lunes, 29 de julio de 2019

VIDA DE FAMILIA EN NEGURI

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Por lo que sabe Manu Majors, esta rama de la familia Arriluze llegó a la costa, Neguri, desde el interior, Arrigorriaga, en los años 40 del siglo XX. El padre de Iñigo era apenas un adolescente barbilampiño al acabar la guerra en 1939, de una buena familia de ésas con escudo heráldico de piedra en la casa familiar, una pequeña fortaleza junto a la carretera, ahora calle principal, del pueblo. Dejando a un lado los estudios de Derecho, a los que la tradición familiar le conducía, supo colocarse en el mundo de la compraventa de chatarra en aquellos de autarquía y se fue metiendo en la industrialización de Vizcaya, haciéndose una agenda de contactos entre funcionarios del régimen que le permitió ascender socialmente, lo que ratificó con una casa-villa en el barrio aristocrático. Para cuando las fronteras económicas saltaron ya se había colocado en la energía y en las fianzas, siempre llevado por una inteligencia que le permitía adelantarse a otros en el mundo de los negocios y en los felices sesenta también estaba en el mundo inmobiliario, así que la familia Arriluze hizo su transición del régimen dictatorial al régimen admisible en Europa montada en la ola y actualmente es Iñigo quien, fallecidos sus padres en torno al cambio de siglo, gestiona la buena posición alcanzada en la red del capitalismo español.
La madre de Iñigo era la hija de un educado francés que se refugió en Bilbao al caer la Francia de Petain en manos de los vencedores de la II Guerra Mundial, al parecer no era bueno para su salud permanecer en territorio francés. La familia Saint Lon les Mines se hizo tan bilbaina que la madre de Iñigo, que llegó siendo una niña, nunca tuvo acento francés alguno. El matrimonio solo tuvo un hijo, Iñigo, al que se formó en Ingeniería Industrial pero al que su padre lo tuvo completando estudios de contenido financiero y haciendo prácticas por Zurich, Londres y Luxemburgo, donde también había ido estableciendo una extensa red de contactos, así que Harry Arriluze ha seguido la estela de su padre y ha podido ir mejorando sus posiciones pero siempre con discreción, nunca aceptando puestos de relumbrón en directivas de Clubs y de Sociedades a las que tan aficionados son otros financieros bilbainos, incluso de menos fuste que él.
La delicada salud de la madre no le impidió dedicarse a la adquisición de obras de arte, sobre todo buenos cuadros de reducido formato, conformando un pequeño museo por las casas de Neguri y Arrigorriaga, la colección perdió la presencia de sus piezas más valiosas cuando el padre, siempre previsor, tuvo la intuición de que la muerte de Franco iba a traer tiempos de zozobra al país, intuición posiblemente la sola fallida en su vida económica, porque esa intuición le había llevado a ser de los primeros en invertir en Baqueira Beret o en Marbella, por ejemplo, para combinar el ocio y el negocio.
La primera esposa de Iñigo fue Begoña Ibarra Bergareche, también de una buena familia de Neguri, tuvieron dos hijos Iñigo y Begoña que actualmente deben andar entre los cuarenta y los cincuenta años de edad. Poco después de la muerte de los padres de Harry, a Begoña se le descubrió un cáncer que, a pesar de ser tratado en los mejores centros médicos de Bilbao, Pamplona, Madrid y Houston, acabó con su vida.
