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Esta larga secuencia forma parte de la versión literaria de una crónica de Hernani, guion cinematográfico que no ha sido rodado.
La historia comienza en un capítulo primero POR AQUÍ
Una vez al año, por noviembre, la cuadrilla de amigos de Hernani de Miren a la que se ha incorporado Aitor acostumbra a hacer una marcha montañera por las laderas del macizo del Ontzi y del Adarra, promontorios que se alcanzan fácilmente desde Hernani, estas excursiones acaban en uno de los pueblos navarros de la cuenca del Urumea como Areso, Goizueta... en torno a una alubiada y el regreso lo hacen en taxis a la noche o a la mañana siguiente. A veces se añade kilometraje a la excursión y se van a otros pueblos navarros como Leitza, Lekumberri… a los que la llegada es de noche. Los organizadores reservan restaurante y, en su caso, albergue o refugio donde pueda dormir el grupo por un precio aceptable para la mayoría. La cuadrilla se amplía para esta actividad a personas que solo se unen por sanjuanes, las fiestas del pueblo, o para funerales y bodas o precisamente para estas marchas.
A las 17 horas de un sábado, quizá de noviembre porque la luz diurna va desapareciendo, por un, sendero de entrada a un pueblo, Miren y Maddi caminan hacia las primeras casas, casas solariegas de grandes piedras con algún escudo tallado en la fachada, ambas van vestidas de montaña, Maddi con una mochila ligera prácticamente vacía porque por el camino han almorzado todos juntos de forma abundante en un punto en que las rocas del macizo o quizá los pastores del neolítico han formado una especie de tabla corrida de comedor y unos asientos de piedra. Las dos amigas van sin prisa, Miren cojea un poco pero se esfuerza en no quedarse atrás.
- Ya falta poco ¿Cómo lo llevas?
- Me molesta un poco la rodilla pero se puede aguantar… ¡Estos hijos de puta no han esperado nada!
- No iban a llevarte en parihuelas monte abajo, te hubieran despeñado, y no estás como para llamar al 112.
- Un poco de apoyo moral, al menos pero... ¿Qué se puede esperar de los hombres?
- El tuyo quería llamar al 112 y le has dicho que no, que no te pasaba nada.
- Y no me pasa nada, un golpe, un roto en el pantalón y un corte pequeño pero él no se ha quedado a hacerme compañía.
- Ya estábamos nosotras que andamos más tranquilas, ellos así han podido hacer cumbre y bajar y ya estarán en el albergue preparando la merienda-cena para cuando lleguemos.
Caminan un rato en silencio, al fondo se ve el refugio-albergue. Paulina y otras mujeres están llegando delante de ellas, Aitor, Lánder, Bernat, Dunixi y otros rostros familiares están delante de la puerta con cervezas y sidra y se alegran con su llegada. Maddi al ver a los hombres comenta a Miren.
- Aitor está en plena forma pero es un poco raro, es un poeta. Mira que traer barritas energéticas y gaseosas a una excursión ¿A quién se le ocurre? Y luego casi se mata por hacer una foto al borde del precipicio…
- Pero, en cuanto ha visto una vaca que le miraba, ha dado un rodeo de 500 metros para no pasar cerca.
- Cantando “Ese toro enamorado de la luna”, y de una forma que solo la he reconocido por la letra ¡Qué mal canta, el tío!
- ¡Hostias! Parece que lo hace queriendo y que se cree gracioso y luego empieza con sus poesías ¡Hasta el gorro me tiene con sus poesías!
Miren baja un poco la voz, muy poco para decir:
- Nunca he soportado lo de su poesía ¡Menos mal que tiene otras cosas que me gustan! Pero lo de la poesía es que nunca, nunca, lo he soportado… no se lo digo, no sé por qué, debe estar en el pacto tácito para que me aguante.
Las dos ya están uniéndose al numeroso grupo que está en la plazoleta que da entrada al caserón. Y Aitor pasa una lata de cerveza a Miren, mientras él tiene otra en la mano y declama:
- Llevo conmigo las heridas de todas las batallas que he evitado. Mi cuerpo muscular está molido del esfuerzo que no he pensado en hacer. Empañado, mudo, nulo… El cielo alto es el de un verano muerto, imperfecto. Lo miro como si no estuviese allí…
Miren, sin oírle, habla superponiendo su voz a la de Aitor desde “evitado” y pasa la lata a Maddi
- Cariño, prefiero sidra ¿Alguno de estos simpáticos me puede pasar un vaso de sidra? ¡Coño! Un vaso de sidra, no es tan difícil. Gracias Bernat.
