viernes, 12 de septiembre de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 16



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Esto es una secuencia novelizada de un guion jamás rodado.

El relato comienza en este enlace: PRIMER CAPÍTULO HACER CLICK AQUÍ


En aquel tiempo, Aitor aprovecha el tiempo que pasaen Donostia para vivir “su” vida cuando sale de Hernani, teóricamente para trabajar en su despacho. Incluso se inventa comidas de trabajo inevitables para no volver a comer a Hernani, lo que le ha puesto en dificultades con Miren al caer en inevitables contradicciones, pequeños errores que pueden llevar a una catástrofe en las relaciones de pareja. Algún día, por las tardes, en vez de ir al despacho directamente, daba un paseo por la librería Lagun, que estuvo cerca de la catedral y que antes estuvo en la Parte Vieja donde fue objeto de ataques innumerabl es por parte de las hordas nacionalistas, tradicionalmente enemigas de la cultura y de sus símbolos, los libros.

Una de esas tardes en las que parece que va a empezar a llover de un momento a otro pero que solo llueve si el impermeable ha quedado olvidado en casa, a la hora de apertura de la librería, Aitor entra en Lagun, vestido de traje y corbata, con cartera portafolios, hablando por teléfono.

- Pues pasa por el despacho luego, a las 6, con tu contable ¡Un millón de euros! No me jodas ¿Qué habéis hecho? ¿Eso solo por IVA en Francia? Vete mandándome escaneadas las cartas de la Hacienda Francesa para que las lea cuanto antes. Y a las 6 me venís y me lo explicáis, a ver si se puede hacer algo, tengo un colega en Bayona que sabe mucho de impuestos pero en la Hacienda Francesa no tenemos amigos, no, no conozco a nadie, preguntaré al colega. Adiós

Saluda a la empleada de la caja y se dirige a la sección de poesía, ojea libros, lee párrafos para sí y descubre por el olfato a una mujer que lleva un toque de Chanel, elegante y en unos cuidados cuarenta años de edad o poco más, y que está buscando algo en la sección de viajes. Se acerca por detrás y le pasa un libro, un libro cualquiera que ha cogido de una mesa de exposición.

- ¿Es este libro el que está buscando, bella dama?

- ¡Aspaldiko! ¡Cuánto tiempo! Siglos sin verte ¿Por dónde andas? ¿En otra galaxia?

- Ahora vivo en Hernani.

- Sí, en otra galaxia ¿A Hernani? Ni para heredar!

- ¿Y tú qué haces?

- Que Fernando tiene un cargo en algo de la Unión Europea y nos vamos a vivir toda la familia a Luxemburgo y estaba buscando una guía turística de ese país en español o lo que sea, para dejársela a mis padres y animarles para que vengan a visitarnos.

- Dudo que haya algo de Luxemburgo, allí, querida Laura,  no hay turismo solo bancos y además Luxemburgo no tiene clima, tiene una maldición.

- ¿Y a ti qué coño te ha llevado a Hernani?

- Que mi chica es de Hernani y como tiene piso allí, cerca de la estación del tren, con el cercanías es como vivir en Donostia, no muevo el coche, apenas lo saco del parking del despacho, voy, vuelvo..., incluso como allí…

- ¿Y tus hijos? Ya serán mayores ¿No? A la que veo de vez en cuando es a tu ex, la veo mucho mejor desde que os divorciasteis.

- Mis hijos, bien, intentando hacerme abuelo, por sitios exóticos California, China… ya sabes la exportación de capital humano, que aquí nos sobra.

- Pues te veo muy bien, supongo que la de Hernani… ¿La conozco?

- No creo, no sale mucho de allí.

- Eso, que la de Hernani te dará marcha, a ti siempre te han gustado las complicadas.

- Te voy a regalar esta antología poética de poesía actual española -le pasa un libro -, está muy bien.

- Conmigo no hace falta que vuelvas a usar la trampa de la poesía, que yo ya te conozco, eres más peligroso que la playa de Gros, en cuanto una se descuida se encuentra desnuda y pidiendo socorro.

- ¡Laura, que he cambiado! Que ya soy un señor maduro y serio.

- ¿Sabes lo que me dijo Ane, tu ex, la última vez que la vi? Que sigues siendo un madurito atractivo y con más líos que pelos en la cabeza.

- Coge este libro de poemas, por favor, esta guía de Luxemburgo y vete, que me estás poniendo la cabeza… esta ronda la pago yo.

Laura le besa y se lleva los libros, dejándolos escanear por la empleada al pasar sin pagar por caja. Inmediatamente de salir llama a Ane y le cuenta, le cuenta lo que recuerda y no recuerda de la conversación, después cuenta variantes de la conversación a familia y otras amigas, San Sebastián a la semana sabía de buena tinta que Aitor se había hecho abertzale y vivía con una antigua miembro de un comando de ETA en un piso de la parroquia de Hernani, no era cierto pero era bastante más interesante.

(Continuará, aunque quizás haya una interrupción por motivos de trabajo.)


martes, 9 de septiembre de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 15

 

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Este relato o folletín es la novelización de un guion que nunca ha sido rodado y que empecé en el siguiente enlace INICIO


Del apeadero al bar de la calle Mayor en la esquina con la plaza Nueva, una taberna típica de pueblo vasco del sur del Bidasoa, decoración “abertzale”, esto es, fotos enmarcadas de paisajes de Euskalherría y de deportes rurales, vistas mil veces en los calendarios de las cajas de ahorro locales, una mala iluminación, alguna hucha para recaudar dinero a favor de los presos que siguen presos, donde los clientes dejan los cambios que irían a las propinas. En las estanterías, además de botellas de licores y aguardientes que nadie jamás beberá, hay lotería de navidad en venta de todos los clubes deportivos y asociaciones que conforman el ecosistema cultural de Hernani. 

Hombres y mujeres beben en la barra y en mesas, algunos agrupados en cuadrillas, pocos en pareja, en un rincón de la barra un solitario hace que lee un periódico en euskera en papel, su cara recuerda la de un líder soviético de los años 50, hay niños que juegan y corren por el interior y que salen a la calle o entran, hay ruido, la música cacofónica de los altavoces del bar obliga a hablar a todo volumen, en el exterior hay alguna mesa, en torno a las mesas, las ventanas del establecimiento y la puerta, hay gente similar a la de dentro de la taberna.

Cuando Aitor entra, Miren está sentada en una mesa con su cuadrilla de amigos, Maddi y Paulina que están junto a sus maridos o compañeros Lánder y Bernat, todos vestidos informalmente, ellas con esos colores que se llevan en funerales de desconocidos y ellos del mismo obscuro que han llevado desde que dejaron la infancia. Aitor llega con traje y corbata y una cartera portafolios en la mano, besa a Miren en los labios, se sienta en una silla que le pasan de la mesa de al lado y se quita la corbata nada más sentarse. Lánder le pone un vaso de vino delante.

- Un momento, voy a comer algo y beber un poco de agua antes del primer vino.

Los otros 5 no le hacen caso, Aitor se levanta y se acerca a la barra. Aitor regresa con un bocadillo de tortilla de patatas y un botellín de agua mineral, se sienta y come y bebe, siguiendo la conversación en modo espectador, procurando que el aceite de la tortilla caiga al suelo en vez de en sus pantalones.

- Pues claro que se dopan ¿Quién no se dopa a ese nivel de competición? ¿Cómo hostias aguantan sin doparse tantos partidos a la semana, entrenamientos, andar con chavalas todas las noches y luego a correr como patos sin cabeza detrás del balón? ¡Hostias que si se dopan!

Lánder es sufridor de la Real Sociedad por nacimiento, sus primeros recuerdos en esta vida son yendo al campo con su padre y su tío, cuando éste se murió yendo con su padre y ahora él lleva su hijo a los partidos. No está acostumbrado a que su equipo gane y cuando la Real gana, cosa que sucede últimanete con relativa frecuencia, siempre teme que sea un sueño y que se vaya a despertar de ese sueño. 

Bernat también pero es de otro tipo de seguidor, nunca la Real le decepciona, siempre encuentra un motivo para la esperanza, sufre mucho pero alcanza el paraíso con facilidad, con un buen resultado, con una clasificación no muy mediocre en la liga...

- Tú te confundes chaval, con 20 años no hace falta meterse nada para andar así ¿Tú no podías con los entrenamientos, el partido en el rugby el domingo lleno de barro y darle marcha a ésta en la trasera del coche?

Maddi le pega una bofetada cariñosa a Bernat.

- Bueno, y también en el granero de casa de sus padres 

La siguiente bofetada es menos cariñosa. Lánder se ríe francamente, todos se ríen.

- ¡Hostias! ¡Que no he dicho nada de particular y que no hayamos hecho todos! ¡Hostias! ¡Que le cuento a este pardillo lo del americano que te llevaba a la piscina los veranos!

Bernat, como en un rito muchas veces repetido le sujeta las manos a Maddi, que hace como si intenta volver a abofetearle, es la única que no se ríe y dice entre dientes “Imbécil”.

- Bueno, en resumen, que en la Real no se dopan y no, y que no, que nosotros hacíamos lo mismo y nos hartábamos a cubatas y además íbamos a fábrica 40 horas y las extras sin necesidad de pindonga ¡Que os creéis todo lo que cuentan esos putos periodistas! Y vámonos a otra parroquia, que en ésta nos tienen muy vistos.

Dicho esto, se levantan todos y salen a la calle, Aitor ha dejado el vaso de vino prácticamente entero, un niño de unos 7 años de los que juegan por el bar coge el vaso y le da unos sorbos. Parece que nadie lo ha visto.

La calle Mayor de Hernani baja desde la plaza del Ayuntamiento hasta la plaza Nueva o sube desde ésta, las tres parejas suben en busca de otro bar, hay alguno más en la calle, incluso un “pub irlandés”, de un balcón a otro cuelgan fotos de presos por terrorismo, también hay carteles que exigen en euskera la libertad de asesinos o su vuelta a casa, carteles pegados en las viejas paredes medievales donde se alternan con pintadas en el mismo sentido, los grupos que salen de los bares se cruzan con los grupos que entran a los bares, los mismos niños y niñas corren de un lado a otro, a veces caen y lloran hasta que una madre aparece y le pone de pie. Aitor, Lánder y Bernat preceden a Miren, Maddi y Paulina en dos conversaciones claramente separadas. Saludan con un movimiento de cabeza a quienes cruzan que responden con un “epa” interrogativo que es replicado con un “epa” afirmativo, dos de los niños que juegan piden dinero a Lánder y Bernat que les sueltan unas monedas sin contarlas, los niños corren a una pastelería que está abierta. Lánder  debió ser guapo hace unos años, delgado, mal afeitado, aspirando el moquillo que tiene tendencia a caerle de las narices, ojos bizcos que sólo tienen dos posiciones: prácticamente cerrados y abiertos exageradamente, Lánder mira sin ver a su hijo a través del escaparate y comenta a Bernat.

- ¿Qué vas a preparar para la cena de la cuadrilla del viernes?