La esposa actual es Begoña Bergareche Ibarra, sin ninguna relación de parentesco con la anterior, pero también de Bilbao de toda la vida. Aunque Iñigo anduvo unos años un poco perdido, entonces es cuando cogió el hábito de aislarse durante unas semanas al año, hacia el mes de junio, en una chabola de Mallorca sita en un terreno rústico que había recibido en una dación en pago de un crédito incobrable para una de sus sociedades, se tropezó en un ascensor con aquella chica, tendría los años de su hija o incluso menos, que empezaba aquel día a trabajar en un despacho de abogados sito encima de sus propias oficinas, y pronto se descubrió intentando coincidir con ella a la entrada o salida del trabajo o subiendo a la firma de abogados para hacer personalmente gestiones que nunca hacía. Fue fácil empezar a intimar con ella, aunque vestía con la discreta elegancia de muchas abogadas bilbainas y era más bien pequeña, tenía una agilidad mental y un sentido del humor que cambiaron la vida del viudo. Enseguida además le dejó las cosas claras, ella no iba a ser su amante o nada parecido, así que matrimonio en perspectiva o cada uno por su lado. La boda fue en la intimidad de una Iglesia de Algorta, la Parroquia de San Ignacio de Loyola en vez de en la Basílica de Begoña, y al banquete en los Tamarises solo asistieron poco más de 200 invitados, incluso sus dos hijos, que aceptaron resignados la boda previo soborno generoso de su padre y firma de protocolo familiar en el que se expresaba con claridad el devenir de la fortuna familiar. Y después del matrimonio, al contrario de lo que sucede muchas veces, Iñigo descubrió que su nueva esposa gozaba verdaderamente con el sexo, la nueva señora Arriluze era apasionada de día y de noche, abierta a todo tipo de experiencias que ella misma buscaba en Internet, no hacía remilgos a ninguna práctica propuesta e incluso las perfeccionaba con su práctica diaria, incluso cuando se quedó embarazada e inmediatamente de poder volver a ello, después de la maternidad, la pareja siguió teniendo sexo prácticamente a diario. Solo durante la semana que Iñigo pasaba a solas en la chabola de Mallorca se puede decir que cesaban las lides amatorias entre ambos, pero en cuanto ella llegaba a la isla, habiendo dejado al niño con los abuelos, empezaban los “días hippyes”. La chabola era un galpón para aperos en el que había una cocina y una habitación para el resto de actividades como todas dependencias, el retrete y la ducha estaban en un cobertizo para animales anexo al mínimo edificio, disimulado detrás de unas palmeras chatas, que se encontraba en medio de campos poco trabajados y al que se accedía por una pequeña pista de doscientos metros que nacía de otra pista un poco más ancha y que por un tejido de pistas cada vez más amplias acababa en una carretera que conducía desde las proximidades de Campos a la playa de Ses Covetes. Así que ambos dos estaban muchas horas desnudos o con algún pareo, había siempre varios por el suelo o los muebles para cuando venía el cartero o algún recadista con bebidas y alimentación, y copulaban como dicen los científicos que hacen los bonobobos en la selva y solo abandonaban aquel jardín del Edén para ir a la playa o salir en el velero que Iñigo alquilaba en Colonia Sant Jordi para recibir alguna vista de amigos de Bilbao, aunque Begoña prefería que alquilase uno pequeño, sin tripulación, para perderse los dos solos y libres por alguna cala aislada de las islas.
El día en que la muerte de Iñigo acabó con el paraíso, Begoña había cogido el vuelo en Bilbao a la misma hora en que su marido salió a hacer un poco de “running” - Iñigo corría tres veces a la semana con el fresco del amanecer estuviera donde estuviera -, oyendo música clásica en los auriculares. Iñigo no vio ni oyó venir el todo terreno que le embistió por detrás y le lanzó, ya muerto posiblemente, mucho más allá del muro de piedras apiladas que bordeaba la pista.

