jueves, 28 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 11


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Este "borrador" es la novelización de un guion que no ha sido rodado.

La historia comienza en

Aitor le acompañó al tren de cercanías que ella cogió en el apeadero de Gros. Quedaron en verse un par de semanas más tarde, ella tenía que regresar a negociar con Albert – dijo -, en la población que habían vivido últimamente, Majadahonda… Aitor nunca tuvo claro dónde vivía en esa época Miren con ese marido que estaba dejando de serlo. La tramitación del divorcio de mutuo acuerdo se alargaba, Miren le llamaba mucho, a horas diversas, anunciaba una visita de repente, al principio cada quincena, luego cada semana, que se resumía en una cena, cada vez más frecuentemente en Hernani, una noche de intenso folleteo -esta palabra no es nada poética pero describe como sus sinónimos jodienda y fornicio la relación de ambos -. cada vez más a menudo se encontraban en la vivienda de Hernani y el intervalo de la separación se iba reduciendo. Cuando Aitor tuvo que ir a juicios a Bilbao o a Madrid durante ese tiempo de transición conyugal, Miren se arreglaba para poder pasar una noche con él en un hotel que ella misma se encargaba de reservar ¿Qué le contaba a su marido si le contaba algo? Lo que todo el mundo: tengo que ir a ver a tal amiga, a tal pariente, a tal asunto… Las coartadas son muy parecidas, la consistencia de las coartadas es otra cosa pero Albert seguía disfrutando del mismo escaso trato que antes en el hogar, la situación se podía prorrogar indefinidamente por él pero Miren se sentía incómoda manteniendo doble vida y deseaba descubrirse, así que soltaba el nombre de Aitor y sus encuentros cada vez con más frecuencia.

Aitor fue conociendo a los amigos y amigas de Miren, la cuadrilla, de Hernani, amigos que, a veces, preguntaban por Albert, a veces daban por hecho que Aitor era el recambio de Albert. La cuadrilla de Miren era la misma desde la adolescencia, eran los que se habían quedado en Hernani los años largos que ella había vivido fuera pero seguía siendo su cuadrilla. En cada cuadrilla hay un cerebro colectivo que no es la suma de los cerebros individuales de los que la componen, es otra cosa, porque el pensamiento de cada uno nunca es un monólogo; al contrario, prolonga el diálogo, el diálogo que se vive continuamente en la cuadrilla. La política y el pensamiento comparten una estrecha afinidad; no se basan en la soledad, sino en la pluralidad humana, en el intercambio con los otros y cuando solo se vive en cuadrilla desde la juventud hasta la vejez el pensamiento individual no se diferencia del pensamiento de la cuadrilla a la que se pertenece, se puede decir que, para empezar a pensar, hace falta un colectivo al que se pertenece y al que uno se opone, que diría Hanna Arendt a su cuadrilla de intelectuales.  Los de la cuadrilla se encontraban en el mismo bar, después de la jornada laboral, a la misma hora, todos los días, los mismos chistes, las mismas historias, transmisión de noticias y rumores, no se hablaba de política porque no hacía falta, el nacionalismo vasco era un axioma, la Real Sociedad les hacía sufrir frecuentemente y les daba una noche de euforia esporádicamente, los tópicos vascos como dogmas, por tanto, indiscutibles,weltanschauung de país sin crítica, de lunes a jueves seis u ocho vinos y a cenar en casa, los viernes y sábados ocho o diez  vinos y a cenar en un bar, luego un par de copas antes de encerrarse en casa, los domingos se empieza y se acaba un poco antes que el lunes hay que ir a trabajar, un viernes al mes hay cena de cuadrilla en una sociedad gastronómica, algunos fines de semana al año o en puentes festivos se hace excursión de cuadrilla a algún monte o una pequeña travesía de montaña que lleva aparejado comer e incluso dormir fuera de Hernani, hay una lista de albergues y refugios que se repiten, también se celebran los cumpleaños con cenas y fiestas  en esos mismos albergues y refugios o similares, a veces se hace una excursión de cuadrilla en un autobús alquilado para ir a alguna sidrería más lejana o para visitar una bodega riojana, en las vacaciones familiares coinciden por playas o montes o estaciones de esquí, salvo excepciones que son comentadas durante el resto del año, los matrimonios se han formado dentro de la cuadrilla, no hay separaciones ni divorcios,  o quizá sí pero Aitor no controla quiénes se han cambiado de cuadrilla y quiénes, como él, se han incorporado a la plantilla habitual, más o menos todas las parejas, heterosexuales por definición, han tenido descendencia, uno o dos, no más, los niños y niñas están con sus padres todo el rato hasta que llegan a la adolescencia y se integran en su cuadrilla. Las fiestas de Hernani son los sanjuanes y las cuadrillas de padres e hijos se cruzan en la “azeri dantza” matinal – una cuadrilla vestida de traje típico vasco se pasea por las calles del viejo centro urbano, al frente uno de los componentes lleva un morrión con una cabeza disecada de zorro, el resto unidos por una cuerda lleva cada uno una vejiga de vaca inflada de aire, unos músicos repiten una marcha, los danzantes de vez en cuando desaparecen por una puerta de una casa y mediante pasadizos subterráneos, túneles Erdstall de la localidad, corren a aparecer y sorprender al público por otra puerta, rodear a un grupo y golpearle con sus vejigas -, o en la suelta de vaquillas - una especie de encierro en la misma parte medieval de la villa  -, o en las comidas y cenas por sociedades y bares, en los conciertos y en los desfiles de bandas… 