Una vez al mes, los chicos de la cuadrilla de adolescentes que fueron se reúnen en una cena, son como diez o doce, algunos ya no viven en Hernani, otros no pueden salir de ronda todos los días pero esa cena es el hilo que les mantiene comunicados todo el año, entre los sanjuanes, porque las fiestas del pueblo también las celebran juntos como cuando eran unos muchachos hace 25 ó 30 años.

- ¿Ya toca? Hostias ¿Cómo pasa el tiempo? Hostias, si hoy es miércoles ¿A ver qué encuentro en el mercado? Una menestra quizá o unos pimientos rellenos preparar puedo.

-  Si quieres yo te voy a ayudar en la cocina – dice Aitor que ya cuenta como uno más de la cuadrilla para cenas, fiestas y excursiones -, para que no andes luego cenando de pie y con un ojo en el fuego.

- O sea que el señorito es, como siempre, el único que se apiada del pobre cocinero y estos putos  buitres solo llegan a comida hecha. Pues sí, majo, ven a las 5,30 y tú y yo merendamos y les dejamos a estos las sobras para que cenen a las 9 y el que no esté a las 9, ni eso, que cene un whisky.

Bernat, gordo de tripa, barba de lija a estas horas, es normalmente quien cocina en las cenas mensuales y en las fiestas, pero en su casa no se come con fundamente, él come en fábrica, su mujer pica como un pájaro cerca de la peluquería que posee y el niño - ¿O son dos? -, come en la cantina escolar, así que quedan pocas comidas y cenas que preparar, él mismo prepara los domingos unas fiambreras para esos huecos que se completan con las fiambreras que les preparan las madres de ambos cónyuges. 

- ¡Hostias, tú! ¡Que yo llevo el jamón jabugo para el aperitivo! - protesta Lánder - Lo que pasa es que lo de cocinar a mi se me da de puta pena y para molestar no voy a ir pronto, o sea…

- Tú trae el jamón y un lomo si quieres, tranquilo, pero no nos vengas dopado que te conozco, que los viernes sales del curro y te lías con todos esos putos esnifadores de la sucursal  y que un día os vais a meter por las napias un saco de cemento ¡Hostias!

La pretendida ironía de Bernat hace que Lánder abra los ojos como un personaje de un dibujo animado.

- Subnormal, que te va a oír ésta. Yo no me esnifo nada, nada de nada ¡Hostias! ¡Qué manía te ha dado.

Bernat ha cogido tema una vez más e insiste.

- En esa casa, todos vais ciegos en el curro y luego que si me ha cogido la mano un cilindro, que si me he clavado el destornillador en el ojo sin querer, que si me he cortado la pirula con la guillotina…

- ¡Que te calles y entres aquí!

Lánder le empuja a otra taberna, igualmente oscura, parecidas fotos en las paredes, parecidas botellas grasientas en los estantes, las mismas loterías, las mismas huchas, las personas que beben por la barra y las mesas pueden ser las mismas o parecidas, los niños que corren, salen y entran, también, incluso el solitario que lee el periódico en una esquina de la barra parece que se ha trasladado unos metros calle arriba.

- Hiru beltz, bi rosado eta zurito bat! - Lánder proyecta la comanda al camarero por encima de quienes ocupan la primera fila junto a la barra y luego pregunta a Bernat - Esa es la fórmula ¿No?

- Vale, ba -confirma Lánder al camarero ya que los otros se han encogido de hombros -.

Cuando entran las mujeres, el camarero pone los vasos en la barra, Lánder deja el dinero exacto sin preguntar y va pasando, con permiso del grupo que dificulta la maniobra, los vasos a los demás. Bernat, Lánder y Miren cogen los tintos, las otras mujeres los rosados y Aitor la cerveza. Entran los  niños que han pedido el dinero, Maddi y Paulina piden al camarero algo más, pasando entre los clientes que se apartan lo suficiente, el camarero les pasa sendos bocadillos en grasiento papel de aluminio que ellas pasan a los dos niños. Miren se ha quedado hablando con los hombres.

- Esta semana os toca primer viernes de mes ¿Tenéis la cena prevista?

- Ya lo hemos hablado, tu chico me va a ayudar a prepararla…

- ¿Este inútil? Si no le hago yo un huevo frito, no sabe cómo hacerlo.

El aludido, que está dejando que la cerveza se caliente y pierda burbujas en el vaso, protesta débilmente.

- Llevo años preparando mi comida, he vivido solo muchos años, y no me he muerto de hambre hasta ahora.

- Porque existen los menús del día, pero en el frigorífico de tu casa solo había cervezas y quesos apestosos.

Miren concluye su vaso inmediatamente.

- No me gusta conservar comidas caducadas, soy de hacer compra en el día

- Mientes más que hablas.

Hay un silencio general después de la acusación que Aitor hace como que no ha oído. Silencio rodeado del ambiente sonoro de la música que rebota en las paredes y de las conversaciones que se superponen que dura hasta que Bernat dice:

- El domingo vamos a ver el partido de la Real en el bar de debajo de tu casa, que juega fuera ¿Le dices a la patrona que nos reserve la mesa de costumbre?

- ¡Que la reserve tu pinche!

Responde Miren con cierto enfado, quizá porque Aitor no ha entrado al trapo, y pasa la copa a éste para que la deje en la barra, luego sale seguida de todo el grupo.

La calle está menos frecuentada pero hay circulación de grupos entre los bares, los dos niños comen sus bocadillos sentados en un escalón de una carnicería, otro niño come un bollo de envoltorio rosa sentado a su lado. Los seis entran a otro de los bares, Maddi y Paulina salen con dos vasos de leche que dan a sus hijos, por fin, las tres parejas salen a la calle al cabo de un rato, la calle está más vacía, solo hay luz en las puertas de las tabernas. Delante de una de ellas se para Bernat y hace una seña al resto.

- La espuela y a casa, que mañana hay que madrugar.

La barra está vacía, la música apagada, dos hombres como clientes, el solitario que lee el periódico en un rincón y otro sentado en una mesa y que observa fijamente un vaso vacío, el patrón, que rondará los 60 años, está limpiando el mostrador, recogiendo vajilla y tiene el cajón de la caja registradora abierto. Es Aitor quien le pide la ronda.

- Hiru beltz, bi rosado eta zurito bat! Endika! Vale, ba!

Enrique, de Hernani de toda la vida, se dirige a Miren.

- ¿Qué dice éste? El donostiarra ilustre ¿Qué dice a la hora de cierre?

Miren le corta inmediatamente.

- Hiru beltz, bi rosado eta zurito bat! ¡Hostias! ¡Que los pongas de una puta vez!

- Perdona chica, perdone señora, que no le había entendido a tu novio.

- ¡El novio más guapo del mundo!

Miren abraza a Aitor y le besa babosamente.

- ¡Al que más quiero!  ¡Mi vida, mi alma!

Aitor mira al cielo y todos se ríen. Después de servir, el patrón comienza a bajar la persiana metálica de la puerta, los otros dos clientes que quedan pagan sin hablar, se despiden con un gesto y salen uno tras otro agachándose ligeramente por el hueco que queda.

- Hay que sacar, por lo menos, un punto el domingo,  por lo menos ¡La hostia! Si es que pueden hacerlo, pero a veces parece que no se lo creen, que no tienen sangre en las venas.

Hace un rato que Bernat está hablando de la Real Sociedad.

- Eso la Real y a la tarde pero… ¿Hay partido de rugby en Landare a la mañana?

Pregunta Lánder y Aitor es quien responde.

- Sí, juegan contra Bilbao, no creo que tengan problemas para meterles una paliza, los de Bilbao se han quedado sin equipo este año, se les ha ido mucha gente.

Miren se entremete en la conversación, dejando a las otras mujeres que critiquen la falta de profesionalidad del profesorado.

- Siempre con excusas, pues el otro día bien que los del Atlético hicieron el ridículo con Bilbao, que si no es porque el árbitro era tu colega y os perdonó todo lo imperdonable, os venís sin un punto.

- Si el Atlético ganó y sin problemas sobre el terreno – Aitor intenta precisar, aunque intuye que es inútil -. Al final, con muchos cojones los de Bilbao consiguieron un ensayo para maquillar el resultado.

Miren está balanceándose de un pie a otro, el vaso de vino ya está vacío en su mano.

- ¿Ganar? Tú estás soñando, cariño.

Miren se pasa el índice por debajo de la nariz hacia arriba.

- Señores ¿Es que no tienen casa? 

Enrique está junto a la puerta, indicando claramente su voluntad de dar por concluida la jornada, los seis dejan los vasos en la  barra, el de Aitor se ha quedado a medias junto a las monedas por el importe de la consumición, los niños se han evaporado, quizá las madres les han dado llaves para que puedan irse a dormir, las mujeres van saliendo, luego Lánder, Aitor y el último Bernat que al salir pega con la mano sobre el borde inferior de la persiana, metiendo un ruido fuerte y brusco.

En la calle a la puerta del bar, los otros cinco y un par de curiosos miran a Bernat que se coge la cabeza como si se hubiera golpeado encima de la frente.

- ¡Ayyyyyy, ayyyyy! ¡Que me he dejado los cuernos en la barrera! ¡Que me he dejado los cuernos!

- ¡Idiota! Buena falta te hacen unos cuernos para que espabiles.

Paulina provoca una carcajada general que se superpone al teatro de Bernat que es el que más se ríe, los dos se besan, los niños reaparecen, no se habían ido a casa, se acercan y cada uno da la mano a una de las dos mujeres. Cada pareja parte en una dirección distinta, al caminar se puede percibir una cierta oscilación lateral en la marcha de los adultos pero hay que ser muy observador.


Continúa en este enlace: SIGUIENTE SECUENCIA

Hay otros folletines, escritos y publicados de la misma manera, con la ayuda de los lectores, y que se pueden encontrar con la etiqueta literatura en el blog, como el que está en el siguiente enlace

OTRO FOLLETÍN

domingo, 7 de septiembre de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 14

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Esta historia es parte de la novelización de un guion de largometraje nunca rodado.

EL COMIENZO DE ESTA CRÓNICA DE HERNANI

El tren de cercanías permite leer, oír música en auriculares, saludar a gente, a veces hablar con otros viajeros, escuchar conversaciones ajenas… el trayecto es corto entre Hernani y Donostia, apenas 10 minutos, tiempo que se pasa rápido para Aitor, que alterna el tren con el coche en función de la agenda del día, ni la vivienda de Miren ni su despacho están lejos de las respectivas estaciones, el apeadero del centro de Hernani está cerca de la zona de bares, el apeadero de Gros se sitúa en el corazón del barrio, posiblemente el más vivo de Donostia, así que el coche de Aitor se quedaba aparcado en Hernani cada vez más, lo que le permitió vender una plaza de aparcamiento subterráneo que poseía en Gros al precio de un castillo en España.