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sábado, 27 de julio de 2019

VIRGEN DE PADURA

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Iñigo de Arriluze y Saint Lon les Mines es conocido socialmente por ser vocal de varios importantes consejos de administración, además de rico, es un hombre culto y cordial. De joven, cuando jugaba a hockey en el equipo de Jolaseta, era conocido por “Harry el marqués” y en su familia y círculo de amistades le sigue llamando Harry, durante su breve paso por el rugby universitario, también era llamado Harry. Arriluze es una bronceada cara habitual en los pantalanes del Real Club Marítimo y en los anchos links del Golf de Neguri pero aquella noche, sobre las 10 de la noche, en la capilla de la casa-torre familiar, sita en el centro del pueblo de Arrigorriaga, más parecía un deshonesto anticuario a punto de hacerse gratuitamente con una pieza a traficar que un financiero bilbaino respetado en el botxo, vestido de ropa oscura y con la pobre iluminación del recinto. Sacó la imagen de la maleta con manos enguantadas, apartando las bragas y sostenes que envolvían y protegían la virgen y el niño, todo ello con exquisito cuidado. Manu Majors, con el cheque de sus honorarios en el bolsillo de la chaqueta, asistía a aquella especie de ceremonia de entronización, desarrollada en silencio.
Iñigo dejó la imagen que le había traído el abogado sobre el altar, sacó un mando a distancia del bolsillo de su chaqueta y fue desconectando alarmas y sensores que protegían la idéntica figura, la misma hierática virgen María, el mismo niño Jesús con el balón, los mismos colores viejos del paso del tiempo… que presidía el retablo dorado. Luego con la agilidad de sus cincuenta deportivos años se alzó sobre la mesa de celebraciones religiosas y con una mano cogió la que ya se encontraba en el sitio de privilegio y se la lanzó a Majors, sorprendido por su falta de peso.
- Resina de poliéster – le informó su cliente mientras completaba la maniobra de poner una en el sitio que había ocupado la otra -, una réplica exacta, se utilizó la original para hacer el molde, luego te cuento.
Después de dejar la auténtica virgen de Padura en su sitio y de activar de nuevo las medidas de seguridad, ambos se dirigieron de nuevo a la vivienda habilitada en la planta noble de la pequeña fortaleza. Las dos mujeres les habían preparado un “picoteo” de jamón, lomo, chorizo y vinos de la Ribera del Duero y los cuatro se sentaron en lo que era una especie de despacho con biblioteca y dotado de un rincón confortable con sofás y la mesita en la que estaba dispuesto el juego de platos y de bebidas, allí Arriluze y Saint Lon les Mines les habló a los tres.
- El aitá hizo mucho dinero en tiempos de Franco pero nunca creyó que el régimen fuera eterno, así que siempre iba poniendo parte de los huevos en una huevera suiza pero a comienzos de los años setenta empezó también a poner a salvo algunas piezas de arte, cuadros sobre todo. La virgen de Padura era un problema, al ser una talla con mil años de historia, ligada al nacimiento del Señorío de Vizcaya, con fama de milagrosa y visitada anualmente por el Obispo, a veces acompañado de Cardenales y Arzobispos su “exportación” era un problema, además la Comunión Tradicionalista, que ahora es una secta reducida pero en aquellos años aún tenía cierto peso, celebraba sus ceremonias y ritos religiosos en la capilla desde tiempos de Zumalacarregui. Así que mi padre, que quería conservarla como un seguro para la familia y alejada de los tiempos turbulentos que él creía que se avecinaban con la muerte del Caudillo, pensó en que había que hacerle una réplica para no llamar la atención pero no encontraba manera. Y Franco se murió, con lo que estaba de los nervios... entonces apareció un amigo suyo, un aristócrata catalán, Ignacio Coll, creo, un caradura que solía visitarle en su despacho de la Gran Vía para sablearle unas pesetas y sacarle una comida en La Bilbaina, el cual le regaló un enorme escudo del Zazpiak Bat. A mi padre casi lo mata con el regalo, él que se dio de baja en el censo de Arrigorriaga cuando legalizaron la ikurriña y la pusieron en el balcón del ayuntamiento y se domicilió en Estella... pero el escudo aquel parecía de madera y era de plástico, de resina de poliéster, y los fabricaba un amigo de Coll en Donosty. A partir de ahí, te lo imaginas, el aitá localizó al artista, éste vino a Arrigorriaga y con toda discreción hizo un molde de silicona de la virgen, en el molde vertió una mezcla de resinas y allí se les apareció la virgen. Luego con paciencia infinita el artista la pintó y terminó y así mi padre pudo enviar a lugar seguro esta joya única del arte románico que, como sabes, nos sirvió de prenda en garantía cuando hubo que sacudirle dinero a la banda para que nos dejara en paz y tuvimos que pedir un préstamo en Luxemburgo al conde Drácula.
- ¿Y por qué la has recuperado ahora si ninguno nos habíamos enterado del cambiazo?
- Resulta que en el mundillo del tráfico internacional de arte hasta los secretos más secretos tienen un precio y mientras que por un lado se me estaban haciendo ofertas irresistibles para adquirir la de madera desde círculos parisinos que cuentan con vínculos en la masónica administración de la República Francesa, por otro lado la Consejería Cultural de este batzoki de país que tenemos está empeñada en que un equipo de estudios de su confianza la analice  y valore para que nuestra familia haga con ella una generosa donación al patrimonio de todos los vascos de bien. Así que he tenido que saldar algunas deudas con ciertos caballeros que no me las exigían pero que no me las perdonaban y por eso he contado con tus servicios, eficaces servicios, por cierto.
- ¿Que hacemos con la copia de plástico?
Majors había puesto la figura en el suelo al lado de la mesita y, sin perder hilo del relato, de vez en cuando jugaba a dejar una copa de vino en equilibrio sobre la cabeza.
- Pues te la regalo, la puedes poner en el despacho, al fin y al cabo es tan milagrosa como el original, la hermana del obispo vino hace un par de años a pedirle desesperadamente quedarse embarazada en su santo matrimonio con un Carvajal de ésos, porque hasta en la Clínica del Opus de Pamplona le habían dicho que era imposible, y ayer vino el propio obispo a agradecerle a la virgen de resina de poliéster que su hermana ha dado a luz mellizos, al parecer un poco negros, tan negros como un exiliado venezolano que anda por Bilbao, pero mellizos, un verdadero milagro ¿No?

