domingo, 27 de septiembre de 2009

EFREN YAÑIZ

Photo of the ballerina Olga Preobrajenskaya (1...
Mi profesor de literatura y lengua D. Efrén me animaba a escribir. Me corregía aquellas redacciones de quinceañero con sugerencias cordiales. Me llenaba de orgullo cuando me las hacía leer en voz alta a la clase. Y a veces me las censuraba totalmente. Había cosas que no se podían escribir y menos publicar en un Colegio de Jesuitas, según me explicaba. Me costaba entender que mi modo de percibir el mundo y la vida no era del todo conforme con la ideología imperante e indiscutible de aquella sociedad española de los cincuenta -entonces San Sebastián era una pequeña capital provincial, como Soria pero con mar yo decía-. A pesar de los esfuerzos de D. Efrén nunca he llegado a desarrollar esa gran novela que desde entonces llevo dentro ni a ser siquiera a ser periodista, como me alentaba -El admiraba a Delibes-.

La idea de ser periodista fue descartada por mi madre enseguida: profesión de borrachos y puteros. Después de un fallido y largo intento de ser economista acabé una carrera de Derecho como quería mi madre. La comunicación con mi madre -incluso ahora en que tiene 92 años-, nunca ha sido fácil pero ha existido, siempre ha existido. La vida requiere comunicación, aunque el silencio sea una excelente forma de comunicación muchas veces.

Mandé mi columna al periódico el miércoles. Silencio. No salió el jueves en su sitio habitual. Silencio.Recibí un mensaje de mi lector preguntando mientras. Ingenuamente mandé un correo preguntando si no había sitio en la sección. El responsable de rugby ausente hasta hoy domingo y el silencio siguió. Hoy éste me comenta que no han publicado mi columna. Alguien (¿Uno o varios?) ha considerado que mi columna no era publicable y no me lo ha dicho en tiempo y forma.

El juego del rugby requiere que el equipo se comunique durante el partido y antes y después. Es muy difícil jugar en silencio.
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