A Aitor le resultó cómoda aquella vida rutinaria, un poco alcohólica, eso sí, pero él era abogado, en que no hacía falta pensar mucho para seguir el programa, incluso cuando Miren no estaba en Hernani, a veces, iba solo y daba una vuelta por el pueblo con la cuadrilla.

CONTINUACIÓN

lunes, 25 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 10

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Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado

ESTA HISTORIA TIENE UN COMIENZO


Aquella misma tarde del encuentro con Aitor en la calle Urbieta, ella le telefoneaba, quedaron a las 8 de la tarde en una cafetería de la calle Zabaleta en el barrio de Gros, un establecimiento con cierta elegancia y butacas cómodas donde pudieron ponerse al día, mintiendo lo necesario, esto es mucho, de sus vidas durante el largo tiempo en que no se habían visto e incluso de mucho antes, porque, en realidad, no se conocían de nada, sin embargo, consiguieron unir recuerdos comunes, episodios en los que habían coincidido en Hernani o en Donostia o en los sanfermines de Pamplona y también buscar conocidos y amistades que les vinculaban en cierta forma, en principio,con la ayuda de un gin tónic, sin abordar la actualidad de cada uno, todo era hablar del pasado, del camino que habían recorrido desde la infancia a la cuarentena, pasando por sus encuentros esporádicos en un frontón de Iparralde y en el Palacio de jUsticia.


Aitor se sentía un poco guía porque Miren, según decía, había vivido en Irlanda y Madrid, siguiendo los traslados laborales de su marido, sin apenas regresar más que en vacaciones de verano y navidades por Hernani, él apenas se había dado cuenta que Miren había bebido todo su combinado y la mitad del otro, el de Aitor. 


Un poco de hambre les llevó a un bar gallego del barrio hacia las 9, ya de noche, sentados en una mesa cerca de la barra, comieron raciones y bebieron vino, una botella de albariño, mientras hablaban y hablaban, en esas conversaciones ansiosas que los jóvenes tienen a veces durante noches enteras, pero ellos no eran ya jóvenes, sobre todo Aitor, los cuarenta de edad habían quedado atrás o, en el caso de Miren, estaban muy cerca o muy recientes.


- Pues aquí estoy de vuelta al pueblo, a pasar una temporada sola, como una ermitaña, necesito ordenar papeles de familia y necesito ordenar ideas.


- ¿Y cómo se llamaba el entrenador? ¿Albert? ¿Y Albert no ha venido?


- Está ocupado, siempre está ocupado, no se ocupa de mi para nada…


- Su trabajo es muy estresante, lo tuyo no será para tanto


- … por eso nos hemos separado y me he venido a tomar distancia y pensar.


- ¿Te divorcias?


- Pues claro, la cadena perpetua no existe.


Hasta que salieron a la calle, después de pasar por el baño para aclararse la boca, Aitor no le besó en la boca, a pesar de la limpieza, el beso sabía a pimentón de la Vera y orujo de San Pedro de Sarandón pero a ninguno de los dos les importó y lo repitieron varias veces mientras iban hacia el loft de Aitor que no se encontraba muy lejos, el camino no fue en línea recta, las piernas les hacían avanzar en slalom como si fuera cuesta abajo y tropezarse, lo que provocaba nuevos besos. Abrir las puertas no fue fácil, fue más fácil encontrarse los dos desnudos en la cama, recorrerse el cuerpo con sus manos, sus labios, sus lenguas, sus dientes - ella le mordió varias veces y en varios puntos de su anatomía -.