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lunes, 22 de julio de 2019

HECATOMBES

Estatua de Nimeño II en la explanada de la plaza de toros (Mont de Marsan)
Sobre la mesa del establecimiento hay un plato de churros, unas tazas de chocolate, un par de copas de un aguardiente, unos vasos de agua y, sentados hay dos tipos que comparten páginas del primer periódico del día con la reseña, excelente literatura en prensa escrita, del festejo de la ya lejana tarde de la víspera. 
- Lo único auténtico en una corrida de toros es el sufrimiento del toro, la verdad es que me aburre la estética repetida del bovino embistiendo con lo que le queda de defensas a una capa que con más o menos habilidad le incordia en su instinto de supervivencia y toda la rutinaria matanza sangrienta que viene a continuación es que ya me da nauseas.
- Sin embargo, has seguido vinculado a ese ambiente hasta ahora mismo.
- Me gusta la juerga, me gusta beber vino, olvidarme de lo patoso que soy y saltar con la música de las bandas, jalear a los peores grupos flamencos del mercado hasta enronquecer, desayunar churros al amanecer y compartir mi euforia con gentes diversas y eso, por aquí, es la feria, la feria de Pamplona, la de Mont de Marsan, la de Dax, la de Bilbao… y no hay feria sin que los pastores sacrifiquen los bueyes al dios Baco, sin que sangre, vísceras, dolor y lágrimas se mezclen con los vapores del alcohol, es la hecatombe propiciadora.
- El arte taurino tiene muchos seguidores aún, sin comparar con el número de los que tuvo en el pasado.
- Es arte escénico, es circo y es teatro, es espectáculo, el toro existe para ser lidiado, no hay toro de lidia en la naturaleza, las vacas que matan a campesinos en las fincas o a excursionistas en los pirineos son la competencia desleal de las ganaderías de bravo, los ganaderos crían toros para venderlos al show-business y resulta que los bovinos embisten gratis fuera del ruedo ¡Qué desastre!
- Pero el valor de los toreros que se juegan la vida y, a veces, la pierden por ofrecer la lidia de esas fieras a los aficionados, a los espectadores, tiene que ser reconocido.
- ¿Valor? El de los que participan en los encierros por sentir la adrenalina de ese instante en que tu vida pende de un tropezón con otro tipo más borracho que tú, el de los que practican salto base con un paracaídas fabricado por muertos de hambre en un taller de Asia, el del que sube al Naranjo de Bulnes con mosquetones de la sección de deportes de El Corte Inglés… no sé si es valor o es vicio, es borrachería, es gilipollez o es propio de esta especie de cretinos que somos. La excusa antes era de que “más cornás da el hambre” pero también hay quien lo hace porque lo ha mamado en su educación o se lo pide su vocación profunda. Yo también lo hice, cuando me creía inmortal, el placer de controlar tu miedo, conducir la embestida del animal, imitar lo que has admirado, me emociono al recordarlo y qué tonto era.
- Pues parece que el negocio de los toros es cada vez menos rentable y que está en decadencia imparable.
- Sigue ganándose dinero pero en todo mercado hay quien gana, los menos, y hay quien pierde, los muchos. La honradez y el mundo del toro son incompatibles, la honestidad es enemiga del espectáculo taurino, mientras la larga tradición de mafias taurinas se mantenga, habrá toros, cuidan sus intereses y se mantendrá el espectáculo, quizá cada vez más cutre, más tramposo si cabe, aunque sea en los márgenes de la vida social, como se mantiene la lucha libre americana o así.
El viento suavemente trae por la puerta el aroma de orines de una mañana de feria, los gritos lacrimosos de un  adolescente en celo que ha perdido una novia y un zapato, los dos tipos apuran las gotas transparentes de aguardiente y el agua de los vasos, la feria se ha acabado.

