Nuestra temporada llega a su fin con el epílogo en forma de la final a cuatro de la SIR en la que el equipo vasco tenía su oportunidad de llevarse esta primera liga pero jugó la semifinal como si fuera el Bera Bera en vez de como los Basque Korsarioak y dejó paso a los Gatos que al final de la final se llevaron la liga por diferencia de ensayos al acabar en empate a 28 con los Mariners. Primera liga que no será la última si las negociaciones entre los poderes fácticos y los legales del rugby español llegan a un buen acuerdo para el rugby en las conversaciones que se están llevando simultáneamente.
También se acaban las tournées de los equipos del Hemisferio Norte por la Ovalia austral y con resultados que, no por esperados, resultan algo decepcionantes. Más para el rugby del futuro que para los perdedores.
El juego físico y muy duro que se ha impuesto generalmente en los partidos retransmitidos ha dejado pocas oportunidades para que viéramos juego abierto y combinaciones espectaculares, aunque las ha habido ciertamente y no sólo por parte de los visitantes.
Llevamos una tendencia en el rugby profesional, por tanto en la locomotora del rugby mundial, en la que los equipos con jugadores poderosos y polivalentes imponen sus cualidades físicas con un automatismo aburrido a veces sobre la inteligencia o el saber estar de quienes pretenden un juego en el que el balón se ve más.
Las nuevas reglas no han conseguido todo el fruto esperado en el sentido de la espectacularidad del deporte y los combates individuales parece que sustituyen muchas veces la estrategia de los equipos en la batalla deportiva por el balón oval. Todo tiene remedio y esperemos que el rumbo que percibo desde mi sofá se enderece cuanto antes.
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