domingo, 24 de febrero de 2008

OMA, BUKATU DA (1999)

En el País de los Vascos puede ocurrir… Amanecemos con una “lelokeria”: han destruido el Bosque Pintado de Oma que nos hizo Ibarrola. Esta sí que es una pincelada de lo que nos merecemos.

Cuando lo visité por primera y reciente vez me escribí:

“Los altos pinos aburridos, destinados a la piromanía o a la pulpa papelera, pidieron a gritos –esos gritos que sólo oyen los niños-, que Ibarrola los pintase.

La intangible me llevó al bosque y me los presentó- la intangible a veces se porta-, así pude jugar con los pinos de Oma.

Desde que han perdido la seriedad estos pinos aprecian la buena compañía, extraen historias de lo más profundo del monte, historias que confían a los que juegan con ellos para que vivan con ellas para siempre.

Pero si intento contarlas a los otros me salen lágrimas, esas lágrimas alegres de la emoción. Incluso si intento contármelas a mí mismo, me salen las lágrimas y no importa, porque ya sé que las historias de los pinos de Oma son mías.”

No siento lo que ha pasado por Agustín Ibarrola ni por los pinos –tienen más historias en su interior que los que han “desmontado” el bosque-, lo siento por los que necesitamos de ellos para que nos las hagan llegar.

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