martes, 11 de enero de 2011

AGREDIDO

Fundación de Santiago
Uno empieza la semana laboral y dos imbéciles alevosamente le intentan agredir, se lleva un golpe con el casco de moto que ocultaba el rostro de uno y el otro le araña la cara, luego salen huyendo con su botín de un móvil y un llavero. El mierda, una cagada del caballo blanco de Santiago, que les ha mandado y no pagado –al menos en dinero, quizá haya compartido alguna papela de coca con ellos-, que no tiene valor más que en su apellido se habrá quedado ancho o sánchez pero me da igual. Si no quiere taza, va a tener dos tazas y media.
No se puede ir de mafioso por la vida tanto tiempo, no sólo porque la policía no es del todo tonta –a veces se esfuerza demasiado en aparentarlo-, sino porque la agresión es una demostración de impotencia y la agresión permanente es una demostración permanente de impotencia. El agresor no sabe resolver sus problemas, no es un hombre.
Ante un problema un hombre o una mujer saca sus cualidades y lo resuelve, o no lo resuelve, cae derrotado –estos tiempos son de problemas irresolubles para muchos-, pero vuelve al juego. A intentarlo de nuevo, a buscar su oportunidad, a apoyarse en su equipo pero el agresor no tiene equipo, puede tener sicarios pero ni ellos ni él tienen confianza mutua.
No se puede esperar gran cosa de la justicia de los hombres y la de dios está de descanso dominical eterno. La vida acaba poniendo al agresor en su sitio, lo sé por propia experiencia, hace unos años fui víctima de otra agresión idiota y el agresor intelectual se ahogó en su hiel y el material en su imbecilidad. Así que me voy a quedar sentado ante mi teclado otra vez, esperando ver pasar las noticias.
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