lunes, 25 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 10

Imagen generada por IA

Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado

ESTA HISTORIA TIENE UN COMIENZO


Aquella misma tarde del encuentro con Aitor en la calle Urbieta, ella le telefoneaba, quedaron a las 8 de la tarde en una cafetería de la calle Zabaleta en el barrio de Gros, un establecimiento con cierta elegancia y butacas cómodas donde pudieron ponerse al día, mintiendo lo necesario, esto es mucho, de sus vidas durante el largo tiempo en que no se habían visto e incluso de mucho antes, porque, en realidad, no se conocían de nada, sin embargo, consiguieron unir recuerdos comunes, episodios en los que habían coincidido en Hernani o en Donostia o en los sanfermines de Pamplona y también buscar conocidos y amistades que les vinculaban en cierta forma, en principio,con la ayuda de un gin tónic, sin abordar la actualidad de cada uno, todo era hablar del pasado, del camino que habían recorrido desde la infancia a la cuarentena, pasando por sus encuentros esporádicos en un frontón de Iparralde y en el Palacio de jUsticia.


Aitor se sentía un poco guía porque Miren, según decía, había vivido en Irlanda y Madrid, siguiendo los traslados laborales de su marido, sin apenas regresar más que en vacaciones de verano y navidades por Hernani, él apenas se había dado cuenta que Miren había bebido todo su combinado y la mitad del otro, el de Aitor. 


Un poco de hambre les llevó a un bar gallego del barrio hacia las 9, ya de noche, sentados en una mesa cerca de la barra, comieron raciones y bebieron vino, una botella de albariño, mientras hablaban y hablaban, en esas conversaciones ansiosas que los jóvenes tienen a veces durante noches enteras, pero ellos no eran ya jóvenes, sobre todo Aitor, los cuarenta de edad habían quedado atrás o, en el caso de Miren, estaban muy cerca o muy recientes.


- Pues aquí estoy de vuelta al pueblo, a pasar una temporada sola, como una ermitaña, necesito ordenar papeles de familia y necesito ordenar ideas.


- ¿Y cómo se llamaba el entrenador? ¿Albert? ¿Y Albert no ha venido?


- Está ocupado, siempre está ocupado, no se ocupa de mi para nada…


- Su trabajo es muy estresante, lo tuyo no será para tanto


- … por eso nos hemos separado y me he venido a tomar distancia y pensar.


- ¿Te divorcias?


- Pues claro, la cadena perpetua no existe.


Hasta que salieron a la calle, después de pasar por el baño para aclararse la boca, Aitor no le besó en la boca, a pesar de la limpieza, el beso sabía a pimentón de la Vera y orujo de San Pedro de Sarandón pero a ninguno de los dos les importó y lo repitieron varias veces mientras iban hacia el loft de Aitor que no se encontraba muy lejos, el camino no fue en línea recta, las piernas les hacían avanzar en slalom como si fuera cuesta abajo y tropezarse, lo que provocaba nuevos besos. Abrir las puertas no fue fácil, fue más fácil encontrarse los dos desnudos en la cama, recorrerse el cuerpo con sus manos, sus labios, sus lenguas, sus dientes - ella le mordió varias veces y en varios puntos de su anatomía -.


En la cama había más de baile que de coito en su juego amoroso, los dedos competían en buscar en los genitales del otro la máxima excitación mientras se babeaban sus bocas hasta que en decúbito supino la verga de él penetró hasta el fondo y en la penumbra se quedaron súbitamente quietos, ella encima puso las manos sobre los hombros de él mirándole con los ojos muy abiertos, él tenía sus manos en las posaderas de ella, observando su silueta recortada contra el techo claro, el vino provocaba en él que la viera como una sombra chinesca y Aitor sin moverse empezó a recitar los versos de Neruda: “Ebrio de trementina y…” sonó un teléfono móvil, Miren, sin descabalgar, maniobrando para no dejar salir el pene, lo cogió de la mesilla, donde, al parecer, lo había dejado.


- Hola, cariño… sí, estoy en San Sebastián, con Aitor.


Aitor sintió que su erección se encogía unos milímetros, Miren también pero, mientras atendía al teléfono, empezó un suave movimiento obstátivo de todo intento de retirada y aunque Aitor boqueaba quieto, sin emitir palabra, arqueando las cejas, sintiendo la presencia marital en su cerebro, la naturaleza, que es así de caprichosa, llevó su erección de nuevo a un punto de retorno difícil.


-  Hemos tomado pintxos y bebido vinos, estoy tan cansada, que me voy a acostar enseguida, besitos cariño.


Miren, después de comprobar que se había quedado bien colgado, dejó caer el teléfono sobre el montón de ropa del suelo.


- No se quiere enterar. Tú sigue diciéndome eso tan bonito que estabas diciendo.


Ella comenzó a cabalgar a un ritmo en aceleración, mientras Aitor se concentraba en la poesía del chileno.


- Ebrio de trementina y de largos besos, estival, el velero de las rosas dirijo, torcido hacia la muerte del delgado día…


Momento en que la eyaculación le sacudió y Miren le mordió en un pezón a la vez que contraía todos los músculos vaginales hasta arrancarse de su interior una sensación suficientemente placentera.   


Durmieron bastante, ninguno de los dos tenía prisa por la mañana, hicieron el amor varias veces, eufóricos del reencuentro y con el entusiasmo de los primeros momentos de una relación. Miren le tranquilizó a Aitor, lo de su marido estaba arreglado, de hecho ella había traído todas sus cosas personales a la vivienda que adquirieron en Hernani y le dijo que habían acordado que fuera solo para ella, lo que pasaba es que era ella, aconsejada por su abogada, la que iba de víctima – él había confesado una infidelidad con una empleada de la empresa que tenía -, y de que había querido salvar su matrimonio por lo que la relación con Aitor – “Espero que esto no sea un polvo de una sola noche”, le dijo en la ducha compartida -, debía permanecer oculta mientras no se firmasen los acuerdos y documentos del divorcio en trámite. Todo era mentira, Aitor se lo creyó más o menos pero Miren tuvo que pedalear mucho para que la realidad se fuera pareciendo a lo que había contado impulsada por la oportunidad de dar un volantazo a su vida… una noche de amor se parece poco a un mes de amor, menos a un año de amor y nada a un lustro de amor, los humanos no venimos con libro de instrucciones y nos creemos lo que soñamos despiertos con agujetas en los muslos de haberlos tenidos separados, en el caso de ellas, y con rozaduras en el bauprés de haber dirigido la nao por la estrecha bocana del puerto del amor - un poco de poesía del siglo XIX -, con más ansia que destreza, en el caso de ellos.

Continuación

Esta secuencia tiene otras versiones LECTURE DE NERUDA EN CLOWN

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