En aquellos tiempos, después del partido, no era difícil encontrar a los jugadores recuperarse con un cigarrillo y un whisky pero nunca les veía con muñequitas sino con alguna rubia oxigenada –de las que no le gustaban nada a mi madre-, que siempre se estaba riendo. Recuerdo esas imágenes borrosas, vividas o contadas tan bien, con su banda sonora en la voz de Constatine y desentono el estribillo en francés una y otra vez.
Ahora, los profesionales del rugby se supone que no fuman ni beben mientras disputan una competición, así que los eliminados de este fin de semana podrán compensar el golpe con un breve paréntesis de esos placeres prohibidos y tan nocivos para la salud.
Los neozelandeses sobre todo porque su mentalidad descarriló en el segundo tiempo –el arbitraje creo que no fue determinante-, y no pudieron establecer una ventaja clara que hiciera inútiles los ataques de los franceses que, si fueron más creativos con exhibición de técnica individual que disciplinados en los puntos decisivos, estuvieron a un gran nivel colectivo en defensa. Los australianos se dejaron el espíritu ya en el vestuario –y lo recogieron sólo para el tercer tiempo-, porque juego más previsible que el inglés no ha habido en esta Copa.
Los eliminados recuperaron los líquidos perdidos en sangre, sudor y lágrimas durante los partidos en la prórroga nocturna del tercer tiempo y quizá escucharan por ahí una recuperación de “Cigarettes, whisky et petites p’pées”
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