jueves, 23 de octubre de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 30

Imagen generada a la tercera por IA
Este texto forma parte de un relato basado en unguion que no ha sido rodado.
La historia comienza AQUÍ


Miren es cliente del salón de peluquería de Paulina, un pequeño negocio que da trabajo a la empresaria y a una empleada. Bien situado en el centro de Hernani, las instalaciones modernas y funcionales atraen a una clientela local que prefiere la comodidad de la cercanía, una calidad reconocida y unos precios competitivos frente a los de los salones de Donostia, en los que el coste del inmovilizado repercute sobre los precios de forma inevitable.

Un anochecer lluvioso, el “sirimiri” que oscurece la escasa luz de la villa, Miren está en el salón de peluquería “Paulina”, el rótulo comercial es “Pauline’s” pero nunca ha sido reconocido por el público, siendo atendida por la propia titular mientras la otra peluquera está lavando a una cliente, la empleada es Amaia, más joven, apenas 20 años.

- Te queda genial el pelo así, Miren. Muy bien, no necesitas un color más claro – habla en alto Amaia, desde la zona de lavado al fondo del local -.

- Ya veremos si le gusta al otro o, al menos, si se entera – Miren pide la complicidad femenina -, que a veces ni se da cuenta si me he teñido o no, que él va a lo suyo y nada…

- Mi novio es peor, me compro un vestido en las rebajas, una monada, me lo pongo el sábado para - salir, le pregunto si le gusta y solo me dice ¡Para lo que te va a durar encima!

Las otras 3 se ríen con el relato de Amaia, mientras Paulina pone un espejo de mano por detrás para que Miren se vea completa la cabeza en el gran espejo y le comenta:

- Creo que ya he acabado ¿Qué te parece?

- Bien, muy bien... mañana voy a primera hora a una agencia inmobiliaria para ver un local…

- ¿Aquí en Hernani o en Donostia? - Paulina pregunta a Miren -.

- Aquí, en mi barrio

- ¿Qué negocio quieres poner?

La peluquera pregunta, Miren se ajusta el impermeable y busca el paraguas que está oculto, es un pequeño plegable, entre los otros. 

- No sé, no lo tengo pensado pero algo tengo que hacer…

Busca en el bolso el billetero saca el precio justo sin preguntarlo y lo deja en el pequeño mostrador donde hay una caja registradora y una bandeja, luego introduce monedas en un una hucha, un pequeño cerdo de barro pintado de rojo. Mira hacia la calle, la lluvia desanima para salir fuera pero tiene que hacerlo y no confía que el paraguas sirva de mucha protección para su peinado. 

- Pues no pongas ni un bar ni una peluquería, guapi, que ya tenemos todos las que caben en este pueblo – Amaia vocea por encima del ruido del secador -.

- ¿Para qué tienes que hacer algo? - Paulina ha terminado de barrer el suelo y limpiar el sillón y la superficie de trabajo que ha empleado con Miren-. ¡Con lo que te sacaste en el divorcio y con un novio rico! ¡Qué culo inquieto el tuyo!

- Ni es rico ni nada y ni quiero ser una mantenida. Vamos a tomar algo y te cuento.

Paulina coge su impermeable, se retoca con laca su pelo, mete el dinero en la caja registradora y le dice a su empleada:

- Cierras tú, que yo no vuelvo y mañana estás sola todo el día…

- Es verdad, que te toca desconexión.

Miren ha oído el intercambio y pregunta:

- ¿Desconexión?

Es Amaia la que responde, ya ha terminado con la cliente y está cobrando.

- Esta golfa, cada 10 ó 15 días desaparece un día entero… que necesita una jornada de desconexión y se va por ahí ¡Vete a saber dónde se mete! Con el querido, que ahora a eso se llama desconexión…

- Ya me gustaría poder hacerlo cada dos semanas, si me voy una vez al mes, ya es suficiente ¡Coño! Y además, lo que tú disfrutas de jefa aquí y haciéndole a ese gorila que tienes de novio cortes de pelo de macarra de Lasarte… ¡Adios y que te den!

No muy lejos, bajando un poco la cuesta de la calle hay una cafetería, un poco pastelería, limpia, de muebles claros, que no huele a vino avinagrado sino a café y a dulces. Miren y Paulina no tienen sitio en las mesas, todas ocupadas pero la barra está vacía, detrás de la barra una mujerona navarra con un piercing que le atraviesa la nariz y vestida de seguidora de Iron Maiden atiende muy bien a la clientela exclusivamente femenina que ha dejado a los niños al otro lado de la cristalera bajo la lluvia.

Paulina pide un café con leche y Miren un vino crianza de Rioja, la cafetería solo tiene una botella de tinto y es un Marqués de Cáceres.

- Ya me contarás qué es eso de la desconexión, que yo no sabía.

- Ni tú ni nadie, pero ésta es una bocazas, coño. Ya sabes cómo es este pueblo, entre el monte – Paulina se pone la palma de una mano delante de los ojos a la altura de la nariz -, y la txapela - se pone la otra mano en visera en la frente -, aquí no hay horizontes y yo me he dado cuenta que necesito horas para mi sola y ver el horizonte. Me voy unas veces a Bilbao, otras a Biarritz, otras simplemente a Donostia, me dedico unos cuidados, que si unas compritas tontas, que si una sesión de spa… y así, o al cine, a ver una película de romanticismo… desconexión, desconexión… es el yoga que me permite vivir en este puto rincón.

La voz de Paulina va cambiando del tono de enfado con el que ha iniciado la explicación al tono jocoso y alegre in crescendo hasta la vuelta repentina al agrio “puto rincón” que provoca un silencio momentáneo, una pausa valorativa, en Miren

- ¿Y Bernat? ¿Qué dice?

- Lo comprende y le parece bien porque no le doy explicaciones, ninguna, además le traigo un regalito de vez en cuando, que si un libro de cocina, que si una especia africana, que si una camisa…

- ¿Y el querido? - La ironía es patente en la pregunta de Miren -.

- ¡Vete a hacer puñetas tú también! Esto de la desconexión es un secreto y si deja de ser un secreto se me va a llenar el coche de gente y voy a tener que fletar un autobús para llevar a todas las desconectadas... o sea que no se lo digas ni a Maddi ni a Aitor ni a nadie.

 SIGUIENTE CAPÏTULO

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