Después de la jornada de tarde, los trenes que salen de Donostia van abarrotados cuando cierran oficinas, comercios, centros escolares... un poco más tarde se puede coger un tren en el que haya asientos, Aitor procuraba coger el tren siguiente a las horas punta y leer brevemente en un libro electrónico, a veces reaccionado con una sonrisa a lo que le hacía vivir la lectura, porque Aitor se podía concentrar y pasarse de estación con cierta frecuencia, lo que le hacía esperar, a veces el tren de regreso en Andoain o en Ategorrieta. 

En uno de esos regresos a Hernani, Hernani centro porque Miren le esperaba en el recorrido habitual de bares, Aitor estaba sentado junto a la ventanilla leyendo unas aventuras africanas de Wilbur Smith, en el asiento del lado pasillo, a su lado se sentó una joven de unos 20 años de edad que, mientras escribía y leía en su móvil, charlaba con otra joven de su misma edad sentada enfrente sin preocuparse en forma alguna si su conversación podía interesar o molestar a los otros viajeros.

- ¿Si me juras que no se lo dices a nadie te cuento una cosa? - dijo la que se sentaba al lado de Aitor al arrancar el tren -.

- Te lo juro, ya sabes que todo lo que me cuentas, no sale de mi boca – respondió la otra sin levantar su mirada de la pequeña pantalla -.

- Pues mi prima Yolanda, la hija de mi tía Juanita, la hermana de mi madre, tiene un novio senegalés.

Inevitablemente este titular hizo que Aitor, como otras veces, dejará de seguir las peripecias del traficante de colmillos de elefante, no en Senegal, sino en el Transvaal.

- ¿Ya se ha aburrido del ertzaina? No le ha durado nada. Éste será negro ¿No?

- Pues claro es senegalés de Senegal y… ¿Sabes algo más?

La interpelada levantó un poco la cara.

- ¿Qué?

- Que es verdad que los senegaleses la tienen grande.

Aitor se acordó del chiste del senegalés que meaba desde un puente a un río pero lo borró rápidamente de su mente, molesto por este reflejo racista de su cerebro. 

- ¿Te lo ha dicho Yolanda?

- Pues claro se lo he preguntado en cuanto me lo dijo en secreto, porque esas cosas no se van contando por ahí…. Y tengo una foto ¿Quieres verla?

- ¿Del negro?

- Claro, se la sacó Yolanda, mira.

Teatralmente, la prima de Yolanda le mostró la pantalla de su móvil a su compañera de viaje, que se carcajeó inmediatamente.

- Si éste es el negro del whatsapp

- Esto es broma, pero lo de Yolanda y el senegalés es verdad, pero secreto secreto, no se lo digas a nadie, que en el pueblo no lo sabe nadie.

- Callada y punto en boca

Esta frase coincide con la llegada del tren al apeadero de Hernani centro, Aitor les pide paso pero ellas también se levantan y bajan con otros viajeros, más bien viajeras, dejando el vagón prácticamente vacío.


Continuará

OTRO FOLLETIN


jueves, 4 de septiembre de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 13

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Este texto es parte de un guion para un largometraje nunca rodado.

La historia tiene un comienzo: COMIENZO


Como Miren ya estaba instalada en Hernani, le comentó a Aitor que debía llevar sus cosas de diario a aquel piso y dejar la osera de Gros, oscura y húmeda, Aitor hizo una bolsa de viajes como si fuera a pasar un fin de semana largo fuera de su casa. Miren que tenía llave del local, lo vació una mañana y trasladó todo, absolutamente todo, menos los muebles, al piso de  Hernani, Aitor nunca tuvo que volver a su propia vivienda a buscar cualquier cosa suya y no comentó qué pensaba, si pensaba algo, de encontrarse viviendo en Hernani, en paeja de hecho o de deshecho – ambos con experiencias previas de convivencias fracasadas -, cambiando de rutinas… lo asumió, quizá como un precio a pagar por no tener qué preocuparse de con quién iba a pasar cada noche del resto de su vida y esta idea, que pasó fugazmente por su mente, le hizo “postocuparse” de su nueva situación ¿Había cometido un error?

Por las mañanas Aitor se iba a su despacho en Donostia, a veces en el coche pero más a menudo en el tren de cercanías, regresaba a mediodía para comer, volvía a irse a la tarde y a la noche iba casi todos los días directamente al circuito de bares para reunirse con Miren que estaba con la cuadrilla. Miren se ocupaba, como una tradicional ama de casa, de la limpieza y la cocina, mientras decía que buscaba un negocio que iniciar o un trabajo. Nunca emprendió un negocio y nunca pasó del periodo de prueba en un trabajo, no porque la despidieran, sino porque los trabajos con horario de entrada y salida, obediencia a las órdenes de superiores, lenguaje correcto con los otros… le impedían vivir o eso decía.

El primer año de vivir en Hernani, Aitor aún conservaba algunas costumbres donostiarras y sacaba entradas para películas y abonos para los espectáculos y conciertos que todo el año hay en Donostia. Le gustaba la música en vivo, las orquestas de música clásica y las óperas del Kursaal eran su vicio cultural, aunque se dormía a veces, también el jazz o el teatro le llevaban a no regresar a Hernani algunas noches después del trabajo y le obligaban a Miren a “vestirse de pija donostiarra” para asistir con Aitor a alguno de esos eventos, luego le decía que eran maravillosos, siempre el último era lo mejor que había visto, pero que los amigos de Aitor, con los que obligatoriamente coincidían en el propio Kursaal, en el Teatro Victoria Eugenia, en el Principal o en la Plaza de la Trinidad, le estropeaban la fiesta, todos y todas le eran insoportables con sus poses intelectuales de superioridad hacia ella, comentarios que repetía delante de la cuadrilla de Hernani en presencia o ausencia de Aitor. 

La última vez que fueron juntos a un concierto de la Orquesta de Euskadi en el Kursaal se presentaba una composición ganadora de un premio en la primera parte, como es costumbre, y ambos vestidos con la necesaria elegancia salieron en la pausa al ambigú donde el patrocinador ofrecía una copa de cava a los asistentes, estaban acompañados de un matrimonio de Donostia que tenía sus localidades inmediatamente seguidas de las de ellos porque habitualmente Aitor y Esther las sacaban juntos, Esther era una vieja amiga de Aitor que poseía una pequeña editorial de libros de lujo y su marido José María, ligeramente sordo, era un auditor contable y consejero de empresas que se movía bien en el pequeño mundo financiero guipuzcoano, para Aitor eran como unos hermanos mayores a los que acudir en busca de consejos de todo tipo pero a los que no tienes la obligación de tratar todos los días, los conciertos eran una ocasión excelente para conservar la relación. Así que provistos de las copas los cuatro se acercaron a una mesa alta en la que había un plato de jamón serrano de calidad aceptable.

- … música en secuencia con microtonalidades y abanico de arpegios con armónicos artificiales… ¿Y a esta mierda le han dado un premio?

Esther, con un programa del concierto en la otra mano, lee la presentación que el autor hace de la obra que acaban de oír. Miren se acaba su copa antes de responder.

- Pues has aplaudido como una posesa al finalizar la pieza.

Miren coge una copa llena a un camarero que pasaba inmediatamente.

- Hay que aplaudir al director que había hecho un esfuerzo  enorme para interpretar la partitura.

Aitor retirando la copa nueva de la mano de Miren interviene en la conversación, adivinando que las dos mujeres se iban a mostrar sus sentimientos de antipatía mutua como ya lo habían hechos otras veces. 

- Estos premios buscan descubrir nuevos talentos de la música vasca, supongo que esto era lo menos malo de lo que se presentó… o que la compositora es la hija secreta del lehendakari...

Miren ya ha cogido otra copa de otra bandeja ambulante y se ha bebido casi todo su contenido.

- No seas idiota. Esto lo componen para que los pijos podáis poner cara de entendidos.

Al acabar la frase, dicha con un tono provocador, más dirigida a Esther que a Aitor, Miren acaba la copa también para coger de la mesa una copa que José María había dejado intacta.

- No me importa que la tomes, yo no iba a beberla – José María dice amablemente -.

- No me jodas con tus ironías.

Miren termina el cava, Esther la asesina con la mirada y Miren deja la copa vacía en la bandeja de un camarero que pasa, momento en que suena el timbre de advertencia del fin del descanso.

- Vamos para dentro, que empieza la segunda parte.

Dice Aitor, coge del brazo a Miren que, al darse la vuelta, da un traspiés pero con la ayuda de Aitor no llega a caerse, Esther se lo comenta al oído de José María, que estando ya de espaldas no se ha percatado y no ha entendido nada de lo que le ha dicho su mujer.

- ¿Qué dices?

- Mozart ahora ¡Qué descanso para los oídos!

Los cuatro se dirigen hacia la puerta de butacas con los demás espectadores pero Miren, sin entrar, se vuelve y corre hacia los baños, Aitor se queda esperando.

Al acabar el espectáculo, habitualmente iban todos a una bodega a comer algo pero aquella noche Esther y José María dijeron que tenían prisa porque éste tenía que levantarse muy temprano a la mañana siguiente, primera noticia que tuvo José María de aquella necesidad. Y nunca más fueron juntos a un concierto en Donostia, a partir de entonces, como mucho, oían a la Banda Municipal de Hernani o a los alumnos del Conservatorio de Hernani.


Y ESTA CRÓNICA DE HERNANI SIGUE

lunes, 1 de septiembre de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 12

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Esta historia es la novelización de un guion de una película nunca rodada.

Y tiene un inicio:

EL COMIENZO

 Después de las fiestas anuales, unas dos semanas más tarde, la cuadrilla organizó una fiesta sorpresa de cumpleaños para Miren, porque era un número redondo de años que cumplía, como 40 o así, Aitor le compró un regalo, un bolso que ella le había indicado en el escaparate de una boutique elegante donostiarra, y cotizó también para el regalo colectivo de la cuadrilla. Para la fiesta se reservó un albergue con piscina por la zona de Orio, así todos podrían ir en sus coches, emborracharse, dormir y regresar recuperados.

Las chicas de la cuadrilla se encargaron de engañar lo suficiente a Miren para que les acompañara al albergue, pretextando que una de ellas necesitaba que le aconsejase sobre una casa que pretendía comprar. Ya en las cercanías de destino, le dijeron que tenían una sorpresa para ella, le vendaron los ojos y la hicieron entrar en la terraza del establecimiento donde todos los asistentes, la cuadrilla y otros amigos de Hernani y Donostia – para estos eventos se ampliaba el círculo de invitados -, guardaban silencio. Al quitarle la venda, Miren fingió una sorpresa máxima, quitó el lazo a la bicicleta eléctrica que le habían comprado a escote en la cuadrilla y repartió besos a todos. Hubo más regalos por parte de los distintos círculos de afecto que se forman en todo grupo.  Aitor le explicó que él tenía un regalo escondido en el interior de la casa y los dos entraron a la casa.

