abierta, buscando algo con la mirada y Miren ha dejado vacío el vaso lentamente y lo hace bailar en torno a la botella también vacía, luego empieza a hablar con calma, mostrando que sabe ser cariñosa.

- Te crees que no se lo he dicho mil veces pero todos dicen que no tienen puestos como para mi y que «tu novio, que es muy importante en Donostia, te lo puede conseguir más fácil» ¡Hasta las tetas me tenéis todos, putos imbéciles!

lunes, 7 de julio de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 1

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Mientras en un mercado de una ciudad china de cuyo nombre no quiero acordarme pero que es fácil de encontrar en Internet, alguien decidió comprar el bicho necesario para hacerse una sopa de murciélago, ignorando que el animalico era portador de un virus, en Hernani, el viento sur había propiciado un día caluroso y soleado.

Hay días en que Hernani está hosco, está hosco desde la mañana temprano. Aunque no sé por qué digo hosco en realidad, si puedo decir desagradable o cerrado o con ganas de soltarte una hostia por pasar por ahí.

La estación de tren de Hernani no está en el centro del pueblo, está en el barrio de La Florida, el centro del pueblo cuenta con un apeadero y, por lo general, la mayor parte de los viajeros de los trenes de cercanías utilizan el apeadero, así que se puede decir que la estación, primera parada viniendo de San Sebastián, es el apeadero de Hernani en realidad.

El núcleo de Hernani está en una colina, hay que coger un ascensor o subir unas interminables escaleras y rampas desde el apeadero hasta esa parte vieja de la villa. Más abajo, el barrio de La Florida era un caos de fábricas y talleres con casas populares desde los años 40 hasta finales de los 70. La crisis de los 70 y la especulación inmobiliaria fueron cerrando fábricas y creando urbanizaciones a lo largo de ejes urbanos que le dieron el aspecto de un ensanche de San Sebastián a esta parte llana de Hernani, antiguas marismas, que incluso cuenta con un pequeño estadio de atletismo como una especie de plaza central de la barriada, a la que se asoman viviendas soleadas, chalets adosados, caseríos desde las colinas que cierran el horizonte, viviendas de protección social…

Aitor tiene que recorrer andando, desde la estación hasta el inicio de la Cuesta de la Muerte, el par de kilómetros que separan la estación del piso de Miren, dos kilómetros bajo la lluvia, los días de lluvia, dos kilómetros al sol los días de viento sur. Miren vive en una de las salidas de Hernani hacia Donostia, a su casa se llega bajando de Hernani – los habitantes del barrio hablan de que suben a Hernani cuando se acercan al centro del pueblo -, pero luego hay que volver a ascender para salir del término municipal hacia la capital o hacia la antigua carretera nacional I.

-  Hay mañanas en que pongo un pie en la calle o en la plaza y  ya está, ya noto que el pueblo está hosco, especialmente hosco para ser Hernani, porque sé que para muchas gentes de fuera de Hernani les cuesta diferenciar esos días de los demás, de los días “normales” pero sé que esas gentes son de las que dicen “¿A Hernani? Ni para heredar” y luego te los encuentras en “sanjuanes” como si tal cosa  -por cierto ya están los “sanjuanes” a la vuelta de la esquina-. Pero ahora que vivo en Hernani, es que lo veo, hay mañanas en que el pueblo está hosco, muy hosco.

Aitor ha explicado a un procurador de los tribunales en una cafetería de Atocha, cercana al Palacio de Justicia, cómo es su vida de donostiarra en Hernani. Aitor es abogado, abogado con más de veinticinco años de ejercicio de la profesión en Donostia.

 Los días de viento sur no son mejores que los días de lluvia para hacer los dos kilómetros entre la estación y el portal de la vivienda de Miren a casi las 2 de la tarde, el sol busca cómo aplastarte contra el suelo y los arquitectos rifaron los soportales entre los edificios, así que las fachadas de ladrillo cara vista reflejan los rayos del sol sobre el cogote de Aitor que corre más que camina desde que se bajó del tren.

