Este folletín por entregas irregulares comienza en
El abogado bilbaino hizo un cuadro nada preciso de la situación, de la noticia de la muerte de Iñigo “Harry” Arriluze que, aunque había sido jugador de hockey, también había jugado a rugby durante un curso universitario, de las sospechas policiales de que había sido un asesinato, idea que también era compartida por el hijo del difunto, del mismo nombre que su padre y que solo había jugado a hockey sobre hierba, de la noticia reciente sobre la detención de dos sospechosos y de su ingreso en prisión por el Juzgado de Instrucción y del encargo recibido de hacer una investigación más allá de la que pudiera hacer la guardia civil con la excusa de ejercer la acusación privada en las diligencias judiciales ya que, aunque en un primer momento la viuda había designado al despacho de abogados de Figueruelas y Asociados para hacerlo, la familia, convencida por Iñigo Jr., se había puesto de acuerdo en que se ejerciese por el abogado que llevaba los asuntos penales del fallecido.
En las mesas de alrededor nadie atendía la conversación y si alguien hubiera prestado oreja a lo que Majors contaba tampoco habría entendido nada porque se hablaba del tema como se habla de una película que uno de los comensales ha visto y que quiere recomendar a los otros sin descubrir el final. Con los cafés Galtzagorri sacó un folio y un lápiz de una especie de saco que había traído y que había dejado en el suelo, el saco tenía el escudo de la selección francesa de rugby ya deslavazado por los años. Mientras hacía preguntas a Majors sobre todos los componentes de la lista de personajes de la intriga que iba describiendo, Galtzagorri iba dibujando una especie de mapa galáctico en el que en la posición del sol estaba Harry y en torno a él giraban los nombres de su esposa, hijos, parientes varios como nuera, consuegros y primos, socios, empleados, colaboradores… que Majors recordaba y otros que quedaban imprecisos o con interrogantes para responder.
- Me gusta hacer un diagrama de las relaciones entre las personas implicadas en cada asunto, diagramas de fluidos paranoicos les llamo, es más o menos lo que está de moda reproducir en las películas policíacas como fórmula de trabajo del protagonista investigador, se pone la foto del cadáver en el centro y las fotos de los sospechosos alrededor, luego se van eliminando sospechosos conforme el guion los va asesinando en el camino del guionista hacia el fin, el final insospechado. Yo lo hago en los asuntos civiles, laborales y también en los penales, combinado con una base de datos sobre cada una de las personas que tienen el más mínimo papel en la intriga, esto me permite establecer los flujos que van de uno a otro y hacerme una idea de lo que ha pasado, idea que puede estar equivocada o ser pura paranoia mía o, raras veces, ser la verdad. Yo empezaría por ir a ver al auditor que comparte despacho con el muerto, luego le pegaba un toque al carlista, en tercer lugar habrá que ver los implicados en los negocios de construcción qué pinta tienen, también convendría estudiar los negocios de los hijos que yo supongo que los seguiría tele-dirigiendo en cierta forma, toda la familia, sobre todo aquellos a los que haya hecho favores, no devolver un favor es un buen motivo para cargarte a un tío, y el resto habrá que ir improvisando. Como tendrás que ir a Mallorca para sentar que eres el abogado que se encarga, nos vamos juntos, tú hablas con la justicia y la guardia civil y yo me voy de putas – la cara de Lin reflejó cierto estupor -, es un decir, yo me voy a dar una vuelta por esos ambientes en los que se puede contratar a alguien por unos euros para que se carguen a quien señales, no parece lógico haber contratado esbirros en Bilbao y pagar las dietas de desplazamiento cuando es posible hacerlo “in situ”. Aquí tienes los teléfonos de confianza para el cliente y para ti. Y dadas las fechas, con todo este lío, otro año que no vamos a sanfermines.
Galtzagorri le pasó los teléfonos que sacó del mismo bolso y quedaron en que se verían en Bilbao para ir a visitar la oficina a la que Iñigo de Arriluze y Saint Lon les Mines, Harry para los amigos, no iba a volver nunca, en cuanto Majors quedase con Pedro Apoita Sopeña.
El lunes a primera hora, Majors llamó a Figueruelas y Asociados, quería pedir la venia para no dejar resquemores en un despacho de abogados tan cercano al poder, esto es, a Sabin Etxea. El propio José Martínez de Gurruchaga le atendió con una fría amabilidad que parecía más glacial que de costumbre, no puso inconveniente y ordenó, lo que así se hizo, que le facilitasen por correo electrónico copia de las actuaciones facilitadas por el despacho de Palma, así como los nombres y teléfonos de contacto del abogado o abogada que llevaba el tema y del procurador o procuradora que estaba personado en la causa, por si quería seguir utilizando sus servicios.
Al colgar el teléfono, Majors pensó que en el diagrama paranoico de flujos de Galtzagorri, o lo que fuera, faltaba un nombre quizá, pero lo borró de su pensamiento inmediatamente. Luego se puso en marcha, llamó a Apoita, llamó a Mallorca, llamó al jefe carlista Moreno Oriol y se hizo una agenda ocupada de la semana. Habló con Iñigo Arriluze hijo para pedirle la relación de las empresas de construcción en que estaba su padre y éste le remitió a la base de datos del Registro Mercantil y a la documentación que pudiera tener su padre en Mallorca, porque dijo ignorar casi todo.
También tuvo que dedicar tiempo a trabajar en los asuntos de su agenda, a atender clientes, a cumplir plazos y a bordear el infarto cada vez que una resolución judicial le llegaba directamente a su ordenador de forma inesperada.
A media tarde recibió por correo electrónico un mensaje de Galtzagorri con un enlace a un montón de archivos en la nube y un archivo adjunto de poco peso, el mensaje decía que había colgado en la nube toda la información existente sobre personas y empresas vinculadas al tema de los Arriluze y que le remitía un diagrama actualizado. Majors abrió el archivo y el diagrama era ya como una serie de galaxias interrelacionadas por órbitas demenciales y, entre los innumerables planetas y estrellas, había un agujero negro con el nombre de José Martínez de Gurruchaga.
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