viernes, 8 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 6


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 El calendario siguió su curso - tiene esa costumbre, el calendario -. Aitor se inscribió en el Colegio de Abogados y se incorporó a un despacho, un gran despacho con buenas instalaciones en pleno cogollo del centro de Donostia, donde pasó rápidamente de ocupar el pequeño despacho junto a la puerta a ver su nombre puesto en la placa con letras del mismo tamaño que las del nombre del fundador que quedaba vivo y a ocupar el despacho dejado libre por el fundador fallecido. Hernani RT había prescindido de los servicios del entrenador irlandés y Miren no estaba en las descencijadas gradas cuando Aitor visitó por última vez como jugador en activo el viejo campo de rugby de Landare Toki, justo la semana anterior de su boda con una donostiarra, hija de un industrial armero reconvertido en banquero y bodeguero, a nivel de consejos de administración, - en Euskadi se llama industrial armero a los traficantes de armas, las armas se fabrican por estos industriales para venderlas -. La siguiente ocasión en la que se encontró a Miren habían pasado quizá tres años y algún bautizo de la descendencia que tuvo en esa boda. Su suegro ya era presidente de un montón de entidades y aspiraba a ser presidente de la Real Sociedad de Fútbol de San Sebastián  aunque no se apellidase Aperribay. 

En lo que fue Hospital Militar prácticamente adosado al campo de fútbol de Atocha y cuando éste se demolió, se instaló el conjunto de los tribunales de la ciudad, salvo la Audiencia Provincial que continúa en el viejo Palacio de Justicia en la calle San Martín. El Juzgado de Guardia del actual Palacio de Justicia de San Sebastián,  se encuentra debajo de la Sala de Bodas, para evitar situaciones jocosas, los detenidos entran y salen por un aparcamiento subterráneo y los asistentes a las ceremonias por una escalera que forma el pórtico de la puerta del juzgado de guardia. Después de asistir a unas declaraciones de unos detenidos, pasadas las 12 del mediodía, Aitor y un colega abogado salían por la puerta del Juzgado de Guardia con sus respectivos portafolios cuando un grupo folclórico iniciaba un aurresku en honor de una pareja que salía entre lanzamientos de arroces y gritos de invitados, el baile les impedía el paso en su camino y Aitor descubrió que la contrayente que salía alborozada era Miren y el flamante marido era un colorado y rollizo Albert.

- Tenme esto que tengo que besar a la novia.

Dice Aitor en cuanto la vé, pasando el portafolios al otro abogado y se abre paso entre los invitados, algunos le reconocen, jugadores de rugby entre ellos, hasta que Miren y Albert le descubren simultáneamente con reacciones bien distintas, una se ríe y el otro no.

- ¿Pero tu qué haces aquí?

- De librar de la cadena perpetua a un cliente, como la que te ha caído a ti.

Esto lo dice Aitor en un susurro al oído de Miren, mientras algunos invitados le molestan en su acercamiento pero Miren consigue susurrarle antes de que queden separados.

- La cadena perpetua no existe, poeta.

Los amigos posiblemente del novio le apartan a Aitor que no ha podido besar a la novia y la boda se aleja hacia los coches. Sin pensarlo mucho, Aitor le dice a su acompañante:

- La cadena perpetua no existe y el partido no acaba hasta que el arbitro no pita.

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