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Este relato o folletín es la novelización de un guion que nunca ha sido rodado y que empecé en el siguiente enlace INICIO
Del apeadero al bar de la calle Mayor en la esquina con la plaza Nueva, una taberna típica de pueblo vasco del sur del Bidasoa, decoración “abertzale”, esto es, fotos enmarcadas de paisajes de Euskalherría y de deportes rurales, vistas mil veces en los calendarios de las cajas de ahorro locales, una mala iluminación, alguna hucha para recaudar dinero a favor de los presos que siguen presos, donde los clientes dejan los cambios que irían a las propinas. En las estanterías, además de botellas de licores y aguardientes que nadie jamás beberá, hay lotería de navidad en venta de todos los clubes deportivos y asociaciones que conforman el ecosistema cultural de Hernani.
Hombres y mujeres beben en la barra y en mesas, algunos agrupados en cuadrillas, pocos en pareja, en un rincón de la barra un solitario hace que lee un periódico en euskera en papel, su cara recuerda la de un líder soviético de los años 50, hay niños que juegan y corren por el interior y que salen a la calle o entran, hay ruido, la música cacofónica de los altavoces del bar obliga a hablar a todo volumen, en el exterior hay alguna mesa, en torno a las mesas, las ventanas del establecimiento y la puerta, hay gente similar a la de dentro de la taberna.
Cuando Aitor entra, Miren está sentada en una mesa con su cuadrilla de amigos, Maddi y Paulina que están junto a sus maridos o compañeros Lánder y Bernat, todos vestidos informalmente, ellas con esos colores que se llevan en funerales de desconocidos y ellos del mismo obscuro que han llevado desde que dejaron la infancia. Aitor llega con traje y corbata y una cartera portafolios en la mano, besa a Miren en los labios, se sienta en una silla que le pasan de la mesa de al lado y se quita la corbata nada más sentarse. Lánder le pone un vaso de vino delante.
- Un momento, voy a comer algo y beber un poco de agua antes del primer vino.
Los otros 5 no le hacen caso, Aitor se levanta y se acerca a la barra. Aitor regresa con un bocadillo de tortilla de patatas y un botellín de agua mineral, se sienta y come y bebe, siguiendo la conversación en modo espectador, procurando que el aceite de la tortilla caiga al suelo en vez de en sus pantalones.
- Pues claro que se dopan ¿Quién no se dopa a ese nivel de competición? ¿Cómo hostias aguantan sin doparse tantos partidos a la semana, entrenamientos, andar con chavalas todas las noches y luego a correr como patos sin cabeza detrás del balón? ¡Hostias que si se dopan!
Lánder es sufridor de la Real Sociedad por nacimiento, sus primeros recuerdos en esta vida son yendo al campo con su padre y su tío, cuando éste se murió yendo con su padre y ahora él lleva su hijo a los partidos. No está acostumbrado a que su equipo gane y cuando la Real gana, cosa que sucede últimanete con relativa frecuencia, siempre teme que sea un sueño y que se vaya a despertar de ese sueño.
Bernat también pero es de otro tipo de seguidor, nunca la Real le decepciona, siempre encuentra un motivo para la esperanza, sufre mucho pero alcanza el paraíso con facilidad, con un buen resultado, con una clasificación no muy mediocre en la liga...
- Tú te confundes chaval, con 20 años no hace falta meterse nada para andar así ¿Tú no podías con los entrenamientos, el partido en el rugby el domingo lleno de barro y darle marcha a ésta en la trasera del coche?
Maddi le pega una bofetada cariñosa a Bernat.
- Bueno, y también en el granero de casa de sus padres
La siguiente bofetada es menos cariñosa. Lánder se ríe francamente, todos se ríen.
- ¡Hostias! ¡Que no he dicho nada de particular y que no hayamos hecho todos! ¡Hostias! ¡Que le cuento a este pardillo lo del americano que te llevaba a la piscina los veranos!