En la cama había más de baile que de coito en su juego amoroso, los dedos competían en buscar en los genitales del otro la máxima excitación mientras se babeaban sus bocas hasta que en decúbito supino la verga de él penetró hasta el fondo y en la penumbra se quedaron súbitamente quietos, ella encima puso las manos sobre los hombros de él mirándole con los ojos muy abiertos, él tenía sus manos en las posaderas de ella, observando su silueta recortada contra el techo claro, el vino provocaba en él que la viera como una sombra chinesca y Aitor sin moverse empezó a recitar los versos de Neruda: “Ebrio de trementina y…” sonó un teléfono móvil, Miren, sin descabalgar, maniobrando para no dejar salir el pene, lo cogió de la mesilla, donde, al parecer, lo había dejado.


- Hola, cariño… sí, estoy en San Sebastián, con Aitor.


Aitor sintió que su erección se encogía unos milímetros, Miren también pero, mientras atendía al teléfono, empezó un suave movimiento obstátivo de todo intento de retirada y aunque Aitor boqueaba quieto, sin emitir palabra, arqueando las cejas, sintiendo la presencia marital en su cerebro, la naturaleza, que es así de caprichosa, llevó su erección de nuevo a un punto de retorno difícil.


-  Hemos tomado pintxos y bebido vinos, estoy tan cansada, que me voy a acostar enseguida, besitos cariño.


Miren, después de comprobar que se había quedado bien colgado, dejó caer el teléfono sobre el montón de ropa del suelo.


- No se quiere enterar. Tú sigue diciéndome eso tan bonito que estabas diciendo.


Ella comenzó a cabalgar a un ritmo en aceleración, mientras Aitor se concentraba en la poesía del chileno.


- Ebrio de trementina y de largos besos, estival, el velero de las rosas dirijo, torcido hacia la muerte del delgado día…


Momento en que la eyaculación le sacudió y Miren le mordió en un pezón a la vez que contraía todos los músculos vaginales hasta arrancarse de su interior una sensación suficientemente placentera.   


Durmieron bastante, ninguno de los dos tenía prisa por la mañana, hicieron el amor varias veces, eufóricos del reencuentro y con el entusiasmo de los primeros momentos de una relación. Miren le tranquilizó a Aitor, lo de su marido estaba arreglado, de hecho ella había traído todas sus cosas personales a la vivienda que adquirieron en Hernani y le dijo que habían acordado que fuera solo para ella, lo que pasaba es que era ella, aconsejada por su abogada, la que iba de víctima – él había confesado una infidelidad con una empleada de la empresa que tenía -, y de que había querido salvar su matrimonio por lo que la relación con Aitor – “Espero que esto no sea un polvo de una sola noche”, le dijo en la ducha compartida -, debía permanecer oculta mientras no se firmasen los acuerdos y documentos del divorcio en trámite. Todo era mentira, Aitor se lo creyó más o menos pero Miren tuvo que pedalear mucho para que la realidad se fuera pareciendo a lo que había contado impulsada por la oportunidad de dar un volantazo a su vida… una noche de amor se parece poco a un mes de amor, menos a un año de amor y nada a un lustro de amor, los humanos no venimos con libro de instrucciones y nos creemos lo que soñamos despiertos con agujetas en los muslos de haberlos tenidos separados, en el caso de ellas, y con rozaduras en el bauprés de haber dirigido la nao por la estrecha bocana del puerto del amor - un poco de poesía del siglo XIX -, con más ansia que destreza, en el caso de ellos.

Continuación

Esta secuencia tiene otras versiones LECTURE DE NERUDA EN CLOWN

miércoles, 20 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 9

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Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado

Este cuento empieza en
 

Miren es una buena chica, siempre lo ha sido. Acabada la escolaridad obligatoria tuvo que ponerse a trabajar, la familia no podía permitirse alimentar bocas que no contribuyesen a los ingresos y los resultados escolares de Miren no daban para una beca que aliviase los permanentes números rojos de aquel hogar obrero. Empezó pronto en el comercio donostiarra, en una tienda de alimentación, en un supermercado, en una boutique… fue cambiando de trabajo, salarios bajos para horas incontables a pesar del convenio colectivo. Encontró su nicho laboral en las tiendas elegantes de ropa, comercio que abunda en la capital guipuzcoana, donde las cadenas internacionales, nacionales y locales se disputan en el mercado, ocupando las mejores ubicaciones del centro de la ciudad. Encargada de tienda en una de las cadenas familiares locales, llevaba la rutinaria vida del tren de cercanías por la mañana desde Hernani, jornada laboral matutina, el pincho y el vino del mediodía en la pausa, jornada laboral vespertina y tren de vuelta a casa… descanso semanal el lunes, vacaciones en Ibiza con otras amigas empleadas, dejarse invitar al pincho y al vino por los « babosos » en uno de los bares del centro de la ciudad próximo al puesto de trabajo, dejarse sobar por el « novio este que tengo » los domingos a la noche en el coche, desmadrarse en Ibiza y dejar la virginidad en una cala pedregosa en aquella isla, incluir en la rutina dominical un precipitado coito de parte trasera de coche  a la vuelta de aquellas vacaciones, en primavera y verano dar una vuelta con la cuadrilla por los bares de Hernani entre la llegada en tren y la retirada nocturna « que mañana hay que levantarse »… hasta que se encontró con Albert Murray Jr. en una de aquellas vueltas con la cuadrilla en las fiestas de San Juan.