Un DJ ponía discos de baile,  había mesas con bebidas, mesas con comidas, una gran tarta de cumpleaños que, después de apagar las velas, fue ignorada en gran parte. Como en toda fiesta, más si es en el País Vasco, algunas pocas bailaban, otros hablaban de pie o sentados en muebles de plástico, esto es, las mujeres disfrutaban de la fiesta, los hombres estaban en la fiesta mientras discutían del final de la temporada de fútbol y de los fichajes del verano, nadie se baña en la piscina, a pesar de que la temperatura era propicia.

La noche de verano iba cayendo, las bebidas tuvieron que ser repuestas varias veces por los empleados del albergue. Sentada con las otras 3 mujeres, su círculo íntimo, más jóvenes que ella, Miren les exhibe los pendientes a las otras que los examinan con sus ojos vidriosos y comentan con el habla tomada por el alcohol. 

- ¡Muchas gracias, chicas!  Están muy bien.

-  Es que te van muy bien con la forma de tu cara. Nos costó decidirnos ¿Qué podemos regalar a esta desgraciada? - Paulina se sirve cava mientras habla, la espuma desborda y cae al suelo -. Si entre el divorcio del marido rico y el nuevo novio rico que se ha echado, tiene de todo.

- ¡Menuda suerte tiene, sin hacer nada para merecerlo! - Maddi tiene una colilla de un porro que apenas humea pegada al labio y una copa de cava que  desparrama su contenido cuando mueve las manos al hablar -. La idiota, que se encuentra 20 años después al amor de su vida en un semáforo, y ahora hecha una tortolita con ese tío tan guapo, tan elegante, un caballero…

Paulina observa que Aitor ha dejado el grupo de hombres y se acerca sonriente hacia ellas con un tubo de whisky en la mano.

 - ¿Qué hace una “cashera” como tú con un capitalino como éste que habla como un político y nunca se le entiende nada?

Aitor deja el vaso en la mesita que está cerca de las mujeres en el centro del arco que forman y se pone enfrente de ellas, de espaldas a la piscina, el alcohol le hace tambalearse ligeramente. Miren sonríe hacia donde cree que debe estar Aitor, una niebla visual ha empezado a afectarle a su vista. 

- ¡Es muy guapo y lleno de detalles!

Aitor se descalza y se quita la camisa y el jersey juntos a la vez, los deja caer a los pies de las cuatro mujeres,

-  Además siempre te está dando amor – Paulina dice con un tono ácido -, que se te nota que tienes agujetas en los muslos de tanto separarlos cuando llegas al gimnasio por las mañanas, es que no paráis, que os he visto antes en el suelo del recibidor, ñaka, ñaka, como dos críos.

Aitor se ha quedado desnudo para cuando Paulina acaba de hablar. Tiene cierta tripa en el abdomen más que musculatura.

- ¡Es la hora del baño!

Anuncia, Aitor se da la vuelta y se tira a la piscina. Miren se levanta sobresaltada.

- ¡Que no sabe nadar!

Miren corre precipitadamente hacia él,  se cae al suelo al borde de la piscina con la pesadez de la ebriedad.

- ¡Ayyyyyyyyyyy! ¡Me he roto un brazo! ¡Por tu culpa, cretino, estúpido, hijo puta!!

La furia de Miren que se ha hecho daño es escandalosa, sus gritos hacen que todos los presentes le miren. Aitor nada por la piscina tranquilamente pero con la torpeza de quien apenas controla la materia y además ha bebido demasiado, mientras todas las amigas ayudan a levantarse a Miren y Paulina le pone una servilleta con hielo en la muñeca, pero ésta sigue enfadada.

- ¿Te creerás gracioso? ¡Puto torpe! ¡Deja de hacer el idiota y ven aquí!

Aitor se acerca nadando, con un estilo horrible, salpicando y haciendo ruido, hasta apoyar las manos en el borde y empieza a declamar sin salir del agua.

- ¡Oh Gorgona de Hernani! Legendaria mujer divina, cuya mirada extraña, me hiere y fulmina ¡Baja del altar de mármol! Sobre las aguas camina o, al menos, Gorgona ¡Échate a la piscina!

Inmediatamente Miren se zambulle vestida, intentando golpearle mientras cae, las otras mujeres se ríen y se empiezan a quitar la ropa, algunos hombres también, todos los asistentes se van tirando, más o menos desnudos pero poco, más bien vestidos, a la piscina, mientras Miren besa a Aitor con pasión, están donde al menos Aitor hace pie, y éste empieza a desvestirle de su ropa mojada pero llega Paulina desnuda por detrás, les coge las cabezas por encima y les mete a ambos bajo el agua.

Paulina era guapa y con una elegancia espontánea que le había convertido en una referencia para las otras mujeres de su entorno, además tenía un salón de peluquería y maquillaje con el que ganaba más que su marido Bernat en la empresa industrial de la que éste era empleado. Paulina había tenido la idea de la fiesta y del lugar donde hacerla, Bernat se había encargado de la reserva, ella era el cerebro de la cuadrilla y él quien ejecuta las ideas eficazmente.


Esto continúa

jueves, 28 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 11


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Este "borrador" es la novelización de un guion que no ha sido rodado.

La historia comienza en

Aitor le acompañó al tren de cercanías que ella cogió en el apeadero de Gros. Quedaron en verse un par de semanas más tarde, ella tenía que regresar a negociar con Albert – dijo -, en la población que habían vivido últimamente, Majadahonda… Aitor nunca tuvo claro dónde vivía en esa época Miren con ese marido que estaba dejando de serlo. La tramitación del divorcio de mutuo acuerdo se alargaba, Miren le llamaba mucho, a horas diversas, anunciaba una visita de repente, al principio cada quincena, luego cada semana, que se resumía en una cena, cada vez más frecuentemente en Hernani, una noche de intenso folleteo -esta palabra no es nada poética pero describe como sus sinónimos jodienda y fornicio la relación de ambos -. cada vez más a menudo se encontraban en la vivienda de Hernani y el intervalo de la separación se iba reduciendo. Cuando Aitor tuvo que ir a juicios a Bilbao o a Madrid durante ese tiempo de transición conyugal, Miren se arreglaba para poder pasar una noche con él en un hotel que ella misma se encargaba de reservar ¿Qué le contaba a su marido si le contaba algo? Lo que todo el mundo: tengo que ir a ver a tal amiga, a tal pariente, a tal asunto… Las coartadas son muy parecidas, la consistencia de las coartadas es otra cosa pero Albert seguía disfrutando del mismo escaso trato que antes en el hogar, la situación se podía prorrogar indefinidamente por él pero Miren se sentía incómoda manteniendo doble vida y deseaba descubrirse, así que soltaba el nombre de Aitor y sus encuentros cada vez con más frecuencia.

Aitor fue conociendo a los amigos y amigas de Miren, la cuadrilla, de Hernani, amigos que, a veces, preguntaban por Albert, a veces daban por hecho que Aitor era el recambio de Albert. La cuadrilla de Miren era la misma desde la adolescencia, eran los que se habían quedado en Hernani los años largos que ella había vivido fuera pero seguía siendo su cuadrilla. En cada cuadrilla hay un cerebro colectivo que no es la suma de los cerebros individuales de los que la componen, es otra cosa, porque el pensamiento de cada uno nunca es un monólogo; al contrario, prolonga el diálogo, el diálogo que se vive continuamente en la cuadrilla. La política y el pensamiento comparten una estrecha afinidad; no se basan en la soledad, sino en la pluralidad humana, en el intercambio con los otros y cuando solo se vive en cuadrilla desde la juventud hasta la vejez el pensamiento individual no se diferencia del pensamiento de la cuadrilla a la que se pertenece, se puede decir que, para empezar a pensar, hace falta un colectivo al que se pertenece y al que uno se opone, que diría Hanna Arendt a su cuadrilla de intelectuales.  Los de la cuadrilla se encontraban en el mismo bar, después de la jornada laboral, a la misma hora, todos los días, los mismos chistes, las mismas historias, transmisión de noticias y rumores, no se hablaba de política porque no hacía falta, el nacionalismo vasco era un axioma, la Real Sociedad les hacía sufrir frecuentemente y les daba una noche de euforia esporádicamente, los tópicos vascos como dogmas, por tanto, indiscutibles,weltanschauung de país sin crítica, de lunes a jueves seis u ocho vinos y a cenar en casa, los viernes y sábados ocho o diez  vinos y a cenar en un bar, luego un par de copas antes de encerrarse en casa, los domingos se empieza y se acaba un poco antes que el lunes hay que ir a trabajar, un viernes al mes hay cena de cuadrilla en una sociedad gastronómica, algunos fines de semana al año o en puentes festivos se hace excursión de cuadrilla a algún monte o una pequeña travesía de montaña que lleva aparejado comer e incluso dormir fuera de Hernani, hay una lista de albergues y refugios que se repiten, también se celebran los cumpleaños con cenas y fiestas  en esos mismos albergues y refugios o similares, a veces se hace una excursión de cuadrilla en un autobús alquilado para ir a alguna sidrería más lejana o para visitar una bodega riojana, en las vacaciones familiares coinciden por playas o montes o estaciones de esquí, salvo excepciones que son comentadas durante el resto del año, los matrimonios se han formado dentro de la cuadrilla, no hay separaciones ni divorcios,  o quizá sí pero Aitor no controla quiénes se han cambiado de cuadrilla y quiénes, como él, se han incorporado a la plantilla habitual, más o menos todas las parejas, heterosexuales por definición, han tenido descendencia, uno o dos, no más, los niños y niñas están con sus padres todo el rato hasta que llegan a la adolescencia y se integran en su cuadrilla. Las fiestas de Hernani son los sanjuanes y las cuadrillas de padres e hijos se cruzan en la “azeri dantza” matinal – una cuadrilla vestida de traje típico vasco se pasea por las calles del viejo centro urbano, al frente uno de los componentes lleva un morrión con una cabeza disecada de zorro, el resto unidos por una cuerda lleva cada uno una vejiga de vaca inflada de aire, unos músicos repiten una marcha, los danzantes de vez en cuando desaparecen por una puerta de una casa y mediante pasadizos subterráneos, túneles Erdstall de la localidad, corren a aparecer y sorprender al público por otra puerta, rodear a un grupo y golpearle con sus vejigas -, o en la suelta de vaquillas - una especie de encierro en la misma parte medieval de la villa  -, o en las comidas y cenas por sociedades y bares, en los conciertos y en los desfiles de bandas… 

A Aitor le resultó cómoda aquella vida rutinaria, un poco alcohólica, eso sí, pero él era abogado, en que no hacía falta pensar mucho para seguir el programa, incluso cuando Miren no estaba en Hernani, a veces, iba solo y daba una vuelta por el pueblo con la cuadrilla.