miércoles, 3 de julio de 2019

EN LUXEMBURGO NO HAY VÍRGENES

- No hay que cometer delitos en la medida de lo posible y, si los cometes, no hay que dejar pruebas - pensó Manu Majors recordando las lecciones de derecho práctico que el viejo profesor Sr. Saborit le había dado en la Universidad de Deusto -.
El abogado bilbaino Manu Majors se ajustó la corbata frente al espejo del ascensor que le subía, a las 8 de la mañana, al despacho de su colega luxemburgués y miró si en la placa de características industriales del elevador se mencionaba a la cooperativa Orona, ya que alguien le había dicho que en toda Europa había rastros del crecimiento de aquella empresa vasca. “Pues va a ser que no” se dijo a media voz.
El edificio, de arquitecto contemporáneo pero no demasiado feo y además funcional, se encontraba en la rue Sainte Zhite de Luxemburgo, la plaza financiera centroeuropea. En la fachada junto al portal, las otras placas informaban de qué firmas de asesores, de expertos en inversiones, de abogados y de bancos privados eran las que ocupaban las cinco plantas pero Majors  había cogido el ascensor en el propio garaje del edificio donde había aparcado un discreto coche de alquiler, alquiler que él no había tramitado para no dejar su nombre fácilmente en un registro, así que no había examinado ninguna otra placa, él se dirigía a un piso determinado en lo más alto.
Cuando el ascensor se detuvo, su puerta y la puerta del despacho se abrieron automáticamente y, al penetrar, se encontró en el hall sobrio y de luz tamizada de una especie de sacristía.
- Atmósfera vaticana o algo así -pensó aunque en realidad jamás había estado en una sacristía y menos en el Vaticano-.
Manuel Majors Etxezarreta medía más de un metro ochenta, casi un metro noventa, y ocupaba espacio con su traje azul oscuro, hecho en Bond Street, en aquella penumbra con banda sonora de adagio apenas audible.
Se cerró la puerta a sus espaldas silenciosamente y se abrió otra en su frente. Con un traje impecable gris perla, elegante tanto o más que el propio Majors, provisto de una sonrisa de cortesía Monsieur de Rothschild en persona le hizo pasar de la recepción a un amplio despacho interior.
Majors tuvo la sensación de haber visto al personaje en alguna película inglesa de terror, alguno de aquellos viejos films en que el malvado es un aristócrata vampiro que muere al final para resucitar en el comienzo de la secuela siguiente.
Después de las fórmulas protocolarias, dichas en inglés neutro por ambos mientras se sentaban uno a cada lado de la mesa de despacho, el abogado que jugaba como local le pasó los documentos que Majors debía firmar y se ausentó. Majors comprobó que eran los acordados entre ambos aunque hizo una pequeña corrección en uno de los apellidos de su representado y, observando el luminoso paisaje que se veía en la ventana de detrás del asiento vacío de Rothschild, dedujo inmediatamente que era una fotografía, en la calle se había quedado un día gris y lluvioso.