Albert Murray Jr., hijo de Albert Murray y nieto de Albert Murray, natural de Limmerick había llegado a Madrid llamado por su padre. Los Murray eran una familia cervecera, fabricaban cerveza artesanal en el pub que regentaba el abuelo, pero el padre de Albert se dedicó al comercio de la cerveza con cierto éxito, el crecimiento del negocio le llevó a la exportación de productos agroalimentarios, cerveza y whisky, hacia España, en un momento determinado la exportación se convirtió en importación desde España y se estableció en Madrid, dejando a su mujer e hijos atrás, una secretaria de La Latina que sabía inglés supo darle la ternura necesaria para que su nostalgia fuera más llevadera.

Albert Murray junior estudiaba y jugaba a rugby en Irlanda, talonador duro e inteligente que nunca destacó en su breve carrera porque le faltaba liderazgo y comunicación, cualidades imprescindibles en su puesto en el equipo, dejó el rugby con 18 años cumplidos. La cerveza cortó su carrera de forma repentina, un camión de reparto colisionó por detrás con el coche detenido en un semáforo en que estaba Albert, la lesión cervical subsiguiente aconsejó que no siguiera en la melé. Resistió la tentación de hacerse árbitro y empezó a colaborar con equipos escolares como ayudante de entrenador. La llamada de su padre le quitó la idea de hacerse entrenador profesional por el momento. En España estuvo unos años en la oficina de su padre en Madrid, su padre era comercial, él no, él llevaba el orden y el control de ingresos y gastos. Albert Murray Sr se sentía mal con su hijo al lado cumpliendo años y no haciendo otra cosa que trabajar demasiado cerca de él y entrenar a adolescentes por colegios madrileños, así que decidió abrir una sucursal en el norte, en Hernani y poner a su hijo al frente, con 30 años cumplidos, todo un señor

Llegar a Hernani, darse una vuelta por el local industrial alquilado, asomarse al campo de rugby en Landare Toki, ser invitado a conocer el pueblo, al sexto vino encontrarse emparejado a una loca veinteañera que se ríe de todo y por todo… 

Miren, desinhibida a última hora de la noche, calentó las hormonas gaélicas aquella noche lo suficiente para que Albert empezara a encontrar normal invitarla todas las noches a todo a partir del día siguiente y que fuera Miren la que le encontrase un piso amueblado en alquiler, donde ella iba algunas noches para que no se sintiera muy solo. Miren seguía con su marcha, el alcohol le daba un puntito divertido, según decían sus amigos, así que Albert aceptaba que hiciera risas con amigos que ella encontraba en cualquier fiesta, Miren tenía muchos amigos en esos momentos de diversión. Al cabo de un año, todo Hernani sabía que eran novios y luego vino la boda, a los cinco meses de ésta, en un hospital universitario de Galway, nació otro Albert que, al salir, cerró la puerta para nuevos embarazos o quizá un médico negligente lo hizo. 

Miren dejó de trabajar en Donostia, su clientela de pijas donostiarras todo el año y de pijas madrileñas en verano no la echó de menos aunque la besuquearon mucho cuando dimitió de su trabajo. No dejó de trabajar por cuidar al niño, sino porque la pareja tuvo que irse a vivir a Madrid, a Majadahonda, para poder atender el negocio paterno cuando el niño ya tenía cinco años. Una hemorragia cerebral, sobrevenida mientras se bañaba en una playa del Mar Menor con una secretaria de Malasaña, dejó hemipléjico al viejo irlandés y también más insoportable que antes.  La reina vasca de Majadahonda se hizo enseguida a la vida de la corte, algunas clientes le abrieron sus puertas sin problemas, el dinero de la cerveza irlandesa le daba títulos de nobleza, aquellos contactos hicieron que Albert Murray estuviera agradecido a su mujer, su mejor inversión en relaciones públicas, nunca había tenido tantas amistades y en tan amplios estratos de la sociedad. El niño fue convenientemente internado en Irlanda y al cuidado de su abuela, como su padre lo había sido. Madrid tiene mucha vida, es la verdadera ciudad que nunca duerme, Miren y Albert estaban en todos los eventos y no estaban nunca solos, porque solos hacía tiempo que no tenían nada que decirse y, lo que era más preocupante, nada que hacerse aparte de planes para no estar solos.