CONTINUACIÓN

lunes, 25 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 10

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Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado

ESTA HISTORIA TIENE UN COMIENZO


Aquella misma tarde del encuentro con Aitor en la calle Urbieta, ella le telefoneaba, quedaron a las 8 de la tarde en una cafetería de la calle Zabaleta en el barrio de Gros, un establecimiento con cierta elegancia y butacas cómodas donde pudieron ponerse al día, mintiendo lo necesario, esto es mucho, de sus vidas durante el largo tiempo en que no se habían visto e incluso de mucho antes, porque, en realidad, no se conocían de nada, sin embargo, consiguieron unir recuerdos comunes, episodios en los que habían coincidido en Hernani o en Donostia o en los sanfermines de Pamplona y también buscar conocidos y amistades que les vinculaban en cierta forma, en principio,con la ayuda de un gin tónic, sin abordar la actualidad de cada uno, todo era hablar del pasado, del camino que habían recorrido desde la infancia a la cuarentena, pasando por sus encuentros esporádicos en un frontón de Iparralde y en el Palacio de jUsticia.


Aitor se sentía un poco guía porque Miren, según decía, había vivido en Irlanda y Madrid, siguiendo los traslados laborales de su marido, sin apenas regresar más que en vacaciones de verano y navidades por Hernani, él apenas se había dado cuenta que Miren había bebido todo su combinado y la mitad del otro, el de Aitor. 


Un poco de hambre les llevó a un bar gallego del barrio hacia las 9, ya de noche, sentados en una mesa cerca de la barra, comieron raciones y bebieron vino, una botella de albariño, mientras hablaban y hablaban, en esas conversaciones ansiosas que los jóvenes tienen a veces durante noches enteras, pero ellos no eran ya jóvenes, sobre todo Aitor, los cuarenta de edad habían quedado atrás o, en el caso de Miren, estaban muy cerca o muy recientes.


- Pues aquí estoy de vuelta al pueblo, a pasar una temporada sola, como una ermitaña, necesito ordenar papeles de familia y necesito ordenar ideas.


- ¿Y cómo se llamaba el entrenador? ¿Albert? ¿Y Albert no ha venido?


- Está ocupado, siempre está ocupado, no se ocupa de mi para nada…


- Su trabajo es muy estresante, lo tuyo no será para tanto


- … por eso nos hemos separado y me he venido a tomar distancia y pensar.


- ¿Te divorcias?


- Pues claro, la cadena perpetua no existe.


Hasta que salieron a la calle, después de pasar por el baño para aclararse la boca, Aitor no le besó en la boca, a pesar de la limpieza, el beso sabía a pimentón de la Vera y orujo de San Pedro de Sarandón pero a ninguno de los dos les importó y lo repitieron varias veces mientras iban hacia el loft de Aitor que no se encontraba muy lejos, el camino no fue en línea recta, las piernas les hacían avanzar en slalom como si fuera cuesta abajo y tropezarse, lo que provocaba nuevos besos. Abrir las puertas no fue fácil, fue más fácil encontrarse los dos desnudos en la cama, recorrerse el cuerpo con sus manos, sus labios, sus lenguas, sus dientes - ella le mordió varias veces y en varios puntos de su anatomía -.


En la cama había más de baile que de coito en su juego amoroso, los dedos competían en buscar en los genitales del otro la máxima excitación mientras se babeaban sus bocas hasta que en decúbito supino la verga de él penetró hasta el fondo y en la penumbra se quedaron súbitamente quietos, ella encima puso las manos sobre los hombros de él mirándole con los ojos muy abiertos, él tenía sus manos en las posaderas de ella, observando su silueta recortada contra el techo claro, el vino provocaba en él que la viera como una sombra chinesca y Aitor sin moverse empezó a recitar los versos de Neruda: “Ebrio de trementina y…” sonó un teléfono móvil, Miren, sin descabalgar, maniobrando para no dejar salir el pene, lo cogió de la mesilla, donde, al parecer, lo había dejado.


- Hola, cariño… sí, estoy en San Sebastián, con Aitor.


Aitor sintió que su erección se encogía unos milímetros, Miren también pero, mientras atendía al teléfono, empezó un suave movimiento obstátivo de todo intento de retirada y aunque Aitor boqueaba quieto, sin emitir palabra, arqueando las cejas, sintiendo la presencia marital en su cerebro, la naturaleza, que es así de caprichosa, llevó su erección de nuevo a un punto de retorno difícil.


-  Hemos tomado pintxos y bebido vinos, estoy tan cansada, que me voy a acostar enseguida, besitos cariño.


Miren, después de comprobar que se había quedado bien colgado, dejó caer el teléfono sobre el montón de ropa del suelo.


- No se quiere enterar. Tú sigue diciéndome eso tan bonito que estabas diciendo.


Ella comenzó a cabalgar a un ritmo en aceleración, mientras Aitor se concentraba en la poesía del chileno.


- Ebrio de trementina y de largos besos, estival, el velero de las rosas dirijo, torcido hacia la muerte del delgado día…


Momento en que la eyaculación le sacudió y Miren le mordió en un pezón a la vez que contraía todos los músculos vaginales hasta arrancarse de su interior una sensación suficientemente placentera.   


Durmieron bastante, ninguno de los dos tenía prisa por la mañana, hicieron el amor varias veces, eufóricos del reencuentro y con el entusiasmo de los primeros momentos de una relación. Miren le tranquilizó a Aitor, lo de su marido estaba arreglado, de hecho ella había traído todas sus cosas personales a la vivienda que adquirieron en Hernani y le dijo que habían acordado que fuera solo para ella, lo que pasaba es que era ella, aconsejada por su abogada, la que iba de víctima – él había confesado una infidelidad con una empleada de la empresa que tenía -, y de que había querido salvar su matrimonio por lo que la relación con Aitor – “Espero que esto no sea un polvo de una sola noche”, le dijo en la ducha compartida -, debía permanecer oculta mientras no se firmasen los acuerdos y documentos del divorcio en trámite. Todo era mentira, Aitor se lo creyó más o menos pero Miren tuvo que pedalear mucho para que la realidad se fuera pareciendo a lo que había contado impulsada por la oportunidad de dar un volantazo a su vida… una noche de amor se parece poco a un mes de amor, menos a un año de amor y nada a un lustro de amor, los humanos no venimos con libro de instrucciones y nos creemos lo que soñamos despiertos con agujetas en los muslos de haberlos tenidos separados, en el caso de ellas, y con rozaduras en el bauprés de haber dirigido la nao por la estrecha bocana del puerto del amor - un poco de poesía del siglo XIX -, con más ansia que destreza, en el caso de ellos.

Continuación

Esta secuencia tiene otras versiones LECTURE DE NERUDA EN CLOWN

miércoles, 20 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 9

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Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado

Este cuento empieza en
 

Miren es una buena chica, siempre lo ha sido. Acabada la escolaridad obligatoria tuvo que ponerse a trabajar, la familia no podía permitirse alimentar bocas que no contribuyesen a los ingresos y los resultados escolares de Miren no daban para una beca que aliviase los permanentes números rojos de aquel hogar obrero. Empezó pronto en el comercio donostiarra, en una tienda de alimentación, en un supermercado, en una boutique… fue cambiando de trabajo, salarios bajos para horas incontables a pesar del convenio colectivo. Encontró su nicho laboral en las tiendas elegantes de ropa, comercio que abunda en la capital guipuzcoana, donde las cadenas internacionales, nacionales y locales se disputan en el mercado, ocupando las mejores ubicaciones del centro de la ciudad. Encargada de tienda en una de las cadenas familiares locales, llevaba la rutinaria vida del tren de cercanías por la mañana desde Hernani, jornada laboral matutina, el pincho y el vino del mediodía en la pausa, jornada laboral vespertina y tren de vuelta a casa… descanso semanal el lunes, vacaciones en Ibiza con otras amigas empleadas, dejarse invitar al pincho y al vino por los « babosos » en uno de los bares del centro de la ciudad próximo al puesto de trabajo, dejarse sobar por el « novio este que tengo » los domingos a la noche en el coche, desmadrarse en Ibiza y dejar la virginidad en una cala pedregosa en aquella isla, incluir en la rutina dominical un precipitado coito de parte trasera de coche  a la vuelta de aquellas vacaciones, en primavera y verano dar una vuelta con la cuadrilla por los bares de Hernani entre la llegada en tren y la retirada nocturna « que mañana hay que levantarse »… hasta que se encontró con Albert Murray Jr. en una de aquellas vueltas con la cuadrilla en las fiestas de San Juan.

Albert Murray Jr., hijo de Albert Murray y nieto de Albert Murray, natural de Limmerick había llegado a Madrid llamado por su padre. Los Murray eran una familia cervecera, fabricaban cerveza artesanal en el pub que regentaba el abuelo, pero el padre de Albert se dedicó al comercio de la cerveza con cierto éxito, el crecimiento del negocio le llevó a la exportación de productos agroalimentarios, cerveza y whisky, hacia España, en un momento determinado la exportación se convirtió en importación desde España y se estableció en Madrid, dejando a su mujer e hijos atrás, una secretaria de La Latina que sabía inglés supo darle la ternura necesaria para que su nostalgia fuera más llevadera.

Albert Murray junior estudiaba y jugaba a rugby en Irlanda, talonador duro e inteligente que nunca destacó en su breve carrera porque le faltaba liderazgo y comunicación, cualidades imprescindibles en su puesto en el equipo, dejó el rugby con 18 años cumplidos. La cerveza cortó su carrera de forma repentina, un camión de reparto colisionó por detrás con el coche detenido en un semáforo en que estaba Albert, la lesión cervical subsiguiente aconsejó que no siguiera en la melé. Resistió la tentación de hacerse árbitro y empezó a colaborar con equipos escolares como ayudante de entrenador. La llamada de su padre le quitó la idea de hacerse entrenador profesional por el momento. En España estuvo unos años en la oficina de su padre en Madrid, su padre era comercial, él no, él llevaba el orden y el control de ingresos y gastos. Albert Murray Sr se sentía mal con su hijo al lado cumpliendo años y no haciendo otra cosa que trabajar demasiado cerca de él y entrenar a adolescentes por colegios madrileños, así que decidió abrir una sucursal en el norte, en Hernani y poner a su hijo al frente, con 30 años cumplidos, todo un señor

Llegar a Hernani, darse una vuelta por el local industrial alquilado, asomarse al campo de rugby en Landare Toki, ser invitado a conocer el pueblo, al sexto vino encontrarse emparejado a una loca veinteañera que se ríe de todo y por todo… 

Miren, desinhibida a última hora de la noche, calentó las hormonas gaélicas aquella noche lo suficiente para que Albert empezara a encontrar normal invitarla todas las noches a todo a partir del día siguiente y que fuera Miren la que le encontrase un piso amueblado en alquiler, donde ella iba algunas noches para que no se sintiera muy solo. Miren seguía con su marcha, el alcohol le daba un puntito divertido, según decían sus amigos, así que Albert aceptaba que hiciera risas con amigos que ella encontraba en cualquier fiesta, Miren tenía muchos amigos en esos momentos de diversión. Al cabo de un año, todo Hernani sabía que eran novios y luego vino la boda, a los cinco meses de ésta, en un hospital universitario de Galway, nació otro Albert que, al salir, cerró la puerta para nuevos embarazos o quizá un médico negligente lo hizo. 

