jueves, 14 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 7

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 Comienzo del relato

Pasó más tiempo, el despacho de abogados de Aitor iba bien pero su matrimonio iba mal, el amor conyugal pareció acabarse con la “parejita”, en cuanto hubo niño y niña en el hogar, el amor mutuo se esfumó y ninguno de los dos hizo nada para volver a encender el fuego, así que más o menos de mutuo acuerdo, ella se quedó con el patrimonio y Aitor se fue a vivir a un “loft” del barrio de Gros.

Lo del “loft” era en realidad la parte trasera de un antiguo taller de coches desaparecido como tal, ahora un  bazar oriental se ubicaba en la delantera y aquella especie de gran alcoba había sido convertida en vivienda sin ningún tipo de permiso legal por un familiar de Aitor que se la vendió a precio de primo. Aitor continuaba empadronado en lo que fue la vivienda común del matrimonio y los fines de semana y vacaciones que le tocaba estar con sus hijos o los pasaba en la habitación de invitados de lo que fue su casa, su ex se iba, o en casa de los abuelos de los niños, se llevaba bien con sus padres y con sus suegros, incluso mejor que su ex, o se llevaba a los niños a esquiar en invierno y a una playa francesa en verano, lo que le permitiera su economía, resentida por la quiebra de la sociedad matrimonial.

 Aitor ligaba a veces, no mucho, no encontraba una relación duradera, muchas de sus relaciones eran de una noche. De noche el apartamento de Aitor, desprovisto prácticamente de luz natural, un ventanuco a patio por toda ventilación, podía pasar por una suite de buen hotel, al amanecer, cuando el alcohol se ha evaporado y el aliento de dragón del compañero de lecho nos vuelve a la realidad y a la luz natural, que no se percibía desde aquel zulo, el estudio era deprimente sin ninguna duda. Pero Aitor no se daba cuenta, le gustaba la luz artificial constante, la tranquilidad del sitio le resultaba confortable, una mujer de limpieza pasaba una vez a la semana, manteniendo el nivel de suciedad a una altura soportable… alguna de sus relaciones, más duradera, intentó darle un aire de hogar pero renunció inmediatamente - allí se marchitaban hasta las flores de plástico -,  tampoco ninguna consiguió que él llevase su cepillo de dientes a otro sitio, otro sitio en el que poder compartir una vida.

A Aitor le gustaba ir andando al Palacio de Justicia de la calle San Martín en Donostia, donde reside la Audiencia Provincial, iba por la Avenida, la Avenida de la Libertad, calle principal de la ciudad hasta la barandilla que fija el límite entre la ciudad y la playa de La Concha, luego seguía el paseo unos cien metros hacia la izquierda, babor solía pensar, y nuevamente se introducía entre calles, cruzaba la calle Zubieta y luego la propia calle San Martín, ambas con tráfico muchas veces atascado y conductores enfadados con la vida, para llegar al edificio de la Audiencia. Pocas veces atajaba por la calle Urbieta, solo cuando iba retrasado a algún acto procesal que, a su vez, se iba a retrasar, los abogados corren para esperar en las salas de pasos perdidos de los tribunales, es uno de sus deberes fundamentales.

Habían pasado unos años, quizá diez, quizá quince, una mañana de primavera avanzada, Aitor caminaba a una vista en una de las salas de la Audiencia y se detuvo en el último paso de peatones de la acera derecha de la Avenida, un coche se detuvo al borde del paso cebra a pesar de tener luz verde y ámbar, sin importarle el claxon del que le seguía. Quien conducía el vehículo, asomó medio cuerpo por la ventanilla:

-¡Pasa poeta, que no te voy a atropellar!

Era Miren, con un pelo distinto, algún peluquero loco le había metido la cabeza en una centrifugadora de pintura blanca, y una risa franca. 

- Me ahogo en la resaca de tus ojos de sirena… -empezó el abogado, como retomando una conversación interrumpida brevemente -.

- ¿A dónde vas? Que te llevo – El coche de detrás maniobró, soltando improperios a los dos, y avanzó en cuanto el semáforo se puso en verde -. 

- A la Audiencia, voy más rápido andando, pero dame tu teléfono que te llamo.

- Prefiero llamarte yo, pero no tengo aquí para apuntarlo.

- Los abogados siempre llevamos tarjetas – Una tarjeta de visita apareció en su mano para pasársela inmediatamente a Miren por la ventanilla -..

