viernes, 27 de noviembre de 2020

DERECHO NATURAL Y SUS CONFINES

- Todos los días se aprende algo nuevo en esta casa - comenta Galtzagorri ajustándose la mascarilla en las escaleras del palacio de justicia -, incluso ahora, que estoy más cerca de la justicia de Dios que de la de los hombres, principios jurídicos me deslumbran.
 - Vamos al Tribuna Norte que hace fresco a pesar del resol – le dice Nerea Chamadoira, letrada de Trincherpe que ha encendido un pitillo liado en un instante y se deja la mascarilla colgada de un pendiente -, ¡Mierda! Si está todo cerrado.
 - Tengo cafetera en el despacho y está cerca por si quieres algo caliente.
 Acomodados, es un decir, en el refectorio oscuro de la oficina, cuya pintura es una tarea urgente desde hace diez años, los dos abogados saborean unas galletas bretonas sin fecha de caducidad legible por el paso del tiempo y un par de vasos de un café de cowboy en las Montañas Rocosas. Con su bebida humeante en la mano, recostado contra la pared, Galtzagorri habla.
 - “Iuris praecepta sunt haec: honeste vívere, alterum non laedere, suum quique tribuere”; para mi, vivir honestamente significa actuar de acuerdo con la ética que la toga exige a todos los que participamos en el proceso, juez incluido, el no dañar a otros constituye una de las bases fundamentales del derecho penal y que da lugar al castigo reparador de quien daña a otro y la justicia es dar a cada uno lo suyo, no dar a todos los mismo.
 - Su Señoría entiende que la honestidad es ella personificada – comenta Chamadoira acodada en la fotocopiadora y con hilas de tabaco y rastros de ceniza decorando su “col roulé” negro -, sin discusión posible, que dañar a los abogados no es dañar, como bailar de lejos no es bailar, debe ser porque los abogados no son ciudadanos romanos sino siervos de la justicia y dar a cada uno lo suyo significa dar a los funcionarios acusadores apoyo y razón hasta la irracionalidad mientras que a los ciudadanos y sus abogados se le da un espadazo.
 Galtzagorri tira los vasos al contenedor amarillo y guarda las galletas sobrantes en su archivo junto con las momias de unas barritas energéticas que los várdulos dejaron abandonadas antes de su extinción y concluye pensativo.
 - El absurdo sistema de las oposiciones a judicatura solo tiene un objetivo: borrar toda idea de justicia del cerebro de la futura o futuro juez.

lunes, 23 de noviembre de 2020

LA SIESTA EN CASA DE LOS PADRES DE MIKEL (III)

Esto empieza en

Viene de 

- Ahora ya sabes, para qué tienen esos canapés y saca de mi bolso ahí atrás las revistas que he cogido a los chicos.

Zulema sacó unas revistas muy usadas con imágenes pornográficas repetitivas en las que mujeres ciertamente bellas protagonizaban escenas de relaciones sexuales de todo tipo.

- Con esto se van esos cerdos al retrete y no salen en mucho tiempo – Laura le comentaba, ya el coche detenido -, todos los hombres sueñan con que se les hagan esta cosas, como ves, tienen gustos muy sencillos, todos, todos.

- ¡Qué asco! Yo nunca haría eso.

- Mira, una cosa así a tiempo te puede evitar un embarazo, es lo que te quiero explicar. Más vale eso que le partas los huevos, te conviene llevarte bien con esa gente, tienen poder, te pueden colocar bien como ya han hecho con otras pero, como acabarás follando con alguno de ellos, es inevitable, te voy a dar el contacto de mi ginecóloga para que te recete la píldora.

Laura salió del coche y arrojó las revistas en una papelera, luego abrió la puerta del otro lado, Zulema seguía sentada.

- ¡Hala! ¡A soñar con estos angelitos, cariño! Y no es tan malo, es como yogur sin azúcar un poco caducado pero no hace falta que te lo tragues.

No fue la única conversación que tuvieron al respecto, ni aquel fin de semana ni en los siguientes. Para sorpresa de Laura, las semanas, los meses pasaban y el virgo de Zulema seguía en su sitio, incluso no había tenido que utilizar las enseñanzas de su compañera de trabajo porque ni Sebastián ni los otros socios le habían llevado al canapé con alguna excusa.