¿Por qué está hosco Hernani? No es un día de finales de noviembre o de inicio de diciembre de 2010, un día en que fuentes de ésas, que se dicen generalmente bien informadas, habían afirmado rotundamente que “estamos en el comienzo del principio del inicio del prólogo de la salida del introito del arranque de la partida del origen del primer paso del proceso del camino del fin de ETA, pero que no se puede asegurar, así que prometen seguir informando”. Aquel día para la esperanza de mucha gente en Euskadi. Sin embargo, quizá porque, como todos los días, la humedad industrial del río Urumea se pega a los pirulos de la recogida de basuras “puerta a puerta” que vino para quedarse y se ha quedado y ya está y sigue funcionando o quizá porque es un día en que ya ni se percibe el olor a orinas permanentes petrificadas en lajas y paredes sobre los detergentes esfuerzos municipales o quizá porque los fantasmas del síndrome de Hernani que se petrificaron también en todos los años de plomo siguen ahí, en los restos de pintadas y pancartas de interés arqueológico, que los fotógrafos y camarógrafos siguen documentando en todas las televisiones y publicaciones. Pero Hernani sería Santander, sin esa protesta gráfica petrificada de quienes dictaron su agenda diaria durante tanto tiempo, Santander o así, por eso tiene que quedar ese resto de nostalgia del telón de acero gris, ese telón que separaba Hernani de la “normalidad” y de la caricatura.


viernes, 4 de julio de 2025

¡¡LAVAL, EL TOUR ES UNA SIESTA !!




Laval es final de etapa del Tour el sábado 12 de julio. Laval es Francia y Francia existe para hacer bonito en las retransmisiones ciclistas mientras dormimos la siesta, como ya hemos dicho.

Llevo tres años viviendo en Laval, mi exilio « lavallois » se acaba el mes que viene y regreso al pequeño país, a la eurociudad « donostibiarrota », el gran balneario de la Costa Vasca pero me apetece escribir hoy de Laval aprovechando que el Tour la ha puesto en el mapa.

Para situarnos, si se abre el álbum de Asterix por la página en que se sitúa la aldea gala irredenta, Laval está a la altura del campamento romano Babaorum y hoy en día está en un punto central entre Le Mans, Rennes y Angers, un poco al sudoeste de París y a 1 hora y cuarto en TGV de la estación de Montparnasse y a poco más de 100 kilómetros de la costa bretona o sea que tiene escapatorias atractivas.

Laval en sí se visita andando en un paseo mañanero y poco más. Hay cosas para hacer turismo y con voluntad se puede llenar incluso la tarde y parte de la noche, me explico a continuación.

El MANAS, museo de arte naïf, en el viejo castillo, en la colina. Es un museo cruel, al que voy mucho, es gratis. Reúne los cuadros que, si te  regalan uno, te dan un disgusto porque tienes que romper tu amistad con el que te ha hecho el obsequio. La fealdad expuesta en casa ajena, muy buen exhibida en este museo, tiene su atractivo y además cambian a menudo porque tienen abundante fondo lógicamente y las exposiciones temporales son muy buenas dentro de ese tipo horrendo de arte. Ahora tienen un cuadro de Rousseau en préstamo, la encantadora de serpientes, pero normalmente solo tienen uno pequeño, bastante birria, de este pintor nacido en Laval, a escasos metros del museo. Nadie de los que he llevado ha salido decepcionado, merece ser la primera visita. Además el castillo viejo, su jardín, la terraza con la vista sobre la ciudad y el río y el castillo nuevo forman un conjunto de indudable encanto y con rincones que hay que fotografiar o pintar.

El jardín de la Perrine no está lejos del Manas y es un gran parque con una bonita rosaleda, darse una vuelta por él estos días, abstenerse alérgicos, es agradable. Para llegar a la Perrine se pasa por la parte vieja de Laval un poco y a la vuelta se pueden visitar sus calles con sus casas medievales donde han cerrado hasta los bares aunque en la parte baja hay una zona de pubs y discotecas que se mantiene viva incluso por la noche los viernes y sábados, Laval es una ciudad universitaria y los estudiantes necesitan beber de las fuentes del saber que, como todo el mundo sabe, se destila produciendo alcohol en todas sus variedades. Inevitablemente se ven restos de lienzos de las murallas, puertas y torres que conformaban el primitivo casco alrededor de la colina donde se encuentran el castillo y el jardín.

El río Mayenne invita a navegar tranquilamente por él, se alquilan embarcaciones de todo tipo en pleno centro, cerca del viaducto del tren, hay esclusas para bajar y subir en la excursión fluvial. La tentación de bañarse dura poco, el agua del río es veneno de pesticidas y abonos, así que hay que ducharse después del esfuerzo en el alojamiento. El paseo por el camino de sirga en cualquiera de las orillas y en cualquiera de las direcciones es también muy agradable, hay chiringuitos varios para reponer líquidos y el paisaje seduce al artista que todos llevamos dentro, algunos muy dentro.

