Aitor se dirige al bar de costumbre, son las 8 de la noche, quizá llueve, pero Miren y sus amigos, ahora también amigos de Aitor, acogido en la cuadrilla como uno más, aunque sin olvidar nunca que él no es de Hernani y que hay que recordárselo a menudo por si acaso. El bar es la taberna típica de pueblo vasco con decoración “abertzale”, esto es, fotos de grupos en el monte con un ikurriña, fotos de pelotaris en frontones con ikurriña en los muros, fotos de bertsoalris actuando en escenarios con ikurriña, fotos de no importa que actividad vasca en el que aparezca una o varias ikurriñas como elemento decorativo o atrezo, por lo demás, hombres y mujeres de todas las edades beben en la barra y en las mesas. Hay niños que juegan en el interior y corren saliendo a la calle y entrando de nuevo. Siempre hay un tipo con cara de funcionario soviético leyendo prensa en un rincón. En el exterior, cerca de la puerta y bajo los aleros de los tejados, se percibe que hay gente similar, con vasos y cigarrillos en la mano. Miren está sentada en una mesa del interior con Paulina y Maddi, Lánder y Bernat están de pie, dejando los vasos vacíos en la barra y el pago de la consumición, todos con vestimenta informal de salida de trabajo industrial, Aitor llega con traje sin corbata, se la ha metido en un bolsillo interior de la chaqueta durante el camino del apeadero hasta el bar, besa a Miren. Lánder se dirige al recién llegado.
- Ya nos íbamos a otra iglesia que en ésta la misa está dicha y ya nos han visto bastante.
Aitor no tiene ganas de comenzar a beber y accede a la propuesta sin dudar.
- Pues vamos
Las mujeres se levantan y todos se dirigen a la puerta, apartando y saludando a los otros clientes, siendo atropellados por los niños que se persiguen infatigables. Miren va la primera y, al llegar a la puerta, se oye el sonido fúnebre de un txistu, Miren se detiene y para las que vienen detrás.
- ¡Que llegan los tristes!
Aitor, sumando la música y la frase en su mente, mira por encima de las cabezas de los que están en la puerta del bar. Un cortejo de hombres y mujeres, la mayoría de edad avanzada, incluso muy avanzada, una veintena, con pancartas con fotos en blanco y negro de jóvenes, arrastra los pies al son sin ritmo de la melodía del txistu que toca una adolescente cerrando la marcha, la primera fila de los desfilantes lleva desplegada una pancarta con el lema “presoak etxera”, la procesión deja indiferentes a los del exterior pero callan y miran hacia el suelo con expresión de luto hasta que acaba de pasar delante de la puerta del bar para dirigirse a la calle principal. La cuadrilla, en vez de salir, regresa hacia la barra, Bernat hace seña de una ronda al camarero, Aitor indica por señas que le ponga un zurito de cerveza y paga. Todos beben en silencio hasta que se apaga el sonido del txistu.
- Vamos a una de las tabernas de abajo, que calle arriba no se puede pasar – Miren ordena a los demás -.
Dejan los vasos vacíos en la barra y salen a la calle, las mujeres encienden sus cigarrillos y marchan delante, los hombres se quedan atrás, a escasa distancia pero atrás.
- Hoy hay ópera en el Kursaal ¿Por qué no habéis ido? Antes no os perdíais ni una… -Paulina comenta a Miren -.
- Se ha dado de baja en el abono, no sé por qué pero parece que a Aitor no le apetece ir ya a Donostia.
- Es verdad, cuando vino a vivir contigo, haciáis vida de pijos – Maddi interviene -, todos los días conciertos, teatro, cenas con la crema de la intelectualidad.
- Que se ha hecho de pueblo – Miren prosigue mientras llegan a una nueva taberna -, no me extraña, sus amigos son de un snob insoportable, que si has leído el último libro de tal, que si has visto la exposición de fulanito… y siempre mirándome de arriba abajo, como si yo fuera un bicho raro ¡Que les den! En Hernani se vive de puta madre sin tanta tontería.
Aitor ha oído todo el intercambio de frases. Parece que va a decir algo a Miren, se calla, se queda un poco atrás, mira calle arriba, hacia la plaza del Ayuntamiento de Hernani por donde ha debido de irse la manifestación, mira hacia el interior del bar donde todos han entrado y dice, sin que nadie le pueda oir, algo así como “Optar es dejar cosas, hay que aprender a dejar cosas, que además son incompatibles, una u otra, pero no se pueden tener las dos a la vez”.
(Continuación AQUÍ)

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