Bernat, como en un rito muchas veces repetido le sujeta las manos a Maddi, que hace como si intenta volver a abofetearle, es la única que no se ríe y dice entre dientes “Imbécil”.
- Bueno, en resumen, que en la Real no se dopan y no, y que no, que nosotros hacíamos lo mismo y nos hartábamos a cubatas y además íbamos a fábrica 40 horas y las extras sin necesidad de pindonga ¡Que os creéis todo lo que cuentan esos putos periodistas! Y vámonos a otra parroquia, que en ésta nos tienen muy vistos.
Dicho esto, se levantan todos y salen a la calle, Aitor ha dejado el vaso de vino prácticamente entero, un niño de unos 7 años de los que juegan por el bar coge el vaso y le da unos sorbos. Parece que nadie lo ha visto.
La calle Mayor de Hernani baja desde la plaza del Ayuntamiento hasta la plaza Nueva o sube desde ésta, las tres parejas suben en busca de otro bar, hay alguno más en la calle, incluso un “pub irlandés”, de un balcón a otro cuelgan fotos de presos por terrorismo, también hay carteles que exigen en euskera la libertad de asesinos o su vuelta a casa, carteles pegados en las viejas paredes medievales donde se alternan con pintadas en el mismo sentido, los grupos que salen de los bares se cruzan con los grupos que entran a los bares, los mismos niños y niñas corren de un lado a otro, a veces caen y lloran hasta que una madre aparece y le pone de pie. Aitor, Lánder y Bernat preceden a Miren, Maddi y Paulina en dos conversaciones claramente separadas. Saludan con un movimiento de cabeza a quienes cruzan que responden con un “epa” interrogativo que es replicado con un “epa” afirmativo, dos de los niños que juegan piden dinero a Lánder y Bernat que les sueltan unas monedas sin contarlas, los niños corren a una pastelería que está abierta. Lánder debió ser guapo hace unos años, delgado, mal afeitado, aspirando el moquillo que tiene tendencia a caerle de las narices, ojos bizcos que sólo tienen dos posiciones: prácticamente cerrados y abiertos exageradamente, Lánder mira sin ver a su hijo a través del escaparate y comenta a Bernat.
- ¿Qué vas a preparar para la cena de la cuadrilla del viernes?
Una vez al mes, los chicos de la cuadrilla de adolescentes que fueron se reúnen en una cena, son como diez o doce, algunos ya no viven en Hernani, otros no pueden salir de ronda todos los días pero esa cena es el hilo que les mantiene comunicados todo el año, entre los sanjuanes, porque las fiestas del pueblo también las celebran juntos como cuando eran unos muchachos hace 25 ó 30 años.
- ¿Ya toca? Hostias ¿Cómo pasa el tiempo? Hostias, si hoy es miércoles ¿A ver qué encuentro en el mercado? Una menestra quizá o unos pimientos rellenos preparar puedo.
- Si quieres yo te voy a ayudar en la cocina – dice Aitor que ya cuenta como uno más de la cuadrilla para cenas, fiestas y excursiones -, para que no andes luego cenando de pie y con un ojo en el fuego.
- O sea que el señorito es, como siempre, el único que se apiada del pobre cocinero y estos putos buitres solo llegan a comida hecha. Pues sí, majo, ven a las 5,30 y tú y yo merendamos y les dejamos a estos las sobras para que cenen a las 9 y el que no esté a las 9, ni eso, que cene un whisky.
Bernat, gordo de tripa, barba de lija a estas horas, es normalmente quien cocina en las cenas mensuales y en las fiestas, pero en su casa no se come con fundamente, él come en fábrica, su mujer pica como un pájaro cerca de la peluquería que posee y el niño - ¿O son dos? -, come en la cantina escolar, así que quedan pocas comidas y cenas que preparar, él mismo prepara los domingos unas fiambreras para esos huecos que se completan con las fiambreras que les preparan las madres de ambos cónyuges.
