martes, 6 de noviembre de 2018

EL METABOLISMO DEL AZÚCAR

Al despertarse, lo primero que Ken pensó fue en matar a Barbie. La vio roncando, los hedores del alcohol pegados al cuerpo, con la blanda almohada medio cubriendo su cara y, fue una centésima de segundo, el pensamiento de llevar la almohada hasta su nariz y sostenerla allí pasó por su mente. Inmediatamente se dirigió al bano.
Kermen Navarro era conocido por Ken por su cuadrilla de amigos y, lógicamente, a su novia le llamaban Barbie, llevaban casados menos de un lustro y viviendo en aquel pueblo gris y depresivo de ella, lo de viviendo era una forma de decirlo, según Ken, era un pueblo de tabernas y tabernas, la vida era beber en una tasca, pasar a otra y beber, beber en la siguiente y así hasta que había que cenar algo en una de ellas, en una de sus mesas brillantes de tanta grasa y trapo grasiento pasado para extenderla a guisa de mantel, para luego seguir bebiendo hasta que las piernas vacilantes te llevaban en un inevitable slalom de tropezones y nauseas hacia la cama.
La noche anterior, pretextando que tenia que levantarse temprano el domingo, era ya domingo por la mañana, Ken se había escapado, dejando a Barbie, después de la cena y esta volvió a una hora determinada, se enteró porque ella le mordió, baboseando, la oreja al acostarse, siempre que regresaba borracha, y esto era cada vez mas frecuente, le mordía la oreja haciéndole casi llorar, debía ser la forma de demostrarle cariño.
Ken acabó de mear, una larga meada silenciosa para no despertarla y la olió, hay perros que detectan el cáncer oliendo la orina había leído, pero él solo olía a sidra y calamares fritos pensó. Maniobró con el pulsador para no hacer ruido al dejar correr el agua y que se llevara lo mas posible.
Preparó cuidadosamente el desayuno para los dos y tomó el suyo, dejando el de ella cubierto. Luego se duchó y se vistió con la ropa que había dejado en la entrada con la bolsa de deportes pero la bolsa había desaparecido, la buscó por toda la casa en silencio, incluso pensó en despertarla, pero no lo hizo, reflexionó dónde ella la habría metido en su delirio al llegar a casa, abrió la puerta y allí estaba en el descansillo, el perro de la vecina no había meado aun en su borde. Las amas de casa vascas ya preparaban las comidas dominicales y las escaleras se iban llenando de aromas culinarios diversos.
Al montarse en la moto, saludó a la panadera de la esquina, otra Barbie pero ésta era la Barbie trabajadora, a todas horas, todos los días, impecablemente puesta y ocupada en su negocio, el único abierto en el barrio, la apertura de los centros comerciales había cerrado todo el comercio que antes hubo. El olor a pan recién hecho le acabó de espabilar, la panadera le acercó sonriendo un pequeño croissant.
Llegó al campo de rugby, olor a rio sucio, fabricas y hierba mojada, y empezó a preparar el material para los chavales y chavalas de la escuela, era un día gris pero no llovía, hoy vendrían un par de docenas a pasar la mañana del domingo antes del partido de los mayores. Pensaba ensimismado en la historia de la Barbie divorciada, que se quedaba con la casa de Ken, el coche de Ken, la pensión de Ken, los hijos de Ken, bueno, ellos no tenían hijos... y fue haciendo una clasificación de todas las posibilidades que tenia de eliminar a Barbie definitivamente. Mientras, puso balones, petos de colores, conos de plástico, colchonetas, escudos… por el terreno y cuando acababa empezaron a llegar algunos padres y madres.


- !Qué buen aspecto tienes, Ken! -Le dijo una Barbie superficial, vestida de “running” hortera-. Se nota que Barbie te cuida estupendamente.

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