Miren dejó de trabajar en Donostia, su clientela de pijas donostiarras todo el año y de pijas madrileñas en verano no la echó de menos aunque la besuquearon mucho cuando dimitió de su trabajo. No dejó de trabajar por cuidar al niño, sino porque la pareja tuvo que irse a vivir a Madrid, a Majadahonda, para poder atender el negocio paterno cuando el niño ya tenía cinco años. Una hemorragia cerebral, sobrevenida mientras se bañaba en una playa del Mar Menor con una secretaria de Malasaña, dejó hemipléjico al viejo irlandés y también más insoportable que antes.  La reina vasca de Majadahonda se hizo enseguida a la vida de la corte, algunas clientes le abrieron sus puertas sin problemas, el dinero de la cerveza irlandesa le daba títulos de nobleza, aquellos contactos hicieron que Albert Murray estuviera agradecido a su mujer, su mejor inversión en relaciones públicas, nunca había tenido tantas amistades y en tan amplios estratos de la sociedad. El niño fue convenientemente internado en Irlanda y al cuidado de su abuela, como su padre lo había sido. Madrid tiene mucha vida, es la verdadera ciudad que nunca duerme, Miren y Albert estaban en todos los eventos y no estaban nunca solos, porque solos hacía tiempo que no tenían nada que decirse y, lo que era más preocupante, nada que hacerse aparte de planes para no estar solos.

Los veranos, mientras Albert se quedaba trabajando en Madrid, Miren se iba unas semanas a Hernani con el niño, ya un joven imberbe, para sumergirlo en la cultura vasca. 

Solo en su casa inmensa de Majadahonda, llamaba todas las noches al teléfono de Miren, ella respondía con su voz pastosa, la mitad de las veces con la alegría del comienzo de la noche de fiesta, la otra mitad con el mal genio del final del día de fiesta… Por la mañana, delante del espejo, Albert meditaba un momento, un breve momento.

- Why does my wife lose her panties every time she drinks?


Continuará

lunes, 18 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 8

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Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado
 Este relato comienza en

Aitor se había alegrado mucho de haber encontrado a Miren. Venía de defender, unas semanas antes, a un abogado víctima de una agresión, la junta de gobierno del colegio de la abogacía le había confiado esa defensa, y tenía la moral por los suelos por lo que había visto en ese caso – hay abogados que tardan en hacerse una coraza ante el sufrimiento de sus clientes -, su defendido, con el que había comido, le había confirmado que se había separado de su socio, socio con el que el agredido había compartido prácticamente toda su carrera profesional. El abogado, un hombrecillo gris del interior de la provincia,  había sufrido una agresión en la entrada de su despacho por parte de un amigo de su socio precisamente y el agresor había declarado en el juicio que el socio en una cena de sociedad gastronómica, hablando del testamento del difunto padre de su futuro agresor, había dicho que él  se merecía un par de hostias por haber redactado aquel testamento.

Precisamente aquel día en la Audiencia le entregaron la sentencia que venía a cerrar judicialmente el asunto y la estaba leyendo, ese lenguaje estúpido e insoportable de la justicia al que es difícil de acostumbrarse, a primera hora de la tarde con una copa de armagnac Laubade para facilitarle su digestión, cuando sonó el teléfono fijo, el único que figuraba en las tarjetas, y como no tenía secretaria, lo descolgó. Mientras atendía, sus ojos siguieron repasando el texto:

« Resulta probado y así se declara, que los acusados, hermanos D. Álvaro y D.ª Juncal, mayores de edad y sin antecedentes penales, el día 19 de marzo de 2.013, fueron al despacho de "Pikatxila abogados" de San Sebastián al objeto de exigir explicaciones al letrado de dicho despacho D. Inazio, acerca de la testamentaria del padre de aquéllos, la cual había sido dirigida por dicho letrado.

Asimismo ha resultado probado que nada más ser recibidos por D. Inazio, tras negarle el saludo a éste, y mientras se disponía a leer los documentos que Dª Juncal le traía, D. Álvaro le dio un golpe contundente con un objeto que no ha sido hallado en la sien izquierda, rompiéndole las gafas y haciéndole caer al suelo en donde ambos forcejearon hasta que por el personal del despacho fueron separados. Durante todo el incidente D.ª Juncal no intervino para nada, ni en apoyo ni en evitación de la situación.

Como consecuencia de estos hechos, D. Inazio sufrió una herida inciso contusa en párpado superior de ojo izquierdo y ceja, un esguince cervical, policontusiones, traumatismo craneal y trastorno de estrés postraumático agudo, lesiones que necesitaron para su curación sutura aplicada por cirujano plástico, analgesia, observación en urgencias por un día, prescripción de frío local, analgésicos, tratamiento antiinflamatorio, miorrelajante y rehabilitador hasta el día 30 de abril de 2.023 por esguince cervical y tratamiento psicoterápico con ansiolíticos, con un día de hospitalización y 36 días de impedimento para sus ocupaciones habituales y 43 días para la estabilización de sus lesiones, quedándole como secuelas cicatriz en ceja y párpado superior izquierdo, poco visible, de 2 cm. y cervicalgia leve y cuadro psicológico postraumático, ambos no permanentes.

Asimismo, resultaron rotas las gafas de la víctima, así como hubo de reponer su corbata de seda por haber quedado inservible por ensangrentada."

La llamada de Miren aquella tarde fue balsámica. El enfado que la lectura le estaba provocando, fue reemplazado por el deseo de encontrar de nuevo el fantasma del pasado juvenil. Metió su copia de la sentencia en la carpeta, para no sacarla más.

Continúa en


jueves, 14 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 7

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 Comienzo del relato

Pasó más tiempo, el despacho de abogados de Aitor iba bien pero su matrimonio iba mal, el amor conyugal pareció acabarse con la “parejita”, en cuanto hubo niño y niña en el hogar, el amor mutuo se esfumó y ninguno de los dos hizo nada para volver a encender el fuego, así que más o menos de mutuo acuerdo, ella se quedó con el patrimonio y Aitor se fue a vivir a un “loft” del barrio de Gros.

Lo del “loft” era en realidad la parte trasera de un antiguo taller de coches desaparecido como tal, ahora un  bazar oriental se ubicaba en la delantera y aquella especie de gran alcoba había sido convertida en vivienda sin ningún tipo de permiso legal por un familiar de Aitor que se la vendió a precio de primo. Aitor continuaba empadronado en lo que fue la vivienda común del matrimonio y los fines de semana y vacaciones que le tocaba estar con sus hijos o los pasaba en la habitación de invitados de lo que fue su casa, su ex se iba, o en casa de los abuelos de los niños, se llevaba bien con sus padres y con sus suegros, incluso mejor que su ex, o se llevaba a los niños a esquiar en invierno y a una playa francesa en verano, lo que le permitiera su economía, resentida por la quiebra de la sociedad matrimonial.

 Aitor ligaba a veces, no mucho, no encontraba una relación duradera, muchas de sus relaciones eran de una noche. De noche el apartamento de Aitor, desprovisto prácticamente de luz natural, un ventanuco a patio por toda ventilación, podía pasar por una suite de buen hotel, al amanecer, cuando el alcohol se ha evaporado y el aliento de dragón del compañero de lecho nos vuelve a la realidad y a la luz natural, que no se percibía desde aquel zulo, el estudio era deprimente sin ninguna duda. Pero Aitor no se daba cuenta, le gustaba la luz artificial constante, la tranquilidad del sitio le resultaba confortable, una mujer de limpieza pasaba una vez a la semana, manteniendo el nivel de suciedad a una altura soportable… alguna de sus relaciones, más duradera, intentó darle un aire de hogar pero renunció inmediatamente - allí se marchitaban hasta las flores de plástico -,  tampoco ninguna consiguió que él llevase su cepillo de dientes a otro sitio, otro sitio en el que poder compartir una vida.

A Aitor le gustaba ir andando al Palacio de Justicia de la calle San Martín en Donostia, donde reside la Audiencia Provincial, iba por la Avenida, la Avenida de la Libertad, calle principal de la ciudad hasta la barandilla que fija el límite entre la ciudad y la playa de La Concha, luego seguía el paseo unos cien metros hacia la izquierda, babor solía pensar, y nuevamente se introducía entre calles, cruzaba la calle Zubieta y luego la propia calle San Martín, ambas con tráfico muchas veces atascado y conductores enfadados con la vida, para llegar al edificio de la Audiencia. Pocas veces atajaba por la calle Urbieta, solo cuando iba retrasado a algún acto procesal que, a su vez, se iba a retrasar, los abogados corren para esperar en las salas de pasos perdidos de los tribunales, es uno de sus deberes fundamentales.

Habían pasado unos años, quizá diez, quizá quince, una mañana de primavera avanzada, Aitor caminaba a una vista en una de las salas de la Audiencia y se detuvo en el último paso de peatones de la acera derecha de la Avenida, un coche se detuvo al borde del paso cebra a pesar de tener luz verde y ámbar, sin importarle el claxon del que le seguía. Quien conducía el vehículo, asomó medio cuerpo por la ventanilla:

-¡Pasa poeta, que no te voy a atropellar!

Era Miren, con un pelo distinto, algún peluquero loco le había metido la cabeza en una centrifugadora de pintura blanca, y una risa franca. 

- Me ahogo en la resaca de tus ojos de sirena… -empezó el abogado, como retomando una conversación interrumpida brevemente -.

- ¿A dónde vas? Que te llevo – El coche de detrás maniobró, soltando improperios a los dos, y avanzó en cuanto el semáforo se puso en verde -. 

- A la Audiencia, voy más rápido andando, pero dame tu teléfono que te llamo.

- Prefiero llamarte yo, pero no tengo aquí para apuntarlo.

- Los abogados siempre llevamos tarjetas – Una tarjeta de visita apareció en su mano para pasársela inmediatamente a Miren por la ventanilla -..

Los coches de detrás se impacientaban y Miren tuvo que arrancar e irse, mientras Aitor se echaba a correr para no llegar tarde al juicio que empezaba en breve teóricamente. La vista se supendió por causas de fuerza mayor, obligando a los citados, alguno había venido de Madrid y otro de Oviedo, a perder su tiempo y dinero porque el Magistrado Ponente se había ausentado a un curso de formación en nuevas tecnologías, previsto desde hace tiempo pero que nadie había tenido ocasión de darse cuenta que coincidía con aquella vista señalada.

Sigue en

 

viernes, 8 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 6


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Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado

Este relato comienza en

 El calendario siguió su curso - tiene esa costumbre, el calendario -. Aitor se inscribió en el Colegio de Abogados y se incorporó a un despacho, un gran despacho con buenas instalaciones en pleno cogollo del centro de Donostia, donde pasó rápidamente de ocupar el pequeño despacho junto a la puerta a ver su nombre puesto en la placa con letras del mismo tamaño que las del nombre del fundador que quedaba vivo y a ocupar el despacho dejado libre por el fundador fallecido. Hernani RT había prescindido de los servicios del entrenador irlandés y Miren no estaba en las descencijadas gradas cuando Aitor visitó por última vez como jugador en activo el viejo campo de rugby de Landare Toki, justo la semana anterior de su boda con una donostiarra, hija de un industrial armero reconvertido en banquero y bodeguero, a nivel de consejos de administración, - en Euskadi se llama industrial armero a los traficantes de armas, las armas se fabrican por estos industriales para venderlas -. La siguiente ocasión en la que se encontró a Miren habían pasado quizá tres años y algún bautizo de la descendencia que tuvo en esa boda. Su suegro ya era presidente de un montón de entidades y aspiraba a ser presidente de la Real Sociedad de Fútbol de San Sebastián  aunque no se apellidase Aperribay. 