- Lo que mandes cariño – Bernat le ha pasado la sidra y una mochila -. Tus deseos son órdenes para mi. La cena está preparada y si quiere ducharse la señora Marquesa antes, con permiso del Señor Marqués, ya le enjabono también.
- No tengo ganas ni de ducharme, además con el olor a chotuno que habrá en el dormitorio después, prefiero ducharme mañana la primera.
Bernat que se ha encargado de la reserva sigue fingiendo ser un criado o mayordomo de Miren y Aitor ante la sonrisa de éste y el desprecio de ella.
- Por cierto, ya está hecho el sorteo de literas en el dormitorio, con una excepción: a los señores marqueses y tortolitos se les ha reservado la litera del último rincón por si tienen una necesidad erótica inaplazable en medio de la noche, que nunca se sabe y de noche todas las gatas son pardas.
- ¡Que te den! - Responde Miren y entra en el edificio con la mochila y el vaso vacío.
Poco más tarde, en el comedor del albergue, el grupo cenó en cantidad, de una forma desmesurada y bebió también, la marcha montañera previa justificaba el exceso. Las alubias, los chorizos, los tocinos, las morcillas, las costillas, las berzas, las ensaladas, las tartas, los pasteles… fueron dejando su rastro sobre la mesa corrida sin mantel. Se habla en voz alta, se habla más que se escucha, sólo los y las que ya están muy cargados de alcohol parecen atender, una mano apoyada en la barbilla o en la mejilla, a quienes lanzan sus discursos más o menos coherentes. Cafés, infusiones, copas sobre la mesa, la patrona del albergue va retirando platos, tazas, cubiertos y botellas vacías y dejando botellas nuevas de cava y patxarán.
Aitor, Bernat, Lánder, Dunixi, Javier, Zigor, Márkel, Miren, Maddi, Paulina y otro par de mujeres jóvenes que son vagamente conocidas del resto están sentados y, como es lo habitual, los hombres se han ido agrupando de un lado y las mujeres de otro, estos desplazamientos se han ido produciendo durante la merienda-cena, involuntariamente. Aitor, Bernat y Dunixi están juntos en un extremo, los demás hombres sentados junto a ellos, las mujeres ocupan la otra parte de la mesa.
Las paredes blancas pero ahumandas están llenas de aperos viejos de labranza, algunas fotos de tipos vascos tradicionales o de escenas del caserío, el escudo de euskal herria zazpiak bat en resina de poliéster imitando madera en el centro de la pared más corta, sobre la cabecera de la mesa que ocupan, hay otro par de mesas pero están vacías.
- ...eso de que alguien sea jefe de estado por haber nacido medio tarado de vete tú a saber qué leche que le dio sangre azul y de la camisa vieja de fascista asesino con la que hizo la primera comunión…
La voz de Bernat es de bajo de coro parroquial y hay que hacer un esfuerzo para entenderle, la copa que tiene en la mano y las que lleva en la sangre no son de ayuda para que su discurso sea inteligible a la primera pero Aitor parece tomarlo como un pie de diálogo teatral y se levanta, como si estuviera en la sala de un tribunal para las conclusiones finales de una vista penal,
- Yo he pedido la abolición de la pena de muerte en la Asamblea y os pareció a todos una herejía. No pedisteis clemencia para pequeños delincuentes y ahora la pedís para el mayor de todos los criminales ¿Pedís que se libre el único que puede justificarla? Sí, la pena de muerte es un crimen por lo general y solo se puede justificar cuando sea necesaria para salvar a los individuos y a la sociedad, ni el exilio ni la prisión pueden ser lo mismo para el bienestar público. Es la existencia del rey la que provoca la guerra y la muerte. La excepción cruel a la justicia se basa en la naturaleza de sus crímenes, por eso el rey debe morir para que la patria viva.
La voz del abogado y su vehemencia han provocado un cierto silencio en toda la mesa hasta que el rotundo “el rey debe morir para que la patria viva” provoca la respuesta inmediata de Miren desde el otro extremo de la mesa.
- Cállate Robespierre, cállate, que los tiempos no están para guillotinas.
Aitor se sienta y bebe una copa de cava mientras las voces retornan al volumen anterior en toda la mesa.
- Es lo que hay – dice Bernat acercando la botella de patxarán a Dunixi que la ha pedido con la barbilla -, todos somos pacifistas hasta que nos tocan los cojones pero los cojones de cada uno, cuando es una tocada de huevos general, los cojones del pueblo, el pueblo no tiene cojones para levantarse.