Las jornadas se sucedían a otra sin incidentes reseñables para esta historia, los atentados de ETA se sucedían con muertes casi diarias y Felipe González aún no había cedido a la tentación de meter al Estado español en la misma mierda. Nuestros protagonistas estaban muy ocupados con sus propias vidas para preocuparse de las de otros, en Euskadi llovía, nevaba, soplaba el viento, explotaban bombas, se mataba con un tiro en la nuca, se torturaba a los detenidos... pero así era el paisaje, el decorado de la vida.

Cuando llegaba a la tarde, Zulema se encontraba muchas veces con la secretaria lánguida, Mercedes, que llegaba acompañada siempre de uno de los socios principales, Jon y, al entrar en el despacho, cada uno se iba a su puesto de trabajo.

A veces Sebastián le invitaba a comer un menú del día en algún bar cercano al despacho porque los agobios de trabajo le obligaban a realizar jornadas interminables en ocasiones y... nunca pasaba nada. En una de esas ocasiones, después de la comida, Sebastián le dio la llave del despacho y la cartera y le pidió que se la dejara porque él tenía que ir a una consulta médica – Sebastián, que rozaba la cuarentena, jugaba al fútbol en un equipo de veteranos y coleccionaba lesiones después de cada partido -, así que Zulema llegó aquella tarde un poco más temprano y entró por el largo pasillo que se dirigía hacia el despacho de Nivelle, al pasar delante del despacho de Jon la puerta estaba entreabierta dejando ver el canapé. La escena era bella, como la escultura de Rodin pero con más ropa, aunque desabotonada y las manos explorando intimidades, Jon estaba reclinado en el canapé con Mercedes recostada encima, sus labios estaban unidos en un un profundo beso,  Zulema se quedó sin respiración un momento observando aquella especie de “Pietá” enrevesada y erótica, luego se quedó en el despacho sin salir hasta el final de la jornada.


Cuando Sebastián tenía un juicio fuera de la ciudad, Zulema le acompañaba, eran momentos de una mayor intimidad en que hablaban de temas personales, siempre superficialmente, sin embargo.  Al día siguiente de la escena del sofá, fueron a una vista en Pamplona, y a la vuelta, la pasante preguntó:

- ¿Mercedes está casada? ¿No?

- Sí, con el cuñado de Mikel, creo que viven no muy lejos de tu casa.

- ¿Y Jon está casado?

- No, creo que se casa dentro de un par meses, creo que su novia le ha otorgado el favor de casarse con él ¡Hay que tener ganas de casarse con ese triste!

Después de un momento de silencio, Sebastián prosiguió.

- Claro que lo dices por esa relación que hay entre Jon y Mercedes. Pues son amigos, amigos que se echan la siesta juntos todos los días. Jon tiene un picadero, un apartamento cerca del despacho, comen siempre en un bar de abajo y luego suben a echarse la siesta… y según parece solo se echan la siesta - remarcó esta última frase -, Mikel, que lo sabe todo y no quiero saber cómo lo sabe, dice que se cascan pajas mutuamente pero nada más ¿Te parece un poco morboso?

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lunes, 16 de noviembre de 2020

LA SIESTA EN CASA DE LOS PADRES DE MIKEL (II)

Viene de 

Y al día siguiente fue, vestida de oficinista de ministerio de un oscuro país de Europa central, que era lo más elegante que tenía, un traje-falda gris con un “col roulé” negro, la chaqueta del traje disimulaba sus pechos y sus formas rollizas, poco maquillaje y el pelo recogido atrás, el conjunto era muy poco favorecedor pero era lo que le pedía el cuerpo.

A la hora de la cita, ella estaba puntualmente en la puerta, fueron apareciendo un par de secretarias y otra pasante que se se presentaron y le hicieron pasar al interior de una manera amable. Una de la secretarias tenía un aire muy lánguido como de protagonista de un película ambientada en el XIX y tenía una belleza de sonámbula. Zulema se sobresaltó al sentirse atraída por aquella joven de una forma inesperada, hasta entonces no se había sentido atraída, y menos sexualmente, por nadie, sin embargo, sintió, y le pareció un sentimiento culpable, que aquel cuerpo desmayado le llamaba. No tuvo tiempo para pensarlo porque enseguida llegó el abogado Sebastián Nivelle que resultó ser una persona vital e hiperactiva y que le hizo firmar un contrato de pasantía por estrictos tres meses en el que constaba lo que Legarreta le había adelantado, e inmediatamente le puso a buscar jurisprudencia por viejos libros de sentencias que estaban en la biblioteca del despacho.