Los veranos, mientras Albert se quedaba trabajando en Madrid, Miren se iba unas semanas a Hernani con el niño, ya un joven imberbe, para sumergirlo en la cultura vasca. 

Solo en su casa inmensa de Majadahonda, llamaba todas las noches al teléfono de Miren, ella respondía con su voz pastosa, la mitad de las veces con la alegría del comienzo de la noche de fiesta, la otra mitad con el mal genio del final del día de fiesta… Por la mañana, delante del espejo, Albert meditaba un momento, un breve momento.

- Why does my wife lose her panties every time she drinks?


Continuará

lunes, 18 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 8

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Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado
 Este relato comienza en

Aitor se había alegrado mucho de haber encontrado a Miren. Venía de defender, unas semanas antes, a un abogado víctima de una agresión, la junta de gobierno del colegio de la abogacía le había confiado esa defensa, y tenía la moral por los suelos por lo que había visto en ese caso – hay abogados que tardan en hacerse una coraza ante el sufrimiento de sus clientes -, su defendido, con el que había comido, le había confirmado que se había separado de su socio, socio con el que el agredido había compartido prácticamente toda su carrera profesional. El abogado, un hombrecillo gris del interior de la provincia,  había sufrido una agresión en la entrada de su despacho por parte de un amigo de su socio precisamente y el agresor había declarado en el juicio que el socio en una cena de sociedad gastronómica, hablando del testamento del difunto padre de su futuro agresor, había dicho que él  se merecía un par de hostias por haber redactado aquel testamento.

Precisamente aquel día en la Audiencia le entregaron la sentencia que venía a cerrar judicialmente el asunto y la estaba leyendo, ese lenguaje estúpido e insoportable de la justicia al que es difícil de acostumbrarse, a primera hora de la tarde con una copa de armagnac Laubade para facilitarle su digestión, cuando sonó el teléfono fijo, el único que figuraba en las tarjetas, y como no tenía secretaria, lo descolgó. Mientras atendía, sus ojos siguieron repasando el texto:

« Resulta probado y así se declara, que los acusados, hermanos D. Álvaro y D.ª Juncal, mayores de edad y sin antecedentes penales, el día 19 de marzo de 2.013, fueron al despacho de "Pikatxila abogados" de San Sebastián al objeto de exigir explicaciones al letrado de dicho despacho D. Inazio, acerca de la testamentaria del padre de aquéllos, la cual había sido dirigida por dicho letrado.

Asimismo ha resultado probado que nada más ser recibidos por D. Inazio, tras negarle el saludo a éste, y mientras se disponía a leer los documentos que Dª Juncal le traía, D. Álvaro le dio un golpe contundente con un objeto que no ha sido hallado en la sien izquierda, rompiéndole las gafas y haciéndole caer al suelo en donde ambos forcejearon hasta que por el personal del despacho fueron separados. Durante todo el incidente D.ª Juncal no intervino para nada, ni en apoyo ni en evitación de la situación.

Como consecuencia de estos hechos, D. Inazio sufrió una herida inciso contusa en párpado superior de ojo izquierdo y ceja, un esguince cervical, policontusiones, traumatismo craneal y trastorno de estrés postraumático agudo, lesiones que necesitaron para su curación sutura aplicada por cirujano plástico, analgesia, observación en urgencias por un día, prescripción de frío local, analgésicos, tratamiento antiinflamatorio, miorrelajante y rehabilitador hasta el día 30 de abril de 2.023 por esguince cervical y tratamiento psicoterápico con ansiolíticos, con un día de hospitalización y 36 días de impedimento para sus ocupaciones habituales y 43 días para la estabilización de sus lesiones, quedándole como secuelas cicatriz en ceja y párpado superior izquierdo, poco visible, de 2 cm. y cervicalgia leve y cuadro psicológico postraumático, ambos no permanentes.

Asimismo, resultaron rotas las gafas de la víctima, así como hubo de reponer su corbata de seda por haber quedado inservible por ensangrentada."

