De vez en cuando los colegios profesionales organizan actos en los que las juntas directivas reúnen a los asociados para darse coba unos a otros. Uno de los objetivos principales de los colegios profesionales es precisamente que el ego de esos profesionales esté en buena forma, así que, por lo menos, una vez al año los colegiados se ven las caras en torno a un banquete, comida y bebida a cargo de los fondos del colegio y de los patrocinadores del colegio, en resumen los costes de estas ceremonias vanidosas los acaban pagando los clientes o los pacientes o los pacientes clientes en las facturas que les pasan los colegiados para poder pagar las cuotas y los libros o lo que sea que les compren a los patrocinadores. El colegio de la abogacía que agrupa a los abogados y abogadas guipuzcoanos no escapa a esta regla y suele acumular homenajes a sus propios colegiados con motivo de que lleven 25 años colegiados o 50 años o 75 años – ignoro si esto se ha dado alguna vez porque la abogacía quema bastante y la edad de fallecimiento, entorno a los 65 años mal contados, lo evita, aunque los abogados para percibir una pensión digna de su mutualidad deberán trabajar hasta los 100 años -. El caso es que en el Hotel María Cristina, un palacio a orillas del río Urumea, una noche prácticamente veraniega el Ilustre Colegio de la Abogacía de Gipuzkoa había convocado a los colegiados a una fiesta en la que se entregaban las placas de recuerdo por los 25 años de colegiación a aquellos abogados que habían sobrevivido ese tiempo de ejercicio, fueran machos o hembras porque la abogacía es ejercida por ambos sexos en proporciones bastante igualitarias.
Eran las 22 horas, en la sala de banquetes del hotel, los convocados y los homenajeados junto a la junta directiva y las autoridades judiciales que son siempre invitadas a estos actos – la carrera judicial da mucha sed como se suele comprobar cuando se sirven bebidas gratis a sus miembros -, vienen a ocupar 20 mesas redondas de 6 y 8 comensales, esto es, unas 150 personas. Los asistentes que no han sido invitados a cuenta del presupuesto por la junta directiva del colegio deben pagar por estar allí, así que muchos no han traído a su pareja de hecho, de derecho o de desecho, los abogados suelen ser virtuosos de la avaricia y además asistir solos a esas cenas propicia que se hagan nuevas amistades o se consoliden otras con la ayuda del abundante alcohol y, aunque el precio de la habitación en el mismo hotel es prohibitivo, siempre se puede ir zigzagueando hasta otro lugar propicio para el fornicio festivo.
Los trajes de ellos, negros, los trajes de ellas “de noche”, esto es, todos vestidos de gala y con menos olor a naftalina que cuando estos actos se celebran en estaciones frías. En una mesa cuadrangular que se encuentra cerca de la mesa que ocupa la decana, el presidente de la Audiencia Provincial, el Fiscal Jefe y el Decano del Colegio de Bayona – la amistad con los abogados de Iparralde hay que cuidarla -, hay placas plateadas, unas bandejas pequeñas, dispuestas para ser entregadas. La decana, una mujer que ya ha cumplido los 50 y ha adquirido las redondeadas formas de una dama con sobrepeso, vestida con el traje de noche de su prima la anoréxica lo cual es una proeza de la física aplicada – más tarde en la noche acabará en urgencias hospitalarias por una crisis de ansiedad -, se dirige a los asistentes con un micrófono en su mano izquierda y una de las placas en la mano derecha.
- Y para cerrar este acto conmemorativo, el Colegio de la Abogacía, después de entregar a los abogados con 50 años de ejercicio una placa de recuerdo y agradecimiento, quiere también reconocer a los abogados con 25 años de ejercicio con una placa que recoja este hito importante en su vida profesional…. ¡Aitor Madariaga! ¿Quieres acercarte?
Aitor está sentado en una de las mesas más lejanas junto a Miren, se levanta, se acerca entre aplausos de los asistentes, saludando a unos y a otros, llega hasta la Decana, le da dos besos, recoge la placa y habla por el micrófono como han hecho todos los que le han precedido.
- Muchas gracias al colegio por este obsequio que además de bonito es muy útil para que los clips de los documentos no se pierdan por la mesa del despacho. Os juro que también pondré bombones de licor frescos de vez en cuando para ofreceros a todas las que me vengáis a visitar, al resto ya os dejaré que me quitéis algún clip.