Los coches de detrás se impacientaban y Miren tuvo que arrancar e irse, mientras Aitor se echaba a correr para no llegar tarde al juicio que empezaba en breve teóricamente. La vista se supendió por causas de fuerza mayor, obligando a los citados, alguno había venido de Madrid y otro de Oviedo, a perder su tiempo y dinero porque el Magistrado Ponente se había ausentado a un curso de formación en nuevas tecnologías, previsto desde hace tiempo pero que nadie había tenido ocasión de darse cuenta que coincidía con aquella vista señalada.


 

viernes, 8 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 6


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Este relato comienza en

 El calendario siguió su curso - tiene esa costumbre, el calendario -. Aitor se inscribió en el Colegio de Abogados y se incorporó a un despacho, un gran despacho con buenas instalaciones en pleno cogollo del centro de Donostia, donde pasó rápidamente de ocupar el pequeño despacho junto a la puerta a ver su nombre puesto en la placa con letras del mismo tamaño que las del nombre del fundador que quedaba vivo y a ocupar el despacho dejado libre por el fundador fallecido. Hernani RT había prescindido de los servicios del entrenador irlandés y Miren no estaba en las descencijadas gradas cuando Aitor visitó por última vez como jugador en activo el viejo campo de rugby de Landare Toki, justo la semana anterior de su boda con una donostiarra, hija de un industrial armero reconvertido en banquero y bodeguero, a nivel de consejos de administración, - en Euskadi se llama industrial armero a los traficantes de armas, las armas se fabrican por estos industriales para venderlas -. La siguiente ocasión en la que se encontró a Miren habían pasado quizá tres años y algún bautizo de la descendencia que tuvo en esa boda. Su suegro ya era presidente de un montón de entidades y aspiraba a ser presidente de la Real Sociedad de Fútbol de San Sebastián  aunque no se apellidase Aperribay. 

En lo que fue Hospital Militar prácticamente adosado al campo de fútbol de Atocha y cuando éste se demolió, se instaló el conjunto de los tribunales de la ciudad, salvo la Audiencia Provincial que continúa en el viejo Palacio de Justicia en la calle San Martín. El Juzgado de Guardia del actual Palacio de Justicia de San Sebastián,  se encuentra debajo de la Sala de Bodas, para evitar situaciones jocosas, los detenidos entran y salen por un aparcamiento subterráneo y los asistentes a las ceremonias por una escalera que forma el pórtico de la puerta del juzgado de guardia. Después de asistir a unas declaraciones de unos detenidos, pasadas las 12 del mediodía, Aitor y un colega abogado salían por la puerta del Juzgado de Guardia con sus respectivos portafolios cuando un grupo folclórico iniciaba un aurresku en honor de una pareja que salía entre lanzamientos de arroces y gritos de invitados, el baile les impedía el paso en su camino y Aitor descubrió que la contrayente que salía alborozada era Miren y el flamante marido era un colorado y rollizo Albert.

- Tenme esto que tengo que besar a la novia.

Dice Aitor en cuanto la vé, pasando el portafolios al otro abogado y se abre paso entre los invitados, algunos le reconocen, jugadores de rugby entre ellos, hasta que Miren y Albert le descubren simultáneamente con reacciones bien distintas, una se ríe y el otro no.

- ¿Pero tu qué haces aquí?

- De librar de la cadena perpetua a un cliente, como la que te ha caído a ti.

Esto lo dice Aitor en un susurro al oído de Miren, mientras algunos invitados le molestan en su acercamiento pero Miren consigue susurrarle antes de que queden separados.

- La cadena perpetua no existe, poeta.

Los amigos posiblemente del novio le apartan a Aitor que no ha podido besar a la novia y la boda se aleja hacia los coches. Sin pensarlo mucho, Aitor le dice a su acompañante:

- La cadena perpetua no existe y el partido no acaba hasta que el arbitro no pita.

viernes, 1 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 5

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Comienzo de esta historia

 - Baita ere, Lapurdi, ta Nafarran.  Guztiok gara euskaldun, guztiok anaiak gara, Nahiz eta hitz ezberdinez, Bat bera dugu hizkera… Los donostiarras sois capaces de destrozar cualquier cosa.

Miren, vestida con un maillot del equipo de rugby de Hernani y unos pantalones de chándal se acercó cantando entonadamente a Aitor por la espalda, algo más joven que él, llevaba también un vaso de plástico en la mano pero vacío, los ojos le brillaban acuosos, posiblemente porque ya había bebido suficiente como para empezar a tambalearse pero las ganas de encontrar a Aitor, en el que se llevaba fijando toda la jornada, y la música le permitían guardar un equilibrio inestable.