La llamada de Miren aquella tarde fue balsámica. El enfado que la lectura le estaba provocando, fue reemplazado por el deseo de encontrar de nuevo el fantasma del pasado juvenil. Metió su copia de la sentencia en la carpeta, para no sacarla más.

Continúa en


jueves, 14 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 7

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 Comienzo del relato

Pasó más tiempo, el despacho de abogados de Aitor iba bien pero su matrimonio iba mal, el amor conyugal pareció acabarse con la “parejita”, en cuanto hubo niño y niña en el hogar, el amor mutuo se esfumó y ninguno de los dos hizo nada para volver a encender el fuego, así que más o menos de mutuo acuerdo, ella se quedó con el patrimonio y Aitor se fue a vivir a un “loft” del barrio de Gros.

Lo del “loft” era en realidad la parte trasera de un antiguo taller de coches desaparecido como tal, ahora un  bazar oriental se ubicaba en la delantera y aquella especie de gran alcoba había sido convertida en vivienda sin ningún tipo de permiso legal por un familiar de Aitor que se la vendió a precio de primo. Aitor continuaba empadronado en lo que fue la vivienda común del matrimonio y los fines de semana y vacaciones que le tocaba estar con sus hijos o los pasaba en la habitación de invitados de lo que fue su casa, su ex se iba, o en casa de los abuelos de los niños, se llevaba bien con sus padres y con sus suegros, incluso mejor que su ex, o se llevaba a los niños a esquiar en invierno y a una playa francesa en verano, lo que le permitiera su economía, resentida por la quiebra de la sociedad matrimonial.

 Aitor ligaba a veces, no mucho, no encontraba una relación duradera, muchas de sus relaciones eran de una noche. De noche el apartamento de Aitor, desprovisto prácticamente de luz natural, un ventanuco a patio por toda ventilación, podía pasar por una suite de buen hotel, al amanecer, cuando el alcohol se ha evaporado y el aliento de dragón del compañero de lecho nos vuelve a la realidad y a la luz natural, que no se percibía desde aquel zulo, el estudio era deprimente sin ninguna duda. Pero Aitor no se daba cuenta, le gustaba la luz artificial constante, la tranquilidad del sitio le resultaba confortable, una mujer de limpieza pasaba una vez a la semana, manteniendo el nivel de suciedad a una altura soportable… alguna de sus relaciones, más duradera, intentó darle un aire de hogar pero renunció inmediatamente - allí se marchitaban hasta las flores de plástico -,  tampoco ninguna consiguió que él llevase su cepillo de dientes a otro sitio, otro sitio en el que poder compartir una vida.

A Aitor le gustaba ir andando al Palacio de Justicia de la calle San Martín en Donostia, donde reside la Audiencia Provincial, iba por la Avenida, la Avenida de la Libertad, calle principal de la ciudad hasta la barandilla que fija el límite entre la ciudad y la playa de La Concha, luego seguía el paseo unos cien metros hacia la izquierda, babor solía pensar, y nuevamente se introducía entre calles, cruzaba la calle Zubieta y luego la propia calle San Martín, ambas con tráfico muchas veces atascado y conductores enfadados con la vida, para llegar al edificio de la Audiencia. Pocas veces atajaba por la calle Urbieta, solo cuando iba retrasado a algún acto procesal que, a su vez, se iba a retrasar, los abogados corren para esperar en las salas de pasos perdidos de los tribunales, es uno de sus deberes fundamentales.

Habían pasado unos años, quizá diez, quizá quince, una mañana de primavera avanzada, Aitor caminaba a una vista en una de las salas de la Audiencia y se detuvo en el último paso de peatones de la acera derecha de la Avenida, un coche se detuvo al borde del paso cebra a pesar de tener luz verde y ámbar, sin importarle el claxon del que le seguía. Quien conducía el vehículo, asomó medio cuerpo por la ventanilla:

-¡Pasa poeta, que no te voy a atropellar!

Era Miren, con un pelo distinto, algún peluquero loco le había metido la cabeza en una centrifugadora de pintura blanca, y una risa franca. 

- Me ahogo en la resaca de tus ojos de sirena… -empezó el abogado, como retomando una conversación interrumpida brevemente -.

- ¿A dónde vas? Que te llevo – El coche de detrás maniobró, soltando improperios a los dos, y avanzó en cuanto el semáforo se puso en verde -. 

- A la Audiencia, voy más rápido andando, pero dame tu teléfono que te llamo.

- Prefiero llamarte yo, pero no tengo aquí para apuntarlo.