Se pasa delante del ayuntamiento sin querer, acaban de arreglar la gran plaza y explanada de delante donde han instalado un mercado cubierto. En un rincón, junto al tiovivo permanente, está la estatua de Ambroise Paré, primer gran cirujano militar, nativo de Laval.

Se pueden visitar algunas iglesias, es un país muy católico, la de Avesnieres no está mal, la catedral es fea en mi opinión, pero tiene el detalle morboso de recordar que se guillotinaron a 14 curas allí al lado y que el tribunal revolucionario estaba compuesto de otros curas. En la gran plaza que se forma entre la catedral y el castillo nuevo hay mercado de productores locales el sábado, gran animación, y el martes, en esta plaza, en su parte baja hay una buena panadería, la Maison du Pain, que tiene una plaza en su fachada donde se recuerda a los guillotinados.

En otra colina, se encuentra el Pequeño Teatro de la rue Jean Maçé, no es monumental pero es el teatro en el que he vivido artísticamente estos años. Es un teatro patera, se puede consultar la programación en « Bouger en Mayenne », revista de promoción de las actividades culturales del departamento, pero si está anunciada « Ubu en Afrique », la pieza estrella de la compañía residente.  llevamos tres años con ella,  merece la pena verla, una versión africana del texto de Alfred Jarry, nacido en Laval, con dos docenas de actores inmigrantes, sin papeles muchos, representada en 17 idiomas…

Hay que coger el coche, a 17 kilómetros está el Museo Robert Tatin en Cossé Le Vivien. Museo al aire libre con las esculturas – y pinturas en unas salas -,  de este personaje, pintor y escultor, indescriptible. No es precisamente un  cerebral escultor vasco de los que conocemos. Su casa y su parque están llenos de alegría y de esperanza, espectacular. No hay que irse de Laval sin verlo. 

Y, para mí, esto es Laval. Se me escaparán cosas inevitablemente pero no soy una guía.





martes, 1 de julio de 2025

EL REGRESO DE ANTXÓN ¡NO TE LO PIERDAS! A PARTIR DEL 1 DE SEPTIEMBRE

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EXT. CASA DE ANTXÓN MASSÉ - DÍA


Una cálida luz del sol ilumina la entrada de una casa neovasca sita en Biarritz no muy lejos de la pequeña playa del « Port Vieux ». La cámara se acerca lentamente, revelando un cartel en la puerta que dice: "¡He vuelto!"


[ANTXÓN] (OFF) (Con tono entusiasta) Hola.


CORTE A:


INT. ESTUDIO DE CINE - DÍA


ANTXÓN se sienta frente a una cámara, con una gran sonrisa.


[ANTXÓN] Han pasado tres largos años desde que empecé mi aventura en Laval, allá donde el druida Panoramix perdió el caldero, la verde y brumosa Francia del norte. He vivido experiencias increíbles, conocido a personas maravillosas y aprendido lecciones inolvidables. Pero, al final, siempre supe que volvería a casa.


CORTE A:


EXT. AEROPUERTO DE LAVAL - DÍA


Una multitud pequeña se despide mientras ANTXÓN aborda un pequeño avión que apenas cabe en el reducido « aeropuerto ».


[ANTXÓN] (OFF) Ahora, estoy emocionado de compartir que he regresado a mi hogar, en el pequeño país, en Euskalherria. Y no puedo esperar para reencontrarme con todos ustedes, mis queridos amigos y colegas del audiovisual.


CORTE A:


INT. ESTUDIO DE CINE - DÍA


[ANTXÓN] Tengo tantas historias que contar y tantas cosas que compartir. Desde momentos divertidos hasta desafíos inesperados, ha sido un viaje inolvidable. Y ahora, estoy listo para continuar nuestra aventura juntos.


CORTE A:


EXT. CASA DE ANTXÓN MASSÉ - DÍA


ANTXÓN abre la puerta, invitando a sus amigos a entrar.


[ANTXÓN] Espero verlos pronto para ponernos al día y crear nuevos recuerdos juntos. ¡Hasta pronto!


FIN.


Antes del genérico se ven los rótulos siguientes :


ANTXÓN MASSÉ

Teléfono : 636491556 (Movistar)

Correo : antxonmasse@gmail.com


CV