lunes, 25 de noviembre de 2019

SOCIEDAD AISLADA

 Este folletín por entregas irregulares comienza en


Nada más llegar a la isla de Mallorca, Majors y Galtzagorri se dirigieron en un coche de alquiler al lugar del atropello. Examinaron el camino, el muro sobre el que había pasado el cuerpo, el campo en el que cayó, los restos de las cintas de plástico de la Guardia Civil señalaban dónde buscar, luego se dirigieron a la casa, estaba cerrada y no hicieron nada por entrar, de allí retrocedieron al camino para localizar el punto desde el que se podía espiar a quien saliera de la casa, por fin aparcaron en una pequeña explanada junto a un chiringuito y un puesto de venta de pareos y fueron a la playa de Es Trenc, la recorrieron bajo el sol del mediodía, desde la parte textil hasta el final de la zona naturista, los dos iban con polos y pantalones cortos, se bañaron antes de regresar al coche. Comieron una ensalada simple y un pescado ignoto, pagaron demasiado pero estaban absortos en sus conclusiones.
- Era más fácil haberlo ahogado en el mar para retrasar las investigaciones, debieron improvisar el atropello por alguna razón, parece más un encargo a un asesino profesional, un veterano de las guerras de los Balcanes o así, los gitanos son más de dar sustos, de pinchar pero solo se matan entre ellos y cuando está justificado hacerlo.
Majors había contactado con la abogada de oficio de los dos chicos detenidos más de una semana antes y le llamó para pasar a verla e intercambiar impresiones, como habían quedado. La respuesta fue fría, se notaba que no quería verle, después de muchos rodeos le dijo que sus defendidos iban a reconocer los hechos y declararse culpables ante el Juez de Instrucción, para lo cual había pedido una comparecencia. Majors no se inmutó e insistió en agradecerle su cooperación de forma personal antes de regresar a Bilbao al día siguiente, ella le informó de la imposibilidad de verle porque estaba muy ocupada con el traslado de todos sus asuntos a su nuevo despacho ya que acababa de incorporarse a Figueruelas y Asociados. Tampoco se inmutó y se despidieron con cortesía profesional.
- Solo nos queda hablar con la Guardia Civil, pero mejor si lo hacemos mañana, ahora hace demasiado calor para moverse.
Y al día siguiente estaban ambos con el Teniente Ustarroz en una sala de interrogatorios, los tres bebiendo agua en vasos de papel para compensar la transpiración que el mal funcionamiento del aire acondicionado les causaba.
No hizo falta dar demasiadas vueltas, en un “do ut des” implícito, Majors puso en conocimiento del teniente el hecho de la sustracción de algunos efectos en el despacho de Arriluze con todos los detalles que habían conocido por su socio, las conversaciones con éste y con el jefe carlista, las identidades de los socios del difunto en los negocios y de los miembros de la logia masónica de Bilbao, la existencia de archivos encriptados en un escondite de su despacho y como estaban esperando la llegada de un momento a otro de su contenido, le entregaron copias de las transcripciones de las conversaciones, las notas del Registro Mercantil sobre sociedades, socios y cargos de las mismas, algunos recortes de prensa y pantallazos de Twitter con noticias que afectaban a los negocios inmobiliarios, una llave USB con los mismos documentos más los archivos protegidos. Ustarroz empezó por decirles que él también había hallado archivos encriptados en la chabola de Campos pero que de Madrid tardarían tiempo en revelar su contenido por el exceso de trabajo y la falta de personal pero a continuación la información se la transmitió en forma de preguntas sobre los dos sospechosos, pagando su deuda por la información recibida pero sin romper aparentemente su deber de secreto.
- ¿Dónde van a comer?
- Donde Ud. nos recomiende.
- Si no tienen pretensiones refinadas, pueden comer en un italiano del Carrer de la Murada a eso de las 3 de la tarde y yo puedo pasar a tomar el café con Uds. como a las 4.
Quedaba más de una hora y los dos abogados vascos se dirigieron andando hacia el restaurante. Galtzagorri aprovechó para reclamar a su informático de confianza -un sobrino de su mujer que trabajaba en una empresa puntera de ciberseguridad en el Parque Tecnológico de Miramón de Donostia-, que se diera prisa con romper el cerrojo de los archivos, el joven ya lo había hecho pero se le había olvidado, estaba también agobiado de trabajo en una empresa que le pagaba poco más del salario mínimo interprofesional, mandárselos. Dada la extensión de los archivos le prometió que los colgaba en la nube y que le pasaría el enlace para que pudiera leerlos pero que todo ello podía llevar algunas horas.
- ¿Es seguro? - Inquirió Majors, siempre desconfiado de lo que se guarda en la nube -.
- Todo lo seguro que puede ser Internet, entre algo y nada.
Comieron bastante mejor que en el chiringuito del día anterior, el vino del Lazzio les sentó muy bien, y a la hora del café, el teniente, vestido de socio de club de golf con yate en pantalán de puerto deportivo, apareció acompañado de un cura negro, camisa gris y alzacuellos blanco en el bolsillo de la camisa. Hechas las presentaciones, Ustarroz le pasó a Galtzagorri una llave USB y le dijo:
- Páseme a mi también el enlace de su sobrino y que vaya abriendo éstos, a ver si son los mismos o diferentes.
Ante el gesto de fastidio del abogado donostiarra, el teniente le comentó de pasada.
- En esta isla se oye todo, se graba casi todo, se calla mucho más y luego se miente en público, me recuerda mi pueblo, a Goizueta, Donostia es algo parecido ¿No? Herri txikia, infernu haundia. Se sabe para poder calumniar, injuriar, difamar…
- ¿Sabrá entonces todo sobre nosotros dos? - Inquirió Majors -.
- Todo lo que consta en archivos de fichas destruidas o nunca creadas, además de lo que la Teniente ha podido sacar de Internet desde que ayer nos avisaron que estabais por la zona. Nos podemos tutear.
- Como primicia – Dijo el cura, sorbiendo un gin-tónic con fruición -, Ustárroz va a ir a pasar septiembre en Bilbao, así que ya se está preparando para poder acompañaros al Golf de Punta Galea a investigar.
- Gracias a la tía Exuperancia – se rió el teniente -.
- Pues va a ser un viaje de ida y vuelta, porque en Mallorca hay pistas que tienes que seguir tú – sonrió Manu Majors -, mi intuición masculina me lo dice.
- Ya he pedido que comprueben todos los nombres de los papeles que me habéis dado para ver qué vínculos pueden tener con esta isla, quién tiene qué por aquí, quién viene, quién ha coincidido con el difunto o con su esposa, por cierto ¿Cómo está? ¿Se está recuperando?