Durante los siguientes meses iba a pasarse muchas horas en la búsqueda de antecedentes de doctrina sobre todo tipo de temas, redactando algunos escritos que eran sistemáticamente destrozados por su mentor, asistiendo a entrevistas con clientes sin poder intervenir, asistiendo a las vistas de juicios del abogado, aguantando los chistes malos pero procaces que Sebastián contaba y reía ininterrumpidamente… La primera semana se acabó pronto y el viernes a la tarde acudió a su trabajo de camarera de refuerzo en un restaurante de Hondarribi, donde también trabajaba Laura, una estudiante de derecho algo más mayor que Zulema y a la que le costaba acabar la carrera, arrastrando asignaturas de varios cursos, no eran amigas pero Laura tenía coche y, al final del trabajo, le solía retornar a su domicilio que le caía de paso, a veces Laura le proponía inútilmente planes de alargar la noche en alguna discoteca o local de ocio nocturno. Zulema se lo agradecía siempre pero se quedaba en su casa.

Cuando ya estaban recogiendo las mesas aquella noche, porque los últimos clientes del restaurante se iban, Zulema le dio la novedad de la semana, su contratación como pasante en el despacho Nemea Asesoría Jurídica y Laura le respondió sacudiendo su mano en señal de sorpresa admirativa

- ¡Hostias! ¡Vas a follar lo que no está escrito! En ese despacho todos los jefes son abogados, no hay una sola abogada, y solo contratan mujeres para pasárselas por la piedra, pero Derecho vas a aprender, es el mejor despacho de Euskadi y todos saben mucho.

Zulema se quedó petrificada con unos platos en la mano, observando a Laura, una pelirroja de tinte, de labios carnosos y de cuerpo perfecto, nunca se había fijado en la sensualidad que Laura exhibía hasta ese momento y se volvió a sentir incómoda por sentir la llamada caliente de aquel cuerpo de mujer.

- Pues conmigo, lo tienen claro, al que se propase le parto los huevos.

Laura no pudo parar de bromear en el resto de la jornada laboral y luego en el pequeño vestuario en que las empleadas se cambiaban, Zulema se volvió a sorprender a sí misma espiando a Laura en ropa interior, pero Laura mientras se vestía le dijo:

- Lo que te pasa es que tú supongo que eres virgen a tu edad ¿No? 

- Nunca he tenido novio y no he conocido ningún chico que me hiciera un poco tilín.

- Serás “torti”, entonces.

Laura tuvo que agarrarle la mano para evitar la bofetada rabiosa. Y aprovechó para besarle en la boca, labio contra labio, sin abrirla.

- ¡Coño! Va a ser verdad que eres virgen – Y se rió, después, al apartarse -. Y que te estás reservando para el matrimonio.

- O para el hombre de mi vida.

- Hombres de mi vida, yo he tenido 25 y tengo 25 años o sea que, al menos en esto, te puedo dejar los apuntes para que estudies y no te quedes embarazada a la primera.

Solo quedaba el propietario del restaurante  y ellas en el establecimiento, el jefe hacía la caja y ellas ya se habían vestido. Antes de despedirse, Laura entró rápidamente en el vestuario de los hombres y salió con algo que metió en el bolso.

En el camino a casa, Laura no paró de contar chismes sobre el despacho Nemea, sobre historias de abogados y abogadas y pidiendo detalles sobre el despacho, cuando Zulema le dijo que en los despachos de cada abogado había un canapé de dos plazas, donde se acumulaban expedientes...