- Los abogados siempre llevamos tarjetas – Una tarjeta de visita apareció en su mano para pasársela inmediatamente a Miren por la ventanilla -..

Los coches de detrás se impacientaban y Miren tuvo que arrancar e irse, mientras Aitor se echaba a correr para no llegar tarde al juicio que empezaba en breve teóricamente. La vista se supendió por causas de fuerza mayor, obligando a los citados, alguno había venido de Madrid y otro de Oviedo, a perder su tiempo y dinero porque el Magistrado Ponente se había ausentado a un curso de formación en nuevas tecnologías, previsto desde hace tiempo pero que nadie había tenido ocasión de darse cuenta que coincidía con aquella vista señalada.

Sigue en

 

viernes, 8 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 6


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Este relato comienza en

 El calendario siguió su curso - tiene esa costumbre, el calendario -. Aitor se inscribió en el Colegio de Abogados y se incorporó a un despacho, un gran despacho con buenas instalaciones en pleno cogollo del centro de Donostia, donde pasó rápidamente de ocupar el pequeño despacho junto a la puerta a ver su nombre puesto en la placa con letras del mismo tamaño que las del nombre del fundador que quedaba vivo y a ocupar el despacho dejado libre por el fundador fallecido. Hernani RT había prescindido de los servicios del entrenador irlandés y Miren no estaba en las descencijadas gradas cuando Aitor visitó por última vez como jugador en activo el viejo campo de rugby de Landare Toki, justo la semana anterior de su boda con una donostiarra, hija de un industrial armero reconvertido en banquero y bodeguero, a nivel de consejos de administración, - en Euskadi se llama industrial armero a los traficantes de armas, las armas se fabrican por estos industriales para venderlas -. La siguiente ocasión en la que se encontró a Miren habían pasado quizá tres años y algún bautizo de la descendencia que tuvo en esa boda. Su suegro ya era presidente de un montón de entidades y aspiraba a ser presidente de la Real Sociedad de Fútbol de San Sebastián  aunque no se apellidase Aperribay. 

En lo que fue Hospital Militar prácticamente adosado al campo de fútbol de Atocha y cuando éste se demolió, se instaló el conjunto de los tribunales de la ciudad, salvo la Audiencia Provincial que continúa en el viejo Palacio de Justicia en la calle San Martín. El Juzgado de Guardia del actual Palacio de Justicia de San Sebastián,  se encuentra debajo de la Sala de Bodas, para evitar situaciones jocosas, los detenidos entran y salen por un aparcamiento subterráneo y los asistentes a las ceremonias por una escalera que forma el pórtico de la puerta del juzgado de guardia. Después de asistir a unas declaraciones de unos detenidos, pasadas las 12 del mediodía, Aitor y un colega abogado salían por la puerta del Juzgado de Guardia con sus respectivos portafolios cuando un grupo folclórico iniciaba un aurresku en honor de una pareja que salía entre lanzamientos de arroces y gritos de invitados, el baile les impedía el paso en su camino y Aitor descubrió que la contrayente que salía alborozada era Miren y el flamante marido era un colorado y rollizo Albert.

- Tenme esto que tengo que besar a la novia.

Dice Aitor en cuanto la vé, pasando el portafolios al otro abogado y se abre paso entre los invitados, algunos le reconocen, jugadores de rugby entre ellos, hasta que Miren y Albert le descubren simultáneamente con reacciones bien distintas, una se ríe y el otro no.

- ¿Pero tu qué haces aquí?

- De librar de la cadena perpetua a un cliente, como la que te ha caído a ti.

Esto lo dice Aitor en un susurro al oído de Miren, mientras algunos invitados le molestan en su acercamiento pero Miren consigue susurrarle antes de que queden separados.

- La cadena perpetua no existe, poeta.

Los amigos posiblemente del novio le apartan a Aitor que no ha podido besar a la novia y la boda se aleja hacia los coches. Sin pensarlo mucho, Aitor le dice a su acompañante:

- La cadena perpetua no existe y el partido no acaba hasta que el arbitro no pita.

viernes, 1 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 5

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Comienzo de esta historia

 - Baita ere, Lapurdi, ta Nafarran.  Guztiok gara euskaldun, guztiok anaiak gara, Nahiz eta hitz ezberdinez, Bat bera dugu hizkera… Los donostiarras sois capaces de destrozar cualquier cosa.

Miren, vestida con un maillot del equipo de rugby de Hernani y unos pantalones de chándal se acercó cantando entonadamente a Aitor por la espalda, algo más joven que él, llevaba también un vaso de plástico en la mano pero vacío, los ojos le brillaban acuosos, posiblemente porque ya había bebido suficiente como para empezar a tambalearse pero las ganas de encontrar a Aitor, en el que se llevaba fijando toda la jornada, y la música le permitían guardar un equilibrio inestable.

