Este folletín por entregas irregulares comienza en
Es un edificio de oficinas próximo a la Plaza Jado, una zona de
calles paralelas cortadas por las calles radiales que salen de la
Plaza Moyúa, un buen edifico. La oficina de Pedro Apoita e Iñigo
Arriluze se encuentra en una de las primeras plantas junto con las de
algún notario, de otros auditores, de arquitectos, de empresas
publicitarias y de innumerables asesorías que asesoran o no pero que
tienen ingresos para pagarse unos despachos de prestigio. En un par
de plantas superiores se extienden las impresionantes instalaciones
de Figueruelas y asociados, el despacho de abogados de referencia
estos últimos años en los ámbitos empresariales de la villa.
Por cierto, el
testamento ha sido abierto y Manu Majors se ha encontrado convertido
en el comisario de la herencia, lo que corrobora a ojos de los
interesados en la sucesión la confianza del fallecido financiero en
el veterano abogado.
- Te prefiero a ti
para ejecutar correctamente la voluntad de Iñigo que la de cualquier
otro que parecía haber entrado en su intimidad -la mirada de Apoita
hacia el falso techo indica claramente a quien se refiere -, el
despacho de Iñigo está como lo dejó hace apenas unas semanas,
antes de irse de vacaciones. No me gustaba nada que se fuera en plena
temporada de juntas generales y de impuestos de sociedades, pero él
dejaba todo organizado, se iba con los deberes hechos y me daba
plenos poderes para representarle si hacía falta, aunque ya sabes
que en este tipo de sociedades las actas se predatan o se postdatan a
conveniencia de los fulanos concurrentes.
El despacho tenía
paredes de madera con láminas de casas-torres vizcáinas enmarcadas
en metal dorado, una biblioteca y alguna estantería rodeaban la mesa
de trabajo, en un rincón una mesa y un par de sofás, uno más
grande de dos plazas formaban un ambiente de confidencias. Banderines
del Athlétic en mástiles como clavos, una escuadra con su compás
ambos de bronce, fotos de familia, un par de columnitas salomónicas,
algunos diplomas… todo distribuido por los diversos planos pero
dejando el centro de la mesa libre.
- La caja fuerte
está detrás de la acuarela grande, la de la casa de Arrigorriaga –
el auditor les precisa a Majors y a Galtzagorri -, está abierta
desde el robo.
- ¿Qué robo?
- En Semana Santa
pasada alguien entró por una ventana del patio, según nos explicó
la Ertzaina, abrió la caja – mientras habla ha apartado el cuadro
lo que permite ver el cofre reventado en la cerradura -, y se llevó
unos pocos euros, unos 12.000 o así y un vasito ibérico de oro, una
antigüedad que Iñigo apreciaba mucho, aparte de unas escrituras
viejas no había nada más, el ladrón dejó todo desordenado pero
solo le interesaba lo que había de valor. Debía de ser un
profesional porque se tuvo que descolgar desde no sé dónde,
desmontar la ventana sin hacer sonar la alarma, cortar la chapa y
salir por el mismo sitio y la policía no encontró ni huellas ni
nada de nada…
Majors empezó a
mirar las pilas de documentos de los lados de la mesa y a abrir
cajones para ir sacando otros. Galtzagorri se sentó en uno de los
sofás con alguna de las escrituras que Majors le había pasado.
Apoita les dejó solos.
- ¿Robo en Semana
Santa? Nadie lo ha comentado – Majos pensó en voz alta -, no me
gusta la orina de la enferma, pero nada de nada.
Alegorizar intentaba
encender la lámpara de la esquina con tozudez, la lámpara no tenía
bombilla, Alegorizar la desenchufó de la pared y golpeó el enchufe
y alrededor con los nudillos, luego sacó los banderines de los
pedestales y examinó las puntas de los pequeños mástiles, miró
detrás de todas y cada una de las láminas, de las fotos, de los
diplomas… hasta que separó el compás de la escuadra y lo abrió,
luego se agachó junto al enchufe e introdujo el extremo del compás
en una de las hembrillas y lo giró como una llave, lo que era, pues
el enchufe se abrió dejando a la vista un hueco en el muro,
introdujo la mano y sacó unos folios grapados y unas llaves usb.
- ¿Profesional?
Pues quizá se dejó lo que andaba buscando.
Los dos leyeron el
informe, se trataba de un informe impreso sobre una sociedad
inmobiliaria, una entidad no muy grande pero que había obtenido
algunos contratos públicos en los últimos años Canobeias Group,
había un apartado con los socios, entre los que estaba Iñigo
Arriluze, con los administradores y apoderados, los auditores y los
abogados tanto de la sociedad como de las personas que aparecían
identificadas con apellidos bien conocidos del Señorío, una
relación de cifras de negocio y de resultados de tres ejercicios,
nada que llamase la atención, en un postit adherido una nota a mano
“Para el 31/12 nada”.
- Habrá que
examinar los Usbss pero no aquí -Majors introdujo el informe dentro
de una de las escrituras que había separado de las examinadas y con
los dispositivos informáticos la colocó en el portafolios que había
traído -. Cierra el enchufe y vamos a mi despacho.
- ¿No subimos a
visitar la oficina de Canobeias Group, ya que estamos? - La pregunta
irónica de Galtzagorri quedó sin respuesta -.
Apoitiales dio una
copia de la denuncia por el robo y el estado de situación al día
del fallecimiento de todas las sociedades de Iñigo Arriluze Saint
Lon les Mines,
En el portal ambos
examinaron la placa que informaba de las ubicaciones de los usuarios
del edificio, la sede social de la inmobiliaria en cuestión y otras
dos sociedades estaba en una sola oficina de la planta última, junto
a la oficina de una empresa de transportes en containers.
El despacho de
Majors no se encontraba lejos. Los archivos contenidos en los usbs
estaban protegidos por una clave que desconocían.
- Tú prepara el
cuaderno particional de los Arriluze y el viaje a Mallorca -le dijo
Galtzagorri, guardando las llaves -, yo me encargo de esto, te he
dejado una copia en tu ordenador por si se pierde ¿No tienes tú
escuadra y compás en el despacho?
- ¡No me toques las
narices, Jon! Esos mercadillos de favores e intereses bajo capa de
ritos infantiles son lo mismo que los de los vaticanillos y batzokis,
una gilipollez. Entre el golf, el rugby y las cenas del txoko ya
tengo bastante para saber los chismes de unos y otros y a quién
pedir qué y cómo, si hace falta. Además el creyente eres tú.
- Ya sabes que yo
creo en dios porque me gusta la ciencia-ficción y las aventuras de
Conan el bárbaro ¿Quieres que te lo explique de nuevo?
- Déjalo, que no
estoy para brasas.
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