Dicho lo cual, devuelve el micrófono y regresa a la mesa, mientras la asistencia ríe y aplaude, incluso los que no han oído o no han entendido, el sonido es muy malo y lleno de interferencias, mientras la Decana sigue llamando a otros al fondo y la ceremonia prosigue durante un buen rato. Aitor se sienta, sonriendo y saludando a todos los lados, pasa la bandeja a Miren, vestida para la ocasión con el vestido que usó en la boda de su hermana pequeña en Bali hace un lustro. Miren intenta leer la inscripción grabada pero las letras se le hacen confusas así que cuando uno de los otros comensales se la pide, la pasa. En la mesa hay una abogada y tres abogados, todos más jóvenes que Aitor y que han venido sin pareja alguna con la remota esperanza de cazar pieza esa noche -dada la heterosexualidad dominante entre los asistentes y que la proporción de sola a solos es prácticamente la misma en el conjunto de la concurrencia que en la mesa, la frustración de la libido acabará siendo absolutamente mayoritaria, incluso para las que consigan copular dado que el alcohol pasará factura a todos -. Los jóvenes abogados tienen una cordial relación con Aitor y se nota en el apelativo de “Maestro” que le dirigen al expresar su admiración por la bandeja plateada, alpaca pulida de la tienda de trofeos deportivos local.
- Gracias, gracias – Aitor responde en general y musita al oído de Miren -. Otra cosita más, para recordarme que me voy haciendo viejo.
- ¡Vaya mierda! De puta alpaca ¿Y tú?... – Miren le responde al oído pero su voz es lo suficientemente alta para que se oiga hasta en alguna mesa de al lado - ¿No puedes parar de hacer el ridículo? ¡Que darás bombones de licor a las que te visiten! ¿Te creerás gracioso? Y todas las momias riéndose ¿A cuántas les has bajado las bragas?
- Te están oyendo los demás, cariño, no me llames idiota en público, solo hazme una seña y lo entenderé enseguida.
El volumen de voz de Aitor, tono grave, hace que sus palabras suenen amenazantes, incluso para Miren que vuelve a hablar en su volumen audible para el entorno.
- Estás muy guapo con esa corbata de seda italiana, no me extraña que a más de una se le esté cayendo la babilla... del coñete ¡Guapito!
- Creo que te estás pasando otra vez, mejor nos vamos de aquí.
El resto de la mesa ya no disimula que está incómodo oyendo el diálogo que siguen sin perder un matiz.
- Vayámonos, tienes razón, que tus amigos son unos sosos y ésta de aquí al lado solo sabe hablar de juicios y sentencias… ¡Qué horror de cena me están dando!
Como si nadie hubiera oído, el veterano abogado sonríe.
- Bueno, chicos. Los abuelos nos tenemos que retirar, que mañana tenemos que madrugar…
- Te tendrás que retirar tú, carcamal, que yo me quedo al baile de después, que toca la Oreja de Van Gogh y a mi me molan…
Esto lo dice Miren como saliendo de una burbuja que hubiera envuelto a los dos durante el intercambio anterior.
- No os podéis ir ¿Has oído a tu mujer? Bueno, a tu novia ¡Quedaros! Si tú siempre has empalmado hasta el amanecer. Predica con el ejemplo, gudari – dice el más grandullón de los jóvenes - ¿Quién es el ganador del tercer tiempo, tarzán?
Arqueando una ceja y con una expresión jovial Aitor coge la botella de cava del centro de la mesa y la vacía en una ronda por todas las copas, acabando la botella en la de Miren que era la única vacía del todo.
- Perdonad esta interrupción, ha sido una interferencia, claro que nos quedamos.
Cuando se sienta, haciendo seña a un camarero para que acerque otra botella, Miren le dice en voz baja pero alta.
- A ver si te aclaras ¿Nos vamos o nos quedamos?
- Esta noche nos quedamos, mañana... los dioses dirán.
Y más tarde en la noche se hizo una pista de baile entre las mesas, algunas desaparecieron, otras se pusieron contra los muros, un conjunto de músicos se instaló a un lado de la sala, parte de los asistentes fueron desapareciendo pero aparecieron otros y, sobre todo, otras que no habían estado en la cena pero que, evidentemente, eran también abogados, quizá asustados por el precio de la invitación.
Hay gente bailando, menos de la mitad de los que están por la sala, el resto está sentado formando círculos o de pie entorno a la pista con aire escrutador y equilibrio oscilante, Aitor y Miren bailan desaforadamente, Aitor haciendo el payaso con saltos y piruetas, baila francamente mal, no tiene sentido del ritmo, Miren le sigue el juego hasta que se aparta un poco y se sienta en una silla junto a una de las mesas, donde está sentada la misma abogada que estaba durante la cena con ellos. Miren coge una copa vacía y le pide por señas que le sirva con la botella que la joven letrada tiene a su lado, ésta sirve hasta los dos tercios del recipiente. Miren se levanta y coge la botella de cava para llenarse hasta el mismo borde y un poco más, bastante más porque el mantel se encharca mientras habla.
- La copa hay que llenarla hasta el borde, niña, la copa es la vida, hay que llenarla hasta el borde…siempre hay una última gota demás y entonces todo se desborda… porque la copa no es tan grande como es necesario…
Bebe toda la copa y se dirige como puede de nuevo hacia la pista de baile, consigue llegar sin caerse hasta abrazarse a Aitor.
...//continuará//...

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