Este folletín por entregas irregulares comienza en
El piso del Sr.
Moreno y Oriol está cerca de la Plaza Elíptica, en pleno centro de
Bilbao, está en una casa de escalera de madera que se conserva, a
pesar de que se le ha encajado un ascensor del tipo ataúd
electrónico, hace años olía a madera y a la cera con la que la
portera la mantenía brillante, ahora huele a grasa de máquina y a
frecuentes cortocircuitos. D. Antonio Moreno y Oriol no tendrá 30
años de edad pero con su pelo engominado, su bigote recortado, sus
trajes de solapas anchas y su forma de hablar, cualquiera le echaría
100 años bien conservados. D. Antonio Moreno y Oriol recibió a Manu
Majors y a Jon Galtzagorri en su casa, con las persianas bajadas para
evitar la luz y el calor del mediodía que reinaba en la calle.
Majors había conocido a su padre, fallecido hacía un tiempo y que
era apenas un par de años mayor que Majors, así que al verle,
cuando les abrió la puerta en persona, tuvo un pequeño sobresalto
por la imagen imposible de una persona muerta tan viva.
- Así que el amigo
Majors se está ocupando de los asuntos hereditarios de la familia de
Iñigo Arriluze que Dios no creo que tenga en su gloria – dijo,
santiguándose, mientras les hacía pasar a una mesita con sillones
junto a un mirador, inútil en ese momento -, y queremos saber si
tengo alguna reclamación, dado que le han informado de un encuentro,
un encontronazo, que tuve con el fallecido que espero que no descanse
en paz – se vuelve a santiguar - ¿No? Y para eso me honra con su
presencia en mi morada, acompañado de oro prestigioso abogado de la
muy noble y muy leal ciudad de San Sebastián… ¿Cierto?
En la conversación
telefónica previa, Majors no había querido dar muchos detalles
para evitar contradicciones pero no pudo convencerle para que viniera
al despacho, así que tuvo que aceptar su invitación y más o menos
repitió la justificación formal de aquella diligencia de
investigación que estaba realizando, mientras bebía sorbos de uno
de los cafés más malos que se pueden encontrar en Bilbao.
- Como Ud. sabrá, o
como tú sabrás ¿Le puedo tutear? Creo que mi difunto padre, cuya
fe le habrá llevado al lado del señor – vuelta a santiguarse -,
le apreciaba mucho a Ud. y a su familia, tan de Abando de toda la
vida. Muchas gracias, pues como te decía, debes saber que el
anterior Iñigo Arriluze hizo la Santa Cruzada en el Tercio de San
Miguel, ya que el Alzamiento le sorprendió en Pamplona, a donde se
había desplazado con otros jóvenes para celebrar los sanfermines de
1936, fiestas populares que por aquel tiempo duraban algo más que
ahora y eran verdaderamente populares y no como son ahora, excusa
para que los sodomitas y las gomorritas se solacen en la lujuria y en
la embriaguez. Aquellos jóvenes sabían divertirse sanamente y
habían establecido su sede para las fiestas en una casa de
lenocinio, como se hacía entonces, se descargaban las ansias
juveniles con profesionales y no con aficionadas llenas de
enfermedades sin ninguna tradición en nuestra sociedad. Y al
terminar los jolgorios, el buen Iñigo se encontró con que el jaleo
había comenzado en la vieja Iruña, capital católica del reino de
los vasconavarros, y se apuntó al Tercio o lo apuntaron, que da lo
mismo, porque la opción aquel día, supongo, no era difícil o con
unos, que iban a triunfar, o muerto y a la zanja. Después de la
guerra, a pesar de su ascenso social, siempre conservó sus vínculos
con la Tradición, no faltando jamás a la cita anual de Montejurra y
a todas las reuniones de “txapelgorris” que se hacían en el
Señorío de Vizcaya, así que el Círculo le fue haciendo
depositario de pendones, trofeos y reliquias que él conservaba en la
casa solar de su familia en Arrigorriaga, en la capilla de la Santa
Virgen de Padura, en un arcón que mi padre y mis tíos le habían
regalado para esa sagrada misión, arcón que se abría anualmente
para su exhibición en el acto de Montejurra y que se cerraba unas
semanas después con mucha ceremonia, una misa oficiada por el
capellán del Círculo y una comida de camaradería. Las
circunstancias han ido haciendo que quedemos pocos que amemos estas
costumbres y no sé precisarlo pero ya hacía unos años, con la
muerte del padre supongo, o quizá con la pérdida de un pretendiente
legítimo al trono del Reino de España, el caso es que los carlistas
habíamos dejado de pasar por la casa de Arriluze en Arrigorriaga
pero no habíamos olvidado que aquello que nos pertenecía estaba
allí y hace unos meses, a principios de este año, le llamé a ese
individuo medio francés, perdón, pido perdón, no quiero ofender la
memoria del desaparecido en tan trágicas circunstancias aunque se lo
mereciera. Me costó que me atendiera y cuando, por fin lo hizo,
ironizó con el baúl carcomido y los trapos apolillados y que había
tenido que remitirlos a unos restauradores para que los recuperasen,
lo que le había costado una fortuna, y que había hecho donación de
todo a la Fundación Sabino Arana ¿Te imaginas qué ofensa? ¿Qué
insulto? Nuestras reliquias en manos de los separatistas ¡Claro que
mi reacción fue violenta! ¡Claro que reclamo que se nos devuelva lo
nuestro! - Antonio Moreno y Oriol se había levantado con excitación
-, Y ese masón de mierda se ha muerto sin hacer nada para que nos lo
devuelvan ¡Que arda en el infierno con Lucifer y toda su logia de
diablos!
Manu Majors y Jon
Galtzagorri abandonaron la casa poco después, una vez que Moreno
recuperó la compostura, con los ojos acostumbrados a la penumbra
pudieron percibir la decoración, un pequeño museo de las guerras
civiles vascas, que oscurecía todavía más la vivienda.
- De oca a oca y
tiro porque me toca – dijo Galtzagorri -, de los carlistas a los
francmasones ¿Sabías que Arriluze era masón?
- No sé si lo
sabía, nunca he prestado atención a esas cosas pero me da que este
tipo no tiene nada que ver con su muerte. Mañana pasamos por el
despacho de Arriluze para ver si hay algo interesante y supongo que
tendremos que darnos una vuelta por Mallorca después de los
sanfermines de 2019 ¿Qué te parece?
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