viernes, 25 de julio de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 4

Imagen generada por IA a partir de una sencilla canción: Bagare.


 A comienzos de los años 80, se escindió la sección de rugby del Atlético de San Sebastián, que era el club deportivo más importante de la provincia de Gipuzkoa después de la Real Sociedad de Fútbol. El nuevo club, Bera Bera, pasó a ser el referente del rugby en Gipuzkoa, mientras que los esfuerzos del viejo club para mantener una sección de rugby rozaban la inutilidad, así que en los 90 el Atlético de San Sebastián tenía campo de rugby en la avenida de Bera Bera por cierto y un equipo de rugby que sufría en categorías inferiores siempre buscando jugadores. Aitor había jugado a rugby en el equipo universitario de la Facultad de Derecho, anteriormente jugaba a pelota mano en un club del barrio de Intxaurrondo sin destacar en forma alguna. En el verano de 1990, había aprobado la última asignatura de la carrera en julio, alguien le dijo de apuntarse al equipo de rugby del Atlético para poder seguir disfrutando del buen ambiente de los partidos universitarios y así lo hizo. Una de las cosas que tenía el Atlético es que se iba al lado francés de los Pirineos a jugar con equipos del otro lado, se decía que el contacto con un rugby superior mejoraba a los equipos del sur pero esto nunca se ha demostrado que sea cierto.

Debió ser en uno de estos viajes deportivos al otro lado, a Iparralde en el lenguaje habitual del club, cuando encontró por primera vez a Miren. Había un festival en el que participaban equipos de diversas regiones y de diversas categorías, también había una participación de Hernani. Era un pueblo de los que salen poco en el mapa, quizá Navarrenx, quizá una aldea próxima. Los encuentros habían empezado al amanecer prácticamente y cuando acabaron, la organización había montado un fin de fiesta, el tercer tiempo, para todos los participantes en un frontón francés sin pared izquierda, un poco apartado del núcleo del pueblo, había mesas con comidas y bebidas, unas pancartas anunciaban algo del “tournoi amicale rugby, un pequeño escenario estaba ocupado por un grupo de cuatro que cantaban canciones populares en vasco, acompañándose de guitarra, acordeón y pandereta. Los asistentes, jóvenes de ambos sexos pero muchos más chicos que chicas comían, bebían, cantaban… Aitor y los del Atlético estaban eufóricos, habían perdido el partido disputado pero con un resultado digno y el entrenador les había felicitado, así que se lanzaron sobre la sangría o sucedáneo de sangría que habían preparado los voluntarios de la localidad como si hubieran atravesado un desierto sin bebida, Aitor había acabado enfrente del escenario con un vaso de vino en la mano y cantando, es una manera de decirlo porque Aitor es incapaz de dar una nota en su sitio en cualquier canción, por muy popular que sea. Pero el alcohol en vena le había quitado el pudor que, casi siempre, le hacía estar en un último plano cuando los demás cantaban, así que gritaba, siguiendo apenas la música.

- Araban bagare, Gipuzkun bagera, Xiberun bagire, Ta Bizkaian bagara… Araban bagare, Gipuzkun bagera, Xiberun bagire, Ta Bizkaian bagara… Baita ere, Lapurdi, ta Nafarran.

Esta sencilla canción ensalza la unión de los vascos, a pesar de todas las variantes del idioma vasco, entre cinco e incontables, que se siguen hablando conviviendo con la unificación alcanzada al final de los años 60 del siglo XX en el “euskara batua”, por ello se puede decir que un idioma milenario apenas tiene 50 años. El grupo labortano de cantantes, acostumbrado a actuar en botellones multitudinarios, no reparaba en los desafinados gritos de Aitor y otros.

El relato continúa


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