Este folletín por entregas irregulares comienza en
- Y que la tarjeta
de crédito era clonada, nos acaba de llegar un mail de la policía
alemana – completó Ustarroz al Teniente Coronel -, aunque no
aparece que haya sido usada en la isla.
- Ud. céntrese en
identificar de verdad a ese tal Manfred y a su socio, no gaste mucho
que estamos con tantos recortes que no nos llega ni para papel
higiénico y si necesita mandar el expediente a la UCO para que ellos
sigan, no lo dude, el caso está ya resuelto a efectos estadísticos,
aunque sea nuestro deber encontrar al que lo hizo, pero el Delegado
de Gobierno nos ha felicitado por la rápida resolución, parece que
la población se queda más tranquila si se trinca a alguien después
de un suceso como éste y así se perjudica menos el turismo. Venga,
váyase y haga lo que pueda pero no descuide todo lo demás que tiene
en marcha, que no nos van a dar una medalla ni un ascenso por
encontrar al Manfred de los cojones, y al Delegado del Gobierno no le
ha gustado nada que se haya filtrado la detención a la Agencia Efe
antes de que él pudiera hacer la nota de prensa ¡Mierda con esos
bocazas que se chivan a los plumillas! De los gitanos me encargo yo,
que ya voy a hablar con el patriarca y a lo mejor en esta coyuntura
resolvemos algún caso pendiente, el que algo quiere algo le cuesta
y, si quiere que sus nietos salgan del talego, algo tendrá que dar
a cambio ¿Qué hace ahí parado? ¿No le he dicho que salga? Y
cierre por fuera la puerta.
El teniente se
dirigió a su mesa pero, antes de sentarse, el sargento García, un
tipo mal afeitado siempre y que siempre transpiraba, le avisó que
los del puesto de Campos habían localizado que el coche podía haber
estado por Santanyi en fechas coincidentes con las del asunto. Tenía
que ir al pueblo a hablar con la patrona de un colmado, cuyo nombre y
dirección constaba en una nota redactada con la letra horrible del
Sargento García, porque nadie de Campos estaba disponible para
hacerlo y tampoco nadie de la brigada, miró alrededor y nadie
levantó la cabeza del papeleo. Abrió su correo profesional en el
ordenador, la responsable de Tyreaction le había mandado un archivo
legible con el permiso de conducir alemán, lo imprimió en más
grande y se lo metió en la carpeta para llevarlo a Santanyi, así al
menos tenían una imagen reconocible, mandó al Sargento García que
remitiese a Interpol el archivo con una nueva solicitud de
colaboración.
En el trayecto hacia
Santanyi le llamó al jefe del puesto de Campos, éste le informó
que el agente también había encontrado el alojamiento de los que
usaban el coche, una pareja de alemanes grandes, que habían
alquilado un Airbnb a una conocida de la dueña de la tienda de
comestibles delante de la que aparcaban el coche y donde hacían la
compra, lo que había omitido García o él no había entendido en la
nota pringosa. Se dirigió a las señas del comercio, un supermercado
pequeño en el que se vendía de todo desde alimentación a prensa.
Había bastantes clientes, como iba de paisano exhibió la placa a la
señora que estaba en caja y que era Rafi, la titular, ésta le dijo
rápidamente que si quería hablar con la dueña del piso, tenía que
hacerlo ahora, porque estaba limpiando el apartamento y luego se iría
a Manacor y ya no volvía en una semana.
Era una calle sin
sombra, de casas baratas de los años setenta, el sol del mediodía
quemaba ya, Ustarroz reptó corriendo lo más pegado a las paredes
hasta un portal a unos metros del supermercado. La idea de que el
piso ya estuviera limpio de toda huella le asaltó y la reacción de
la arrendadora cuando le paró en sus tareas de limpieza fue la de
una cobra real interrumpida en el aseo de su madriguera. Le ordenó
detener la lejía y el aspirador, cuando la cocina y el baño ya
estaban brillantes, y los dos dormitorios y la pieza principal
estaban a punto de recibir un repaso final, una bolsa negra de basura
estaba junto a la entrada y unos periódicos alemanes en el
descansillo sujetando la puerta. Tuvo que ordenarle que esperase a la
llegada de la científica – a la que ya había llamado -, bajo
amenaza de detenerle y llevarle al Juzgado de Guardia. La señora
Lluc le entregó las llaves y se marchó indignada. Con cuidado de no
dejar sus huellas sobre las que pudiera haber, él recogió los Bilds
que parecían conformar la basura a reciclar para dejarlos dentro del
piso y un Marca asomó entre ellos, reclamando su atención, porque
los periódicos alemanes era evidente que no habían sido leídos y
el Marca estaba claramente leído y releído. Supuso que los
compañeros de la científica llegarían a primera hora de la tarde,
ya eran casi las dos y se dirigió al supermercado donde la Lluch y
la Rafi le aguardaban desconfiadas.
- ¡Si lo sé no
digo nada! - le soltó por saludo la patrona del colmado al verle
entrar de nuevo - ¿Me va a cerrar la tienda a mí también?
Ustarroz les
tranquilizó a ambas y les mostró la foto del permiso de conducir,
era Manfred, el compañero de Otto, porque el otro respondía al
nombre de Otto, el que hablaba era Manfred y hablaba solo alemán,
era el que había reservado el apartamento, la Sra. Lluc le
entregaría los justificantes de la reserva que estaban en alemán,
estuvieron cuatro o cinco días, aunque habían reservado hasta hoy,
salían temprano por la mañana en el coche y regresaban a media
mañana, dejaban el coche nuevo, enorme y negro en el mismo sitio
todos los días, Manfred compraba comida alemana y el periódico
alemán, pagaba en metálico, era una pareja gay posiblemente pero no
se les notaba nada, los gays suelen dejar el apartamento con otro
tipo de suciedad y éstos solo tabaco, bebidas energéticas,
salchichas, carne preparada, postres de leche y así, bastante
limpios.
Rafaela Ramis, así
se llamaba la Rafi en los papeles oficiales, dijo algo sorprendente
al terminar la conversación que había durado, y ninguno de los tres
se acordó de comer, hasta que llegó el coche de los dos agentes
encargados de examinar el piso.
- Manfred podía ser
alemán pero Otto creo que no, el domingo le señaló unas conservas
a Manfred como para que las comprase y éste se negó en alemán y
con un gesto, Otto solo le dijo”Mojojones”, lo oí perfectamente,
las conservas eran de mejillones y Otto le pedía a Manfred que le
comprase “mojojones” y eso solo lo puede decir un niño español
o así.
- O un señor de
Bilbao -Ustarroz se sorprendió pensando en voz alta -.
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