Una empleada, pequeña, vestida de negro, entró empujando una mesita con ruedas en la que se encontraba, dentro de una urna de metacrilato transparente, una imagen de una virgen románica con un niño en su regazo. La empleada hizo una mueca de enfado al ver la enmienda en el escrito encima de la mesa, lo recogió y dejó a Majors solo de nuevo. Éste se levantó para examinar la escultura, aparentemente vieja de siglos, la virgen oscura tenía cara de pasmo y dejaba frío, el niño, sin embargo, se parecía a Leo Messi niño con un balón en una mano. A pesar del pedestal plástico que la soportaba, el conjunto no superaba el metro de altura.
Preparado nuevamente el documento que le entregó la secretaria, entró Monsieur de Rothschild que le pidió la firma y el cheque bancario que debía entregarle, Majors lo sacó de su bolsillo y le comentó:
- ¿Está firmado por vuestro padre?
- No, es otra de las ramas de la familia, en la finanza y en Luxemburgo hay más Rothschild que Martínez en España o en Francia.
La empleada introdujo el contrato y el cheque en una carpeta y dejó a los dos hombres solos junto a la mesita con la imagen. Majors intentó levantar la parte transparente de la protección del objeto pero no pudo, el otro abogado puso los dedos corazones de sus pulidas manos en el centro de los lados negros de la base y luego suavemente la levantó dejándola a un costado.
- Espléndida -dijo en inglés y, para asombro de Majors, se santiguó, musitando una jaculatoria en latín -.
Los dos bajaron con la imagen en la mesita al garaje, Majors abrió el cofre y ceremoniosamente el abogado luxemburgués la recostó junto al saco de palos de golf, para ello Majors tuvo que abatir el respaldo del asiento trasero. Luego se despidieron con la misma fría cortesía y el abogado bilbaino salió del subterráneo, conduciendo con tranquilidad, aun no eran las 9 de la mañana, en su interior el cronómetro del día empezaba a correr.
Lo primero seleccionó las señas del parking al que se iba a dirigir en el GPS del vehículo en la propia rampa de salida. El aparcamiento en cuestiónestaba apenas a 500 metros pero tuvo que dar un rodeo por causa de las contradirecciones y de las obras públicas que alguna campaña electoral estaba obligando a realizar a los políticos locales.
Minutos más tarde había aparcado en la plaza más recóndita posible de la planta más profunda, en donde le estaba esperando o quizá apareció cuando él llegó, Jon Galzagorri con una maleta de ruedas y vestido exactamente como Majors, cualquiera podía pensar que eran dos hermanos bastante gemelos, aunque Galtzagorri medía veinte centímetros menos posiblemente pero de una corpulencia similar. Manu Majors sacó la virgen con cuidado de su envoltorio de seguridad y la depositó en la maleta de viaje, rodeándola de lencería femenina a modo de protección, lencería que Galtzagorri había comprado en una boutique erótica la tarde anterior, a su llegada a Luxemburgo.
- Tienes tiempo de sobra para llegar al tren, sale a las 10,10 y estás a 10 minutos andando – le confirmó Galtzagorri dándole los billetes -, hazme la llamada perdida cuando estés en Arrigorriaga, que no quiero quedarme en Luxemburgo toda la semana.
- No dejes el metacrilato en la “déchetterie” hasta que yo no avise, no sea que tenga bicho dentro – Majors se quitó la corbata de escudos del Athlétic y se puso un impermeable que estaba entre los asientos y una boina que sacó del bolsillo - Los judíos ni se santiguan ni rezan jaculatorias ¿No?
- Ya me lo contarás otro día, ahora vete.
Galtzagorri esperó dentro del coche, oyendo música, hasta que pasó la hora de salida del tren a París, salió del parking y se dirigió al Golf Club Grand Ducal de Luxembourg a pasar el día.
Majors hizo un tranquilo viaje a París en el TGV, leyendo un libro de aventuras africanas, luego se trasladó de la Gare de l’Est a la Gare de Montparnasse en la línea 4 del metro, hubiera preferido hacer el trayecto en bus pero el viaje no era de turismo. Como calculado, tuvo tiempo de sobra para comprar un billete en el TGV hasta Hendaya y comer un sándwich, todo lo pagó en efectivo, pasada la estación de Burdeos encendió por primera vez en dos días el teléfono móvil que alguien le había prestado en su despacho de abogados – el suyo estaba en el saco de golf que llevaba Galtzagorri en el coche alquilado -, e hizo una llamada perdida al número del teléfono de una amiga de su mujer, recibió otra llamada enseguida que también se perdió sin respuesta. Se bajó en Dax a las 18,15, su mujer, Lin, le esperaba en el andén.
Lin Chi-Ling vestía un impermeable y se tapaba sus orientales y bellos ojos con unas gafas de sol, totalmente inútiles. Sin perder el tiempo se dirigieron al aparcamiento de la estación y cogieron el coche, que otra amiga de su mujer le había dejado, y por la carretera general hasta la frontera de Behobia, luego por la Autopista, se dirigieron hacia Arrigorriaga, a donde llegaron a las 21,30 y hacer la llamada perdida a su propio teléfono.
Cuando sonó el teléfono en el bolsillo del saco de golf, Jon Galtzagorri estaba aparcado junto al viejo estadio de Luxemburgo, dejó la urna en el container de plásticos que había en un lado de la pequeña explanada, iluminada por las luces de la incineradora de residuos que funcionaba a toda marcha y se dirigió hacia Metz en Francia por la ruta más corta.
Los aduaneros franceses le pararon a las 22,18 exactamente en el municipio de Thionville. Y a las 23,27 dormía plácidamente en el Hotel de Metz, “el Best Western Metz Technopôle está situado a 3 km del centro histórico de Metz, en un extremo de un campo de golf de 18 hoyos” que dicen en Booking en su descripción.