- ¡Hostias, tú! ¡Que yo llevo el jamón jabugo para el aperitivo! - protesta Lánder - Lo que pasa es que lo de cocinar a mi se me da de puta pena y para molestar no voy a ir pronto, o sea…
- Tú trae el jamón y un lomo si quieres, tranquilo, pero no nos vengas dopado que te conozco, que los viernes sales del curro y te lías con todos esos putos esnifadores de la sucursal y que un día os vais a meter por las napias un saco de cemento ¡Hostias!
La pretendida ironía de Bernat hace que Lánder abra los ojos como un personaje de un dibujo animado.
- Subnormal, que te va a oír ésta. Yo no me esnifo nada, nada de nada ¡Hostias! ¡Qué manía te ha dado.
Bernat ha cogido tema una vez más e insiste.
- En esa casa, todos vais ciegos en el curro y luego que si me ha cogido la mano un cilindro, que si me he clavado el destornillador en el ojo sin querer, que si me he cortado la pirula con la guillotina…
- ¡Que te calles y entres aquí!
Lánder le empuja a otra taberna, igualmente oscura, parecidas fotos en las paredes, parecidas botellas grasientas en los estantes, las mismas loterías, las mismas huchas, las personas que beben por la barra y las mesas pueden ser las mismas o parecidas, los niños que corren, salen y entran, también, incluso el solitario que lee el periódico en una esquina de la barra parece que se ha trasladado unos metros calle arriba.
- Hiru beltz, bi rosado eta zurito bat! - Lánder proyecta la comanda al camarero por encima de quienes ocupan la primera fila junto a la barra y luego pregunta a Bernat - Esa es la fórmula ¿No?
- Vale, ba -confirma Lánder al camarero ya que los otros se han encogido de hombros -.
Cuando entran las mujeres, el camarero pone los vasos en la barra, Lánder deja el dinero exacto sin preguntar y va pasando, con permiso del grupo que dificulta la maniobra, los vasos a los demás. Bernat, Lánder y Miren cogen los tintos, las otras mujeres los rosados y Aitor la cerveza. Entran los niños que han pedido el dinero, Maddi y Paulina piden al camarero algo más, pasando entre los clientes que se apartan lo suficiente, el camarero les pasa sendos bocadillos en grasiento papel de aluminio que ellas pasan a los dos niños. Miren se ha quedado hablando con los hombres.
- Esta semana os toca primer viernes de mes ¿Tenéis la cena prevista?
- Ya lo hemos hablado, tu chico me va a ayudar a prepararla…
- ¿Este inútil? Si no le hago yo un huevo frito, no sabe cómo hacerlo.
El aludido, que está dejando que la cerveza se caliente y pierda burbujas en el vaso, protesta débilmente.
- Llevo años preparando mi comida, he vivido solo muchos años, y no me he muerto de hambre hasta ahora.
- Porque existen los menús del día, pero en el frigorífico de tu casa solo había cervezas y quesos apestosos.
Miren concluye su vaso inmediatamente.
- No me gusta conservar comidas caducadas, soy de hacer compra en el día
- Mientes más que hablas.
Hay un silencio general después de la acusación que Aitor hace como que no ha oído. Silencio rodeado del ambiente sonoro de la música que rebota en las paredes y de las conversaciones que se superponen que dura hasta que Bernat dice:
- El domingo vamos a ver el partido de la Real en el bar de debajo de tu casa, que juega fuera ¿Le dices a la patrona que nos reserve la mesa de costumbre?
- ¡Que la reserve tu pinche!
Responde Miren con cierto enfado, quizá porque Aitor no ha entrado al trapo, y pasa la copa a éste para que la deje en la barra, luego sale seguida de todo el grupo.
La calle está menos frecuentada pero hay circulación de grupos entre los bares, los dos niños comen sus bocadillos sentados en un escalón de una carnicería, otro niño come un bollo de envoltorio rosa sentado a su lado. Los seis entran a otro de los bares, Maddi y Paulina salen con dos vasos de leche que dan a sus hijos, por fin, las tres parejas salen a la calle al cabo de un rato, la calle está más vacía, solo hay luz en las puertas de las tabernas. Delante de una de ellas se para Bernat y hace una seña al resto.
