Bertolt Brecht (Photo credit: Wikipedia) |
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Se está probando una vez más el arbitraje “a dos” en la Varsity Cup sudafricana que los
equipos universitarios disputan este mes de febrero –nos lee en voz alta el
Barón de la Florida ,
a la vuelta de su paseo por Landaretoki en kayak-, ya que el mundo del rugby quiere perfeccionar
todos los aspectos humanamente posibles de este importante elemento del juego...
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Mientras, nuestro rugby tiene el arbitraje que puede
permitirse: aficionados que dedican sus fines de semana a colaborar en que los
engranajes de esta “delicada” maquinaria funcionen una semana más y eso no es
malo –comenta el Marqués de Altamira que está ojeando una revista retrasada-.
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Muchos jueces son incorruptibles, nadie puede
inducirlos a hacer justicia –añade, citando a Bertold Brecht, Yann
Hiruntchiberry que nos ha traído la biblia amarilla del otro lado del Bidasoa-,
pero es inconcebible que en rugby se dé la perfección, dado el ritmo del juego,
el aullido de los espectadores, la presión de los equipos con capitanes veteranos
que juegan con el árbitro, y, sobre todo, la cantidad de acciones que se
combinan simultáneamente y que el cerebro es incapaz de procesar. Prefiero un
error arbitral a una sesión continua de vídeo, interrumpida por un poco de
juego, que es en lo que se está convirtiendo el rugby profesional.
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No exageres, recurrir al vídeo evita muchas veces
errores que pueden cambiar el marcador definitivamente pero quizá habría que
limitar más su uso por el árbitro –sugiere el Barón-.
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Respeto, volvamos al respeto –insiste desde su cátedra
el Marqués-, el respeto al árbitro es lo que hace buenos árbitros y si los
árbitros se pudieran quedar más a los terceros tiempos en vez de salir
corriendo a arbitrar el siguiente partido, habría más respeto y mejores
árbitros en nuestro rugby.
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