jueves, 21 de febrero de 2008

VER LLOVER EN BIARRITZ DESDE CIUDAD DEL CABO (2004)


Las gotas negras de lluvia caen junto a las gotas blancas. No me parece que se aparten unas de otras. Incluso en los cristales resbalan juntas ¿Qué tonterías pienso? No hay gotas de lluvia blancas. Desde que hemos llegado a esta ciudad no paran de caer gotas negras, más negras que las de Biarritz. Si concentro mi mirada en el cristal me parece que no he salido de Biarritz, lluvia y yodo me siguen. Tenía ganas de irme de allí y me lo he traído entero, el equipaje que más pesa no viaja en la bodega del avión. Recuerdo el último fin de semana que pasé con él, tan plano como el anterior y como el antepenúltimo y como cualquiera de todas las semanas que se pierden en una cuenta atrás decreciente desde la rutina hacia la ilusión inicial como me ha pasado siempre. Yo conducía y él dormitaba con un ronquido en tono menor, un ronquido moderado, soportable –he tenido novios asesinables pero Juanjo no merece morir, al menos, por sus ronquidos-. Al fondo la sierra se recortaba con su silueta de franciscano yacente.

-Parece la cabeza de un indio –dijo Juanjo con un ojo apenas abierto-.

Todo el mundo dice lo de la cabeza del indio, a mí me parece un fraile y a otros les parecerá una mujer muerta o dos hermanos cazadores o la puta madre de Tarzán ¿Por qué las sierras tienen que parecer algo antropomorfo al simio humanoide? En cuanto pueda escribiré una nueva tesis sobre este tema, creo que es más interesante que “Las diferentes maneras de ordeñar las ovejas en los caseríos de Zuberoa desde el siglo XVI hasta la IIIª República” y me dieron un “cum laude” y el premio del Lehendakari de todos los vascos y de todas las vascas, de todos los corderos y de todas las corderas, a su versión en euskera. Creo que fue aquello de la cabeza del indio lo que acabó de decidirme. De hecho creo que fue lo último que le oí decir a Juanjo, apenas recuerdo si ese sábado follamos como de costumbre, esto es porque ya que estás en la misma cama algo tienes que hacer antes de dormir. En los días que siguieron me concentré en preparar el viaje a Sudáfrica con la Delegación Universitaria Deportiva de Euskalherria y no me dejé tiempo libre para pensar ni para sentir. Pero aquí en Ciudad del Cabo siento que no he salido de nuestra casa de Biarritz mientras miro por la ventana ¿Lo siento? Estoy desnuda, cuando Nelson el barman bantú que conocí anoche sale del baño me vuelvo. No es un mandingo de novela pero tiene una sonrisa encantadora y yo debería de abandonar mi vasqueidad y animarle para echar el tercero. Bueno, no parece que haga falta animarle.

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