En lo que fue Hospital Militar prácticamente adosado al campo de fútbol de Atocha y cuando éste se demolió, se instaló el conjunto de los tribunales de la ciudad, salvo la Audiencia Provincial que continúa en el viejo Palacio de Justicia en la calle San Martín. El Juzgado de Guardia del actual Palacio de Justicia de San Sebastián,  se encuentra debajo de la Sala de Bodas, para evitar situaciones jocosas, los detenidos entran y salen por un aparcamiento subterráneo y los asistentes a las ceremonias por una escalera que forma el pórtico de la puerta del juzgado de guardia. Después de asistir a unas declaraciones de unos detenidos, pasadas las 12 del mediodía, Aitor y un colega abogado salían por la puerta del Juzgado de Guardia con sus respectivos portafolios cuando un grupo folclórico iniciaba un aurresku en honor de una pareja que salía entre lanzamientos de arroces y gritos de invitados, el baile les impedía el paso en su camino y Aitor descubrió que la contrayente que salía alborozada era Miren y el flamante marido era un colorado y rollizo Albert.

- Tenme esto que tengo que besar a la novia.

Dice Aitor en cuanto la vé, pasando el portafolios al otro abogado y se abre paso entre los invitados, algunos le reconocen, jugadores de rugby entre ellos, hasta que Miren y Albert le descubren simultáneamente con reacciones bien distintas, una se ríe y el otro no.

- ¿Pero tu qué haces aquí?

- De librar de la cadena perpetua a un cliente, como la que te ha caído a ti.

Esto lo dice Aitor en un susurro al oído de Miren, mientras algunos invitados le molestan en su acercamiento pero Miren consigue susurrarle antes de que queden separados.

- La cadena perpetua no existe, poeta.

Los amigos posiblemente del novio le apartan a Aitor que no ha podido besar a la novia y la boda se aleja hacia los coches. Sin pensarlo mucho, Aitor le dice a su acompañante:

- La cadena perpetua no existe y el partido no acaba hasta que el arbitro no pita.

viernes, 1 de agosto de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 5

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Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado

Comienzo de esta historia

 - Baita ere, Lapurdi, ta Nafarran.  Guztiok gara euskaldun, guztiok anaiak gara, Nahiz eta hitz ezberdinez, Bat bera dugu hizkera… Los donostiarras sois capaces de destrozar cualquier cosa.

Miren, vestida con un maillot del equipo de rugby de Hernani y unos pantalones de chándal se acercó cantando entonadamente a Aitor por la espalda, algo más joven que él, llevaba también un vaso de plástico en la mano pero vacío, los ojos le brillaban acuosos, posiblemente porque ya había bebido suficiente como para empezar a tambalearse pero las ganas de encontrar a Aitor, en el que se llevaba fijando toda la jornada, y la música le permitían guardar un equilibrio inestable.

Aitor llenó con su vaso el vaso de Miren, para quitárselo a continuación y beberlo de un trago, luego metió un vaso en el otro y los tiró a un grupo de los que cantaban y saltaban un poco más lejos, como si lo esperasen dos de ellos levantan a un tercero que recoge el paquete en el aire como un balón en una touche de rugby. Aitor se vuelve, coge a Miren adecuadamente, la pone a bailar y siguen cantando ambos, cada uno a su modo.

- Guziok gara eskualdun, guziok anaiak gara, Nahiz eta hitz ezberdinez, Bat bera dugu hizkera.

Se iban formando parejas que bailaban, aunque la mayoría de los jóvenes seguía la música con ciertos movimientos más o menos acompasados, Aitor y Miren eran la pareja que más giraba, saltaba, haciendo pasos inapropiados, a veces parece que se va a caer, a veces llegan a tropezar con otras, hay quien protesta y gesticula enfadado hacia ellos.

- Estos franceses son unos sosos -le grita Miren al oido.

Aitor le coge una mano y bailando se la lleva al otro lado de la pared del frontón, desapareciendo así de la fiesta, allí hay un pequeño prado que pudo ser antes un parque, algunos descuidados macizos de hortensias así lo indican, hay indicios en el suelo de que hubo mesas y bancos, parece que un arroyo limita el terreno un poco más allá, la carretera que rodea el frontón también forma otro límite, pero Aitor y Miren ahora se están besando, boca contra boca, cuerpo contra cuerpo, mientras bailan, Miren necesita ponerse de puntillas para acariciar el cuello y las orejas de Aitor, las manos de Aitor se introducen por la espalda en la ropa de ella, palpando y acariciando, mientras se van acercando hacia el muro en busca de un punto de apoyo. Miren está disfrutando con las caricias, bastante torpes y le deja hacer sin ninguna resistencia, aunque no tiene intención de dejarle pasar de un calentón. Aitor está arrepintiéndose de no haber metido condones en la cartera porque la chica, en la que se había fijado por la mañana, cuando llegó el autobús de Hernani, pero alguien había comentado que era la novia del entrenador irlandés del club, así que la situación actual le resultaba un poco extraña.

- ¿Y tu novio, Albert?

- Ése está durmiendo en el autobús y me ha dejado descuidada todo el día y yo necesito marcha ¿Te pasa algo con él?

- Nada, princesa de Landare Toki, nada, me gustan todas las marchas.

Ha caído la noche, Aitor le pone una mano en un pecho y juega con el pezón, luego acerca la erección al pubis de ella y continúa explorando su cuello con su lengua.  Miren se estremece un momento y se da cuenta que la música se acababa en la fiesta. Ahora las dos manos de Aitor están en sus muslos y  ella ya había perdido el control de si la verga de él estaba aún dentro de su bragueta o podía empezara buscar destinos más profundos, una vez que la alzase…Aitor ha evaluado en su interior la situación, el alcohol no ha eliminado todas sus barreras y sigue con la bragueta cerrada, mientras acaricia los muslos de Miren.

- Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme. ¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia! ¡Ah las rosas del pubis!

Aitor le empieza a recitar poemas de Neruda  pero Albert, un tipo grande, más mayor de edad que ellos y con acento irlandés, va vestido con un chándal de Hernani RT ha aparecido por la carretera.

- ¡¡¡Tortolitos, dejad de enrollaros que los autobuses se van y os quedáis aquí, que esto es el culo del mundo!!!

Aitor saca las manos precisamente del calor del culo de Miren y se arregla la ropa, divertido.

- Yo me llamo Aitor ¿Tú como te llamas?

Miren ya lo sabía pero se da cuenta que ni siquiera se han presentado, hábilmente se coloca el sujetador en su sitio y se lo abrocha, se ajusta los pantalones, oculta de Albert por el corpachón de Aitor.

- Miren... a ver si vienes por Hernani, que esto se estaba poniendo interesante, poeta.

Ambos se besan, más de lo necesario para despedirse.

- ¡Pero hostias, dejarlo de una puta vez, que ya tendréis ocasión!

Albert riñe como quien riñe a unos niños, Aitor, por si acaso, se aleja hacia el otro lado del frontón y Miren, sin embargo, avanza resuelta a la carretera.

- ¿Y tú? ¿Qué? ¿Te has despertado con mal genio de la siesta?

Esto sigue

viernes, 25 de julio de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 4

Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado
Imagen generada por IA a partir de una sencilla canción: Bagare.

 A comienzos de los años 80, se escindió la sección de rugby del Atlético de San Sebastián, que era el club deportivo más importante de la provincia de Gipuzkoa después de la Real Sociedad de Fútbol. El nuevo club, Bera Bera, pasó a ser el referente del rugby en Gipuzkoa, mientras que los esfuerzos del viejo club para mantener una sección de rugby rozaban la inutilidad, así que en los 90 el Atlético de San Sebastián tenía campo de rugby en la avenida de Bera Bera por cierto y un equipo de rugby que sufría en categorías inferiores siempre buscando jugadores. Aitor había jugado a rugby en el equipo universitario de la Facultad de Derecho, anteriormente jugaba a pelota mano en un club del barrio de Intxaurrondo sin destacar en forma alguna. En el verano de 1990, había aprobado la última asignatura de la carrera en julio, alguien le dijo de apuntarse al equipo de rugby del Atlético para poder seguir disfrutando del buen ambiente de los partidos universitarios y así lo hizo. Una de las cosas que tenía el Atlético es que se iba al lado francés de los Pirineos a jugar con equipos del otro lado, se decía que el contacto con un rugby superior mejoraba a los equipos del sur pero esto nunca se ha demostrado que sea cierto.

Debió ser en uno de estos viajes deportivos al otro lado, a Iparralde en el lenguaje habitual del club, cuando encontró por primera vez a Miren. Había un festival en el que participaban equipos de diversas regiones y de diversas categorías, también había una participación de Hernani. Era un pueblo de los que salen poco en el mapa, quizá Navarrenx, quizá una aldea próxima. Los encuentros habían empezado al amanecer prácticamente y cuando acabaron, la organización había montado un fin de fiesta, el tercer tiempo, para todos los participantes en un frontón francés sin pared izquierda, un poco apartado del núcleo del pueblo, había mesas con comidas y bebidas, unas pancartas anunciaban algo del “tournoi amicale rugby, un pequeño escenario estaba ocupado por un grupo de cuatro que cantaban canciones populares en vasco, acompañándose de guitarra, acordeón y pandereta. Los asistentes, jóvenes de ambos sexos pero muchos más chicos que chicas comían, bebían, cantaban… Aitor y los del Atlético estaban eufóricos, habían perdido el partido disputado pero con un resultado digno y el entrenador les había felicitado, así que se lanzaron sobre la sangría o sucedáneo de sangría que habían preparado los voluntarios de la localidad como si hubieran atravesado un desierto sin bebida, Aitor había acabado enfrente del escenario con un vaso de vino en la mano y cantando, es una manera de decirlo porque Aitor es incapaz de dar una nota en su sitio en cualquier canción, por muy popular que sea. Pero el alcohol en vena le había quitado el pudor que, casi siempre, le hacía estar en un último plano cuando los demás cantaban, así que gritaba, siguiendo apenas la música.

- Araban bagare, Gipuzkun bagera, Xiberun bagire, Ta Bizkaian bagara… Araban bagare, Gipuzkun bagera, Xiberun bagire, Ta Bizkaian bagara… Baita ere, Lapurdi, ta Nafarran.