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viernes, 6 de noviembre de 2020

LA SIESTA EN CASA DE LOS PADRES DE MIKEL

El núcleo urbano de Donostia se extiende hacia el este hasta confundirse con el de Pasaia y éste se confunde con el de Rentería y Lezo. En los años 80 del siglo XX, cuando Zulema Arboniés acabó sus estudios en la Facultad de Derecho de la UPV, quedaban esparcidos núcleos industriales, fábricas y talleres, entre las viviendas que formaban mayoritariamente este conjunto de municipios cuyos límites se confundían.  

Zulema Arboniés era una veinteañera de constitución fuerte, esto es, Zulema no tenía cintura de avispa, estaba bien de peso. No era alta pero entre sus ojos oscuros y su pelo negro y abundante Zulema estaba bien, era bonita. Además tenía carácter, como su familia no podía pagar sus estudios holgadamente y sus notas no daban para una beca, había estudiado derecho y trabajado en hostelería a la vez. Estudiar y trabajar a la vez es duro y ella no había tenido tiempo para ocios y novios, además las hormonas le habían hecho pasar una adolescencia tranquila y el tiempo, a pesar de su indudable atractivo entre profesores, estudiantes y compañeros de trabajo, había pasado sin que su virginidad se quedara por el camino de su vida hasta entonces. En resumen, a los veintitres años de edad era licenciada pero tenía que seguir trabajando de camarera mientras se decidía por unas oposiciones u otras, la salida habitual de los titulados en derecho, ya que ni su familia ni ella tenían relaciones en el mundo de la abogacía como para conseguir una entrada en algún despacho de abogados.

La vivienda de sus padres en la que ocupaba una habitación ella sola, su hermano un par de años más joven ocupaba otra minúscula, era pequeña pero suficiente. En aquellos 60 metros cuadrados, como los otros pisos del barrio popular de Beraun en Rentería, vivían 4 personas, gracias a que un hermano más mayor se había casado y ausentado a trabajar en Bilbao.

- ¿Quieres ser pasante en un despacho de abogados? - le dijo su padre un mediodía, a la hora de comer, entrando en su habitación, donde ella estaba estudiando para una oposición de funcionario en la Diputación Foral -. Ahora, en febrero, no tienes trabajo y, si te cogen en un despacho, te ahorras empollar unos meses y empiezas a ganar dinero antes.

- Ya lo hemos hablado muchas veces, no conozco ninguna firma…

- Me he encontrado en la calle – le cortó su padre -...

- Será en el bar de la esquina – intervino la madre por detrás-.

- Me he encontrado con un tipo que fue jefe local del Movimiento en el pueblo hace años y al que conocía de unos líos que tuvo con mi empresa en aquellos tiempos, hablando y hablando me ha dicho que su hijo es el gerente de una firma de abogados muy importante de Donostia, Nemea Asesoría Jurídica, y le he dicho que tú estás interesada en hacer prácticas de abogada.

- Cobrando – añade la madre -.


- Lo importante es que Zulema ponga el pie dentro de ese mundo, cobrando o sin cobrar, el padre me ha dicho que los pasantes pagan por formarse en ese despacho pero que como es amigo mío le va a decir a su hijo que te coja gratis y tú puedes seguir trabajando de camarera. Y si no te cogen puedes volver a las oposiciones, si no a éstas, a otras.

- A mí me gustaría ser juez – la estudiante cierra los apuntes y archiva las fotocopias -, pero los abogados deben ganar mucho más.

El teléfono de la casa sonó al rato. El viejo conocido le dio el nombre del despacho y el teléfono de contacto de su hijo Mikel, informando que ya había hablado con él y que Zulema le podía llamar, como así lo hizo a la tarde. 

Zulema pensó, después de hablar con él, que Mikel Legarreta era un petulante porque le anunció que no le iba a recibir él sino el responsable de formación de pasantes en la firma, un tal Sebastián Nivelle, y que iba a tener que firmar previamente una renuncia a considerar que su estancia en el despacho le iba a dar derecho alguno en el mismo, todo ello en un tono de superioridad engolada y sin permitir réplica alguna, además le indicó de estar a las 9 de la mañana en punto en la recepción del gabinete. Zulema se aguantó las ganas de no ir, porque mientras asentía al teléfono, su madre le miraba con ojos inquietos.

Y al día siguiente fue, vestida de oficinista de ministerio de un oscuro país de Europa central...

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