Paco pedaleaba en su bici estática junto a su amigo José Luis y otra docena de jubilados a las 8 de la mañana en el polideportivo municipal. También un par de mujeres –las chicas les llamaban los jubilados-, remaban con fuerza junto a las ventanas. Sudor, colonia, un toque de linimento... en el ambiente. Sobre los sordos ruidos de las máquinas engrasadas, conversaciones entrecortadas de fichajes futbolísticos, de eternas rivalidades con Bilbao y de repentinos fallecimientos muy sentidos en el barrio. La rutina matutina que permitía bromas ingenuas con las calvas sudorosas y escarceos eróticos con los últimos restos de las hormonas añejas.
- ¡Que no se mueva nadie! –entró gritando el policía municipal-, ¡Esto es un control antidrogas!
La brigada policial rodeó la fila de bicicletas y a los dos remeras nada más entrar detrás del sargento. Además de la media docena de uniformados en azul en igualdad de géneros, dos adustos mocetones en bata blanca y una especie de walkiria también embatada entraron con unas bolsas llenas de frascos de plástico.
- Ahora van a ir saliendo de uno en uno con dos agentes y un ateese para orinar en el frasquito. Uds. señoras sigan a la enfermera y a las agentes y el mismo procedimiento. Esta primera vez no se va a proceder a extracción de sangre salvo que alguien lo pida voluntariamente para el contraanalisis –Ordenó rápidamente el mando-.
- ¡Ya están los Vaya Semanita! ¿Dónde están las cámaras, coño? –dijo Paco riéndose-.
La primera fue en el hombro y le hizo caer de la bicicleta. Luego le cayeron un par más y uno de los municipales le torció el brazo hasta hacerle soltar lágrimas.
- ¿Con qué atentando contra la autoridad? ¡Se te van a caer los cuatro pelos que te quedan!`
Alzado de pie, Paco se dio cuenta que la situación le desbordaba y, conociendo a los guardias locales y sus maneras, optó por un saludable silencio como habían hecho el resto de los afectados.
- Así que vayan identificándose – El sargento tenía una lista con los sellos del Ayuntamiento en la que ostensiblemente constaban las horas de entrada de cada uno y sus datos personales -, Ud. es José Francisco Arriarán Aramburu de la calle Julio de Urquijo, 121 – 3º A ¿No? –Y sin darle tiempo a contestar siguió-, ¿Pretenderá Ud. que se puede hacer dos horas diarias de ejercicio aquí a su edad libre de infartos y estar limpio? Y además esta mañana, antes de venir, le ha querido hacer una segunda vez el amor a su santa ¿Eh?
Entonces Paco se derrumbó, la información que manejaban los vampiros procedía de muy buena fuente.
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