jueves, 24 de septiembre de 2009

EUSKAL JONKI

Las señales de tráfico y las sanciones por su infracción no me parecen que estén puestas por afán recaudatorio generalmente sino que más bien responden a una finalidad de protección de la vida humana, por lo que si en una curva se prohíbe ir a más de 16,66 metros por segundo tiendo a pensar que los técnicos de tráfico han previsto que a mayor velocidad las probabilidades de que me mate se incrementan.

Que los controles y las sanciones previstas derivadas de las leyes y reglamentos de represión del dopaje en el deporte responden a una especie de afán recaudatorio y justificativo de todos los medios personales y técnicos dedicados a ello tampoco acaba de entrar en mis creencias.

Cuando un practicante del rugby es pillado haciendo trampas, presunción de inocencia aparte, siento una mezcla de sentimientos elementales de rabia, vergüenza y conmiseración, respectivamente por la traición, la pertenencia identitaria a una misma comunidad deportiva y el difícil camino a la rehabilitación que le aguarda a esa persona.

Si además a lo anterior se añadiera que el presunto infractor es vasco, su sueldo proviene de nuestros impuestos y que en su equipo, imagen de Euskadi, se han dado media docena de casos previos en escasos años, racionalmente me plantearía como ciudadano exigir responsabilidades.

Y como no me puedo tragar paranoicas muelas de molino por muy autóctono que el molino sea, éste ha sido el último año que he ido al Tourmalet en el Tour. El año que viene procuraré llevar a mis hijos a un Torneo de Rugby en la playa.

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