- La espuela y a casa, que mañana hay que madrugar.
La barra está vacía, la música apagada, dos hombres como clientes, el solitario que lee el periódico en un rincón y otro sentado en una mesa y que observa fijamente un vaso vacío, el patrón, que rondará los 60 años, está limpiando el mostrador, recogiendo vajilla y tiene el cajón de la caja registradora abierto. Es Aitor quien le pide la ronda.
- Hiru beltz, bi rosado eta zurito bat! Endika! Vale, ba!
Enrique, de Hernani de toda la vida, se dirige a Miren.
- ¿Qué dice éste? El donostiarra ilustre ¿Qué dice a la hora de cierre?
Miren le corta inmediatamente.
- Hiru beltz, bi rosado eta zurito bat! ¡Hostias! ¡Que los pongas de una puta vez!
- Perdona chica, perdone señora, que no le había entendido a tu novio.
- ¡El novio más guapo del mundo!
Miren abraza a Aitor y le besa babosamente.
- ¡Al que más quiero! ¡Mi vida, mi alma!
Aitor mira al cielo y todos se ríen. Después de servir, el patrón comienza a bajar la persiana metálica de la puerta, los otros dos clientes que quedan pagan sin hablar, se despiden con un gesto y salen uno tras otro agachándose ligeramente por el hueco que queda.
- Hay que sacar, por lo menos, un punto el domingo, por lo menos ¡La hostia! Si es que pueden hacerlo, pero a veces parece que no se lo creen, que no tienen sangre en las venas.
Hace un rato que Bernat está hablando de la Real Sociedad.
- Eso la Real y a la tarde pero… ¿Hay partido de rugby en Landare a la mañana?
Pregunta Lánder y Aitor es quien responde.
- Sí, juegan contra Bilbao, no creo que tengan problemas para meterles una paliza, los de Bilbao se han quedado sin equipo este año, se les ha ido mucha gente.
Miren se entremete en la conversación, dejando a las otras mujeres que critiquen la falta de profesionalidad del profesorado.
- Siempre con excusas, pues el otro día bien que los del Atlético hicieron el ridículo con Bilbao, que si no es porque el árbitro era tu colega y os perdonó todo lo imperdonable, os venís sin un punto.
- Si el Atlético ganó y sin problemas sobre el terreno – Aitor intenta precisar, aunque intuye que es inútil -. Al final, con muchos cojones los de Bilbao consiguieron un ensayo para maquillar el resultado.
Miren está balanceándose de un pie a otro, el vaso de vino ya está vacío en su mano.
- ¿Ganar? Tú estás soñando, cariño.
Miren se pasa el índice por debajo de la nariz hacia arriba.
- Señores ¿Es que no tienen casa?
Enrique está junto a la puerta, indicando claramente su voluntad de dar por concluida la jornada, los seis dejan los vasos en la barra, el de Aitor se ha quedado a medias junto a las monedas por el importe de la consumición, los niños se han evaporado, quizá las madres les han dado llaves para que puedan irse a dormir, las mujeres van saliendo, luego Lánder, Aitor y el último Bernat que al salir pega con la mano sobre el borde inferior de la persiana, metiendo un ruido fuerte y brusco.
En la calle a la puerta del bar, los otros cinco y un par de curiosos miran a Bernat que se coge la cabeza como si se hubiera golpeado encima de la frente.
- ¡Ayyyyyy, ayyyyy! ¡Que me he dejado los cuernos en la barrera! ¡Que me he dejado los cuernos!
- ¡Idiota! Buena falta te hacen unos cuernos para que espabiles.
Paulina provoca una carcajada general que se superpone al teatro de Bernat que es el que más se ríe, los dos se besan, los niños reaparecen, no se habían ido a casa, se acercan y cada uno da la mano a una de las dos mujeres. Cada pareja parte en una dirección distinta, al caminar se puede percibir una cierta oscilación lateral en la marcha de los adultos pero hay que ser muy observador.
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