Aitor llenó con su vaso el vaso de Miren, para quitárselo a continuación y beberlo de un trago, luego metió un vaso en el otro y los tiró a un grupo de los que cantaban y saltaban un poco más lejos, como si lo esperasen dos de ellos levantan a un tercero que recoge el paquete en el aire como un balón en una touche de rugby. Aitor se vuelve, coge a Miren adecuadamente, la pone a bailar y siguen cantando ambos, cada uno a su modo.

- Guziok gara eskualdun, guziok anaiak gara, Nahiz eta hitz ezberdinez, Bat bera dugu hizkera.

Se iban formando parejas que bailaban, aunque la mayoría de los jóvenes seguía la música con ciertos movimientos más o menos acompasados, Aitor y Miren eran la pareja que más giraba, saltaba, haciendo pasos inapropiados, a veces parece que se va a caer, a veces llegan a tropezar con otras, hay quien protesta y gesticula enfadado hacia ellos.

- Estos franceses son unos sosos -le grita Miren al oido.

Aitor le coge una mano y bailando se la lleva al otro lado de la pared del frontón, desapareciendo así de la fiesta, allí hay un pequeño prado que pudo ser antes un parque, algunos descuidados macizos de hortensias así lo indican, hay indicios en el suelo de que hubo mesas y bancos, parece que un arroyo limita el terreno un poco más allá, la carretera que rodea el frontón también forma otro límite, pero Aitor y Miren ahora se están besando, boca contra boca, cuerpo contra cuerpo, mientras bailan, Miren necesita ponerse de puntillas para acariciar el cuello y las orejas de Aitor, las manos de Aitor se introducen por la espalda en la ropa de ella, palpando y acariciando, mientras se van acercando hacia el muro en busca de un punto de apoyo. Miren está disfrutando con las caricias, bastante torpes y le deja hacer sin ninguna resistencia, aunque no tiene intención de dejarle pasar de un calentón. Aitor está arrepintiéndose de no haber metido condones en la cartera porque la chica, en la que se había fijado por la mañana, cuando llegó el autobús de Hernani, pero alguien había comentado que era la novia del entrenador irlandés del club, así que la situación actual le resultaba un poco extraña.

- ¿Y tu novio, Albert?

- Ése está durmiendo en el autobús y me ha dejado descuidada todo el día y yo necesito marcha ¿Te pasa algo con él?

- Nada, princesa de Landare Toki, nada, me gustan todas las marchas.

Ha caído la noche, Aitor le pone una mano en un pecho y juega con el pezón, luego acerca la erección al pubis de ella y continúa explorando su cuello con su lengua.  Miren se estremece un momento y se da cuenta que la música se acababa en la fiesta. Ahora las dos manos de Aitor están en sus muslos y  ella ya había perdido el control de si la verga de él estaba aún dentro de su bragueta o podía empezara buscar destinos más profundos, una vez que la alzase…Aitor ha evaluado en su interior la situación, el alcohol no ha eliminado todas sus barreras y sigue con la bragueta cerrada, mientras acaricia los muslos de Miren.

- Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme. ¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia! ¡Ah las rosas del pubis!

Aitor le empieza a recitar poemas de Neruda  pero Albert, un tipo grande, más mayor de edad que ellos y con acento irlandés, va vestido con un chándal de Hernani RT ha aparecido por la carretera.

- ¡¡¡Tortolitos, dejad de enrollaros que los autobuses se van y os quedáis aquí, que esto es el culo del mundo!!!

Aitor saca las manos precisamente del calor del culo de Miren y se arregla la ropa, divertido.

- Yo me llamo Aitor ¿Tú como te llamas?

Miren ya lo sabía pero se da cuenta que ni siquiera se han presentado, hábilmente se coloca el sujetador en su sitio y se lo abrocha, se ajusta los pantalones, oculta de Albert por el corpachón de Aitor.

- Miren... a ver si vienes por Hernani, que esto se estaba poniendo interesante, poeta.

Ambos se besan, más de lo necesario para despedirse.

- ¡Pero hostias, dejarlo de una puta vez, que ya tendréis ocasión!

Albert riñe como quien riñe a unos niños, Aitor, por si acaso, se aleja hacia el otro lado del frontón y Miren, sin embargo, avanza resuelta a la carretera.

- ¿Y tú? ¿Qué? ¿Te has despertado con mal genio de la siesta?

Esto sigue