- Porque el pueblo tiene exceso de colesterol – Dunixi habla como si estuviera dando una clase a 35 alumnos preadolescentes en la ikastola -, el pueblo se ha estado tanto tiempo comiéndose los huevos, que ahora tiene exceso de colesterol. Y habíamos dicho que no íbamos a hablar de política, que hablar de política acaba jodiendo el ambiente, así que vamos a hablar de fútbol ¿Qué os parece lo que está haciendo el PNV con el fútbol escolar en Gipuzkoa?
En su lado de la mesa, las chicas empiezan a cantar, bien y afinadas, “Xalbadoren heriotza” de X. Lete y todos se unen poco a poco, excepto Aitor que vocaliza sin emitir sonido, en un playback que no engaña a nadie. Miren se acerca por detrás, acabando las estrofas de la canción, le rodea con sus brazos, lleva una copa de patxarán en una mano, y pone su cara junto a la suya, Aitor sigue moviendo los labios hasta el final de la canción y Miren le dice al oído:
- Así me gusta, cariño ¿Ves que cuando te empeñas puedes cantar bien?
Miren, ojos acuosos, besa en la boca a Aitor, se besan los dos, los demás siguen cantando e inician Maite II de Hertzainak. Aitor comenta a Miren algo así como:
- Eros, tanatos, tanatos, eros
- Vamos al catre los primeros, antes de que estos se acuesten – Miren le coge de la mano a Aitor y salen del comedor, los hombres cantan, Paulina observa a los que se van y le pega con el codo a Maddi que se ríe.
La patrona apaga y enciende las luces de la sala, se apuran las últimas copas pero sin prisas. La patrona apaga las luces y deja toda la casa a oscuras, aparecen linternas de todos los modelos en las manos de los excursionistas o en sus frentes, algún rezagado bebe un último trago.
Más tarde en el pasillo del albergue sin luces, Bernat y Paulina salen de los baños comunes en que hay una luz tímida sobre el espejo corrido que la apagan ya que Bernat lleva una lámpara frontal puesta, los dos van en paños menores, muy menores, ella un tanga y él un slip con los colores blanquiazules de la Real Sociedad, su ropa y unos neceseres en la mano. Paulina cuchichea a su marido:
- Pues tengo que tomar paracetamol ahora porque si no no voy a dormir.
- ¿De dónde hostias quieres que saque ahora un paracetamol? - Bernat tampoco levanta la voz pero su volumen dobla el de Paulina -. Se los he dado antes a Aitor en el monte, para que le diera a la otra pelma.
- Mira si está despierto y se lo pides.
Los dos entran en el gran dormitorio colectivo, hay literas, se oye roncar, por el suelo hay mochilas tiradas. Paulina se sube a la parte de arriba de la primera litera más cercana a la puerta y Bernat avanza por el pasillo entre las literas con la frontal encendida, se ilumina por donde avanza, pero la penumbra deja ver que quienes duermen abajo están ya dormidos. Bernat llega a la última del fondo a la derecha, al iluminar, Aitor está encima de Miren penetrándole rítmicamente en silencio, Miren mira a Bernat con enfado y le interroga con las cejas, él responde susurrando despacio y vocalizando, Aitor no para en sus movimientos mecánicos bajo la manta que les cubre desde las caderas más o menos, Miren ni siente ni disfruta aparentemente.
- ¿Que si tienes algo para el dolor de cabeza? Que Paulina tiene dolor de cerebro y le he dado a Aitor las pastillas de paracetamol para ti.
- Dile a esa idiota – Miren habla imitando a Bernat al principio para acabar entrecortando las palabras y arrastrando las sílabas -, que el dolor de cabeza se pasa follando.
Y boquea como en un orgasmo de película muda o de película sonora a la que los padres han silenciado en la televisión para que los niños, que se supone que están dormidos, no lo oígan desde sus dormitorios. Aitor, volviendo la cara hacia Bernat, sigue moviéndose, y le habla entrecortadamente.
- Por una vez que ésta y yo podemos hablar a solas… Está la caja en el bolsillo superior de mi mochila, en la litera de arriba.
- Tú sigue, tonto, no pares, no pares, que se me pasa la… la… la…. jaqueca - Jaqueca lo dice como si fuera el culmen del acto amatorio -.
Bernat ha encontrado el medicamento arriba pero se agacha para decir a Miren que está besando y metiendo la lengua en la oreja a Aitor.
- Vale, gracias por todo
(Continúa AQUÍ El SIGUIENTE)