EL PATIO TRASERO

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De vez en cuando nos visita la Heineken Cup o la Top 14 francesa, constituyendo un acontecimiento para todo el rugby español, aunque lo sea mucho más para nuestra ciudad. Estos partidos están atrayendo gente al espectáculo del rugby, a pesar de nuestros esfuerzos para no aprovecharlos más eficazmente en beneficio del rugby vasco. En Barcelona acaban de tener por primera vez un evento de éstos y algunos lo han calificado de lo más importante que ha ocurrido en el rugby catalán desde su nacimiento.

Las instituciones federativas españolas nada han tenido que ver en que se hayan podido realizar estas visitas pero al menos no han puesto obstáculos insalvables para que se celebren e incluso a nivel vasco se ha facilitado la tramitación administrativa que llevaban consigo.

El rugby fue primero y las federaciones nacieron después históricamente –en otra ocasión se podría hablar de su estructura de democracia orgánica presente y de su futuro-, porque eran y son necesarias para el desarrollo del rugby. Las personas que se dedican a trabajar en su seno por el beneficio común merecen en principio el respeto de los que no queremos o no podemos hacerlo y que, sin embargo, compartimos en cierto modo una  misma concepción del mundo y de la vida a través del balón oval con ellos.

Si queremos dejar de ser el patio trasero del rugby francés, al que éste se acerca cuando no tiene más remedio, es hora de que el rugby institucional decida si va a liderar el desarrollo del juego o si va a apoyar a quienes pretenden  su transformación pero la  desaparición de la Súper Ibérica en el laberinto federativo es indicativa, para mí, de que ha sonado la hora de la guillotina, metafóricamente hablando, como la que se dejaron los franceses hace doscientos años en algún patio trasero guipuzcoano.