Aitor llenó con su vaso el vaso de Miren, para quitárselo a continuación y beberlo de un trago, luego metió un vaso en el otro y los tiró a un grupo de los que cantaban y saltaban un poco más lejos, como si lo esperasen dos de ellos levantan a un tercero que recoge el paquete en el aire como un balón en una touche de rugby. Aitor se vuelve, coge a Miren adecuadamente, la pone a bailar y siguen cantando ambos, cada uno a su modo.

- Guziok gara eskualdun, guziok anaiak gara, Nahiz eta hitz ezberdinez, Bat bera dugu hizkera.

Se iban formando parejas que bailaban, aunque la mayoría de los jóvenes seguía la música con ciertos movimientos más o menos acompasados, Aitor y Miren eran la pareja que más giraba, saltaba, haciendo pasos inapropiados, a veces parece que se va a caer, a veces llegan a tropezar con otras, hay quien protesta y gesticula enfadado hacia ellos.

- Estos franceses son unos sosos -le grita Miren al oido.

Aitor le coge una mano y bailando se la lleva al otro lado de la pared del frontón, desapareciendo así de la fiesta, allí hay un pequeño prado que pudo ser antes un parque, algunos descuidados macizos de hortensias así lo indican, hay indicios en el suelo de que hubo mesas y bancos, parece que un arroyo limita el terreno un poco más allá, la carretera que rodea el frontón también forma otro límite, pero Aitor y Miren ahora se están besando, boca contra boca, cuerpo contra cuerpo, mientras bailan, Miren necesita ponerse de puntillas para acariciar el cuello y las orejas de Aitor, las manos de Aitor se introducen por la espalda en la ropa de ella, palpando y acariciando, mientras se van acercando hacia el muro en busca de un punto de apoyo. Miren está disfrutando con las caricias, bastante torpes y le deja hacer sin ninguna resistencia, aunque no tiene intención de dejarle pasar de un calentón. Aitor está arrepintiéndose de no haber metido condones en la cartera porque la chica, en la que se había fijado por la mañana, cuando llegó el autobús de Hernani, pero alguien había comentado que era la novia del entrenador irlandés del club, así que la situación actual le resultaba un poco extraña.

- ¿Y tu novio, Albert?

- Ése está durmiendo en el autobús y me ha dejado descuidada todo el día y yo necesito marcha ¿Te pasa algo con él?

- Nada, princesa de Landare Toki, nada, me gustan todas las marchas.

Ha caído la noche, Aitor le pone una mano en un pecho y juega con el pezón, luego acerca la erección al pubis de ella y continúa explorando su cuello con su lengua.  Miren se estremece un momento y se da cuenta que la música se acababa en la fiesta. Ahora las dos manos de Aitor están en sus muslos y  ella ya había perdido el control de si la verga de él estaba aún dentro de su bragueta o podía empezara buscar destinos más profundos, una vez que la alzase…Aitor ha evaluado en su interior la situación, el alcohol no ha eliminado todas sus barreras y sigue con la bragueta cerrada, mientras acaricia los muslos de Miren.

- Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme. ¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia! ¡Ah las rosas del pubis!

Aitor le empieza a recitar poemas de Neruda  pero Albert, un tipo grande, más mayor de edad que ellos y con acento irlandés, va vestido con un chándal de Hernani RT ha aparecido por la carretera.

- ¡¡¡Tortolitos, dejad de enrollaros que los autobuses se van y os quedáis aquí, que esto es el culo del mundo!!!

Aitor saca las manos precisamente del calor del culo de Miren y se arregla la ropa, divertido.

- Yo me llamo Aitor ¿Tú como te llamas?

Miren ya lo sabía pero se da cuenta que ni siquiera se han presentado, hábilmente se coloca el sujetador en su sitio y se lo abrocha, se ajusta los pantalones, oculta de Albert por el corpachón de Aitor.

- Miren... a ver si vienes por Hernani, que esto se estaba poniendo interesante, poeta.

Ambos se besan, más de lo necesario para despedirse.

- ¡Pero hostias, dejarlo de una puta vez, que ya tendréis ocasión!

Albert riñe como quien riñe a unos niños, Aitor, por si acaso, se aleja hacia el otro lado del frontón y Miren, sin embargo, avanza resuelta a la carretera.

- ¿Y tú? ¿Qué? ¿Te has despertado con mal genio de la siesta?

Esto sigue