Esta sencilla canción ensalza la unión de los vascos, a pesar de todas las variantes del idioma vasco, entre cinco e incontables, que se siguen hablando conviviendo con la unificación alcanzada al final de los años 60 del siglo XX en el “euskara batua”, por ello se puede decir que un idioma milenario apenas tiene 50 años. El grupo labortano de cantantes, acostumbrado a actuar en botellones multitudinarios, no reparaba en los desafinados gritos de Aitor y otros.

El relato continúa


viernes, 18 de julio de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 3

 


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Aitor saca un yogur del frigorífico, lo prepara con un poco de miel y se lo va comiendo, después sigue hablando afectuosamente. 

- No te cabrees. Tengo tu currículum encima de la mesa y seguiré insistiendo. ¿Hace un poco de siesta en el cuarto en vez de delante de la tele?

-  ¿Encima querrás follar? Y ayer a la noche nada de nada, como todas las putas noches de la semana.

Miren ya está otra vez en la gama alta de reproches pero Aitor los deja pasar.

- Ayer estabas un poco cargada después de la vuelta con la cuadrilla por el pueblo y además cuando llegaste a casa me mordiste en la nariz hasta hacerme daño, así se me quitan las ganas de hacerte el amor. Pero yo te quiero ¡Anda, como en los viejos tiempos!

Ahora es Miren la que está buscando algo en una alacena, saca otra botella de vino, la pone junto a la vacía, retira ésta al lado del cubo de la basura, coge un sacacorchos de un cajón, abre rápidamente la nueva botella y rellena el vaso.

- Solo se te pone dura por las mañanas y bien que me la pones en el muslo, que parece que crees que hay allí un agujero o que me da placer que me pasen un tronco por la pierna.

La descarga ha afectado a Aitor que reacciona herido.

- Es que solo hacemos el amor ya las mañanas de los domingos y algún festivo y eso, si no montas una de esas excursiones con la cuadrilla, que hay que dormir en un albergue, todos juntos y bien mamados.

La réplica de Aitor ha sonado ridícula, es una gacela reprochando a la leona hambrienta que se la vaya a comer.

- Si le llamas hacer el amor a descargar tus putos huevos en mi interior después de cascártela dentro de mi coño, yo no, yo lo que quiero es follar cuando me apetece y si te pongo las tetas en la boca y te doy mordisquitos en la nariz es para que me folles de verdad y como lo hacías al principio, que donde me atrapabas me la clavabas, cacho cabrón; ahora todo te parece mal; siempre crees que estoy borracha y además me dejas sola, como ayer, con los amigos, a la menor excusa.

No ha gritado, en ningún momento lo ha hecho, es cuestión de tono y no de volumen pero la bronca es dura, si hubiera espectadores, que no los hay, podrían pensar que la violencia física va a estallar de un momento al otro.

- Tenia que levantarme temprano y no tenia sentido beber por beber. Y no te pareció mal. Me diste tu permiso. Y luego llegas a casa, te desnudas, me saltas encima y me muerdes la nariz hasta que me saltan las lagrimas. Una noche me la vas a arrancar.

La gacela sabe que ha perdido, que la leona le puede devorar cuando quiera, solo le cabe esperar que todo pase pronto.

- Mariconazo, nena, quejica. Vete a tomar el café al bar de abajo.

El triunfo se disfruta en soledad, los restos de la gacela deben desaparecer de la vista.

- Procuraré volver en el cercanías de las 7 ¿Donde esperarás?

- En el bar de costumbre.

Aitor le da un beso de despedida, otra vez en el pelo y apresuradamente recoge su chaqueta, pasa por el baño brevemente y sale del piso en silencio, sus pensamientos retroceden en el tiempo, no siempre las cosas fueron así...

Continúa

viernes, 11 de julio de 2025

BORRADOR DE HISTORIA 2

Esta historia es una especie de novelización de un guión cinematográfico jamás rodado

Inicio de la historia 

A las 13,55 horas, en la estación de tren del barrio de La Florida en Hernani, ha llegado un tren de cercanías, el que va de Irún hacia Brínkola, de un límite al nordeste de la provincia a un límite al sudoeste. Se han bajado tres viajeros, uno de ellos es Aitor, 45 o 50 años de edad, viste traje y corbata,  es un “chicarrón del norte” que decían las abuelas. Después de que el tren ha arrancado y se ha perdido hacia la parada inmediata en el apeadero, Aitor cruza las vías apresuradamente hacia la salida, directa a una avenida que gira a la derecha, rodeando la colina. Continúa por las aceras hacia unas viviendas modernas al fondo, más allá de la explanada del estadio, a veces corre incluso, pero siempre su paso es acelerado, no se desvía, solo entra en una panadería del camino y sale con un pan. Llega, por fin, a un portal de un edificio que no tiene 10 años de construcción, abre la puerta con unas llaves que saca del bolsillo y sube corriendo hasta el segundo piso por las escaleras. Abre la puerta de la vivienda y se dirige a la cocina que está inmediata a la entrada.

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Es una cocina alargada del pasillo hacia la luz de una ventana en la fachada, en el lado derecho están los fuegos, el frigorífico, el lavaplatos y el fregadero, al otro lado una mesa con dos sillas, un horno microondas en una estantería encima de la mesa, hay otras estanterías y armarios por las paredes. Los muebles y aparatos son buenos, de los que salen en las revistas especializadas en decoración. Hay luz, toda la luz que puede entrar en un día despejado.

Sobre la mesa de la cocina hay una fuente con la mitad de una tortilla de pimientos y tomates, hay una botella bordelesa de vino tinto mediada, el vino es un crianza rioja, también están puestos cubiertos completos para dos personas. Una mujer de la misma edad que Aitor está sentada en el lado de la ventana, con su plato usado enfrente, el vaso de vino en una mano y un cigarrillo en la otra. Es Miren. Miren no es guapa, tiene unos ojos que taladran pero, sin ellos, su rostro pasaría desapercibido en cualquier evento social. Acaba el cigarrillo y aplasta la colilla en el plato junto a un par de colillas más que se pringan con los restos de comida. Mira hacia la puerta sin decir nada, acaba el vino, deja el vaso y coge la botella para servirse más.

- Hola cariño. ¿No me has esperado para comer?

Aitor deja el bollo de pan y las llaves junto al plato, la chaqueta en el respaldo de la silla y se lava las manos en el fregadero, manteniéndose alejado de Miren un tanto artificialmente. Su voz ha sido suplicatoria, a pesar de la evidente inutilidad de su pregunta.

- ¡Haber llamado! He creído que no vendrías.

El reproche no ha cogido por sorpresa a Aitor que sigue limitando sus movimientos a la parte de la cocina más alejada de la ventana y de Miren hasta que ésta ha acabado su frase, ha bebido otro vaso de tinto y ha dejado el vaso vacío para rellenarlo de nuevo, entonces se acerca a ella y le da un beso en el pelo.

- He llamado y no has cogido. Se me ha escapado el cercanías anterior.

Hay un tono de inutilidad en la voz de Aitor, puede que ya esté resignado a una condena por un delito para el que no hay atenuantes y, mucho menos, eximentes.

- ¡No te he oído, estaba preparando la comida para “el señor” y no he oído el puto teléfono, podías haber insistido, para eso están los móviles, para avisar, y no digas que la cobertura en el tren es mala, manda un mensaje, hostias! ¡Tú y tu cabeza ocupada con el juicio de hoy o con las pruebas que tienes que presentar mañana, cojones! Las demás no importan nada.

Miren ha disparado sus palabras sin ninguna ironía, una mezcla de constatación y de decepción en un guiso de enfado.

- He insistido y te he dejado un mensaje en el contestador automático. Esperaba que miraras el teléfono si tardaba.

La última frase es una mentira evidente. Aitor no esperaba otra cosa que lo que está pasando, por eso ha corrido desde el tren, como para justificarse ante sí mismo que hacía todo lo posible por evitar lo inevitable. Aitor se sirve agua del grifo en su vaso sin sentarse. Sabía que Miren habría dejado el teléfono en el fondo del bolso y el bolso en el dormitorio al otro lado del piso cuando había ido al baño al regresar de la compra y que no lo habría buscado hasta que ya era tarde, el siguiente tren ya estaba llegando a la estación y Aitor iba a llegar sudoroso corriendo.

- Pues tenias que haber insistido más. Hay tortilla de piperrada pero ya estará fría.

Aitor se sirve la tortilla de la bandeja en su plato, abre el microondas y mete el plato sin cerrar la puerta, busca por encima de los muebles y por debajo, se agacha y debajo de la mesa coge la tapa de plástico para el microondas, la pone encima del plato, regula y pone en marcha el horno, con gestos rutinarios.

- Muchas gracias. Ya lo siento, cariño. Seguro que estará riquísima.

Busca con su mirada la de ella para que Miren capte la sinceridad de sus palabras. Aitor saca el plato del microondas con la ayuda de un trapo de cocina, deja la tapa protectora dentro, cierra la puerta del horno y empieza a comer con apetito.

- Toda la puta mañana limpiando la casa donde vive el señor, lavando la ropa del señor, el señor tiene que ir elegante a su trabajo, haciendo la comida para el señor… ¡A ver si me consigues un puto trabajo de verdad de una puta vez entre esos «amigos tan importantes» que tienes!

La voz de ella ha expresado una rabia apenas contenida, una rabia dirigida más al mundo que a Aitor, aunque es Aitor el que recibe la agresión sin inmutarse, como si asistiera a una comedia que no tiene nada que ver con él.

- Cariño, te conseguí un trabajo de oficina, bien pagado, con José y le dejaste plantado sin explicaciones a las dos semanas.

Aitor lo ha dicho con el mismo tono de afecto, quizá un poco demasiado paternal, la irritación de ella vuelve a subir un grado mientras el nivel del vino sigue bajando en la botella.

- Tenia que ir a aquel puto pueblo todos los días y aguantar las ordenes del gilipollas de su socio. Eso no era un trabajo, era hacer de niñera de dos subnormales.

Se nota que no es la primera vez que ella ha dado esta explicación a Aitor que, después de acabar de comer, deja plato y cubiertos en el fregaplatos.

- Tendrías que mover un poco más el culo, tú. Tu también conoces gente por aquí, por Hernani, eres muy popular…

Ella corta el tímido reproche y acaba de vaciar la botella en el vaso.

- Aquí solo me coge mi hermana de niñera para sus hijos. Y no me digas lo de popular, que ya sé lo que quieres insinuar.

- No quiero insinuar nada. Tienes amigas y amigos que te aprecian, puedes decirles que quieres trabajar de lo que sea.

Hay un silencio mientras Aitor ha permanecido con la puerta del frigorífico abierta, buscando algo con la mirada y Miren ha dejado vacío el vaso lentamente y lo hace bailar en torno a la botella también vacía, luego empieza a hablar con calma, mostrando que sabe ser cariñosa.

- Te crees que no se lo he dicho mil veces pero todos dicen que no tienen puestos como para mi y que «tu novio, que es muy importante en Donostia, te lo puede conseguir más fácil» ¡Hasta las tetas me tenéis todos